El maestro de lo real y lo invisible
Cuentos completos. I Volumen
Antón P. Chéjov
Ed. Paul Viejo
Páginas de Espuma
1.166 páginas | 39 euros
Páginas de Espuma se ha especializado en el relato y suele alternar libros de cuentos inéditos, de autores españoles o hispanoamericanos, con la edición de ‘obras completas’ de Maupassant, Poe o Tomeo, entre otros. Con edición de Paul Viejo, escritor y especialista en literatura rusa, publica a uno de los grandes maestros de todos los tiempos, Antón Chéjov. En total, serán alrededor de 5.000 páginas y más de 600 cuentos. La primera entrega de los cuatro que se han proyectado, ofrece recuperaciones de inéditos, nuevas traducciones y la ordenación cronológica de 240 cuentos de técnica y temática diversa. Chéjov fue un escritor imaginativo que concebía la literatura como un juego donde todo era posible: podía hacer cuentos de costumbres, cuentos inspirados en notas de prensa, cuentos que nacían de una interrogante o de una glosa publicitaria, cuentos que parecen un suspiro —con acción, retrato de personajes y una carga de ironía— en apenas veinte líneas. Le costó publicar sus primeras piezas, pero luego lo hizo con tanta prodigalidad y variedad de recursos que con tan solo veintidós años ya barajó la posibilidad ordenar un primer libro de relatos, que aparecería en 1886 bajo el título de Cuentos de Melpómene.
El libro se abre con ‘Carta a un vecino erudito’ que explica el desconcierto y la soberbia de un militar anciano que le escribe a un científico que acaba de trasladarse a su mismo barrio. A partir de ahí, Chéjov crece y crece como quien ejecuta un divertimento, aunque no tardan en aparecer algunas piezas que ya llevan una carga incuestionable de profundidad como ‘Se fue’, una de las mejores, ‘Carta a un reportero’, remitida por un sastre, o ‘Flores tardías’, que aborda la decadencia de un príncipe y de su entorno, y otro tema muy querido por él: los amores imposibles. Pocos han contado la vida y la existencia invisible, que envía sus detonaciones de ilusión, como Chéjov: la melancolía, la soledad, el desamparo, la sensación de derrota. Él, tan eficaz y tan elíptico, sabía teñir cualquier texto con un barniz de piedad. Algo que no ha pasado inadvertido para Carver, Piglia o Munro, por citar algunos de sus admiradores y herederos.