En busca del tiempo perdido
El libro de Jonás
Ramón Pernas
Espasa
288 páginas | 19,90 euros
Hace décadas, cuando la vida en blanco y negro, la infancia Huckleberry consistía en adentrarse descalzo en las aventuras y en los libros, en los relatos con los que los adultos que nos elegían narraban el mundo con un enigma a pie de cada historia. Esa infancia es la que inspira a Ramón Pernas la novela El libro de Jonás. Una caracola de destinos que nos susurra sobre las pasiones, la amistad, el amor a los libros con los que se navega la vida; acerca de la memoria como la sombra que delata el otro lado de lo que somos. Suena impreso el mar de ida y vuelta entre la realidad imaginada y la que se construye como un faro, la belleza de su interminable letanía de naufragios y acuerdos con nosotros mismos, y el canto errante de la ballena blanca que cada cual imagina como el reto de su liberación. Su melodía mece las vidas del personaje que nos cuenta su bitácora proustiana en busca de Jonás, el amigo de su infancia al que la flecha accidental de una varilla de paraguas le provoca el encuadre de un solo ojo que lo comunica con el pasado y el futuro, con el gobierno de las vidas de aquellos que ama y con el secreto de una sastrería del pueblo del que todos se van y al que todos regresan.
Al igual que la Celama de Luis Mateo Díez, Vilaponte es el territorio personal en el que Ramón Pernas enmarca el realismo mágico gallego que lo vincula a Cunqueiro, a Wenceslao Fernández Flores, a Manuel Rivas, a Antón Castro, y a sus maneras de contar la añoranza saudade, las atmósferas de lo enigmático, el tiempo interior del tiempo con sus demonios y sus supervivencias, el diálogo con los muertos y con la muerte durante la vigilia y en los sueños profundos en los que se abisman los miedos, los deseos, las preguntas hacia delante del camino. Un realismo de lo fantástico y lo sensorial donde siempre llueve memoria entre la niebla y al borde de un mar que limita con el norte, y es orilla de un libro de tierra en la que la infancia aprende a enterrar conjuros bajo los árboles, a distinguir las sombras, a crecer con Jack London y con Verne, y a reconocer los ojos del diablo en las brasas de la noche, y en las planchas de una sastrería en la que se confeccionan vidas secretas.
Lo mismo que ese maestro Corbelle que inicia al niño Justo Pastor y a su inseparable compañero de juegos y de lecturas, víctima de su orfandad y sombra del amigo al que convierte en personaje, Pernas traza, corta, y pone en pie las hechuras de sus secundarios de lo fantástico como las mellizas guardianas del infierno o la joven Ada que reconocerá su futuro cuando entre a rescatar su soledad de lo perdido. Y sobre todo, con mayor urdimbre y herrajes, la fuerza vital de la pelirroja Argenta que duerme desnuda el deseo de una madurez de bolero; el secreto de Humberto Rey, propietario de Nemo —librería general del mar y los océanos—, que durante mil y una noches lee a sus visitantes diez páginas de un libro; y la melancolía del narrador al que Orson Welles le regaló el talismán de medio dólar de plata. Son sus voces alternadas en el relato, evocadoras y en presente, espejos en los que se refleja lo que oculta cada una de las otras; las brújulas del viaje de unas existencias, a modo de arcanos, que van encajando en el puzle de un capitán Polifemo, eje invisible de su condición mitológica.
Una novela que rezuma la magia de su género y la magia de saber narrar de Ramón Pernas con el lenguaje del encantamiento y del suspense, fronterizo entre lo lírico y lo existencialista, hilvanado de penumbras y silencios que cuentan, igual que un lobo de mar alrededor de la memoria del tiempo y de la hoguera de la infancia. Y también de ese mar que suena de fondo en Jonás y de su historia, el vientre.