Elba y los demonios del paraíso
La mirada de los Mahuad
Berta Vias Mahou
Lumen
144 páginas | 17,90 euros
Hay libros que transcurren en una atmósfera difusa: en el territorio de una imaginación oscura, en el país del espejismo o la alucinación. No es fácil saber dónde sucede La mirada de los Mahuad: es un libro de seis relatos que puede leerse como una novela y es una novela despiezada en seis retazos con diversas elipsis y una protagonista esencial, Elba, niña, adolescente y joven vinculada con el misterio, con el drama, con la insondable percepción del extrañamiento. Tras su presentación, casi aún en la barriga de su madre, en el primer cuento, que da título al conjunto, la vamos viendo crecer, moverse en distintos lugares —desde las Hurdes a la orilla del mar o Roma—, perseguida por diversas obsesiones: las cambiantes formas del demonio (ya en ese primer texto, dice el narrador: “Un demonio parecía haber anidado en su entrecejo”) o el joven Jan, que tiene algo de fantasma y de aparición de un amor que va y viene, que se esfuma y regresa como un estandarte del deseo.
La mirada de los Mahuad posee un carácter onírico y telúrico. En uno de los cuentos le dice el citado Jan a Elba: “Cuántas veces nos sentimos culpables de lo que hemos soñado”. La frase sugiere otro aspecto del libro: un ámbito sombrío que Berta Vias, novelista y traductora de formación germana, va aquilatando con sutileza. Si el primero aborda la relación de sus padres con una pareja alemana, los dos parecen cautivados por la madre Rita; el segundo, “La llegada de los demonios” tiene el tumulto y la fascinación de los días de verano y sus aventuras; el tercero, “Padre nuestro”, se centra en una operación y en la estancia en el hospital; el cuarto, “Soldado ruso”, es muy sugerente y cuenta la historia de un pintor que tiene la facultad de adivinar a la perfección la belleza de las mujeres y novias de sus jefes y de la tropa, y ofrece un desvío hacia el absurdo y la locura del poder. El quinto, “Sueño robado”, es la constatación del amor y la idolatría al padre, pero también es la crónica escurridiza del “miedo a todo, hasta a lo más delicado, a los deseos, al mero acto de pensar. A los sueños propios, a menudo terribles”. Y “Escrito en el agua” discurre en Roma, ante la tumba de John Keats, y quizá sea una historia de amor, bastante inesperada, a tres bandas.
Un libro fascinante e imaginativo, de imágenes poderosas que esparce la huella de la inquietud en cada página. A veces parece deudor de los cuentos de hadas más turbulentos. O de esas crónicas de familia donde los hijos se mueven a sus anchas por pantanosos terrenos, de peligros y hechizos, de los que nada saben los adultos: puede haber un cazador de oro, un violador al acecho, grutas inciertas, un abismo; puede haber extraños rituales religiosos que, en realidad, parecen formas paganas de crecer. Berta Vias Mahou ha construido un mundo diferente al de otros libros suyos donde la vida tiene algo de espacio interior invadido por un animal salvaje.