La modernidad acelerada
La fractura. Vida y cultura en Occidente, 1918-1938
Philipp Blom
Trad. Daniel Najmías
Anagrama
616 páginas | 26,90 euros
Dos líneas abarca la obra ensayística de Philipp Blom, un historiador alemán de la cultura, formado en Viena y en Oxford, que se ha distinguido por la agilidad de su estilo narrativo y por su capacidad para trazar amplios panoramas: de una parte el legado del siglo XVIII, abordado en Encyclopédie, donde daba cuenta de la magna empresa editorial de los philosophes, y asimismo en Gente peligrosa, que volvía a tratar del periodo para reivindicar el “radicalismo olvidado” de la Ilustración; de otra la convulsa historia europea del primer tercio del XX a la que se acercó en Años de vértigo, los que mediaron entre la Exposición Universal de París en 1900 y el magnicidio de Sarajevo, y cuyo rastro continúa ahora, salvando el corte brutal de la Gran Guerra, en La fractura, donde trata de las dos décadas posteriores al armisticio en las que Occidente no conoció una paz propiamente dicha. De hecho el autor, que insiste en la continuidad de una transformación iniciada a comienzos de la centuria, comparte el punto de vista de los historiadores que hablan de una nueva Guerra de los Treinta Años en la que las dos contiendas mundiales formarían parte de un solo conflicto ininterrumpido.
Como en sus ensayos anteriores, Blom se interesa por las ideas y los cambios culturales en todos los órdenes, pero lo hace a través no de las teorías abstractas, sino de su reflejo en episodios e individuos concretos que recrea o retrata por su cualidad significativa. Los veintiún capítulos del libro se reparten en dos bloques, separados por el crack del 29, que corresponderían a las etapas de posguerra y anteguerra. Cada uno de ellos se dedica a un año y está asociado a un tema principal que no excluye incursiones en otros: la “neurosis de guerra” de miles de excombatientes en el infierno de las trincheras, la toma de Fiume por el inefable D’Annunzio, la rebelión de los marinos de Kronstadt en la incipiente Unión Soviética, el renacimiento de Harlem y la difusión del jazz que dio nombre a toda una época, el descubrimiento de las galaxias más allá de la Vía Láctea, la explosión del surrealismo en el París de las vanguardias, el combate entre la teoría de la evolución y la ortodoxia del creacionismo bíblico, el estreno de Metrópolis y su relación con las utopías maquinistas, la terrible hambruna provocada por Stalin para doblegar a los campesinos de Ucrania, la quema ritual de libros por los nazis tras su llegada al poder o la obsesión por los cuerpos atléticos de los movimientos totalitarios, son solo algunos de los que merecen mayor desarrollo, pero los protagonistas y los escenarios se suceden a gran velocidad y es el conjunto lo que ofrece una impresión reveladora.
La mirada abarcadora de Blom, su aludida ambición panorámica, le lleva a veces a hacer lecturas demasiado sumarias —así en el capítulo dedicado al enfrentamiento interno del bando republicano durante la Guerra Civil española—, pero en general la reconstrucción de la época es no solo precisa, sino brillante y especialmente lúcida cuando analiza las tensiones de fondo a partir de los sucesos aislados o interpreta lo que estos tienen de ejemplares. La perplejidad o la angustia y una cierta impotencia, derivada del hundimiento de los viejos valores, el triunfo de la técnica y la sensación de “vacío moral”, se tradujeron en respuestas muy distintas ante las crisis sucesivas o la inestabilidad permanente: la ideologización de las masas, que de algún modo sustituía el menguado papel de las religiones, y una suerte de desesperado hedonismo que se negaba a advertir —por más que fueran evidentes, al contrario que en las vísperas de la guerra del 14— los signos de la tragedia venidera. La atribución de la culpa a otros, convertidos en enemigos raciales, culturales o de clase, y la nostalgia del mundo anterior a la modernidad, eran, concluye Blom, las dos caras de una misma moneda.