Un clásico entre nosotros
Nosotros y Voltaire
Ricardo Moreno Castillo
Pasos Perdidos
194 páginas | 16,90 euros
Un un libro justamente célebre, Filosofía de la Ilustración, publicado en 1932, un año antes del ascenso de Hitler al poder, Ernst Cassirer cartografió los logros de la época de las Luces y los caracterizó como una feliz y extraordinaria osadía, el atrevimiento de una razón empeñada en desterrar los fantasmas metafísicos y liberarse de cualquier prejuicio metabolizado de modo acrítico.
Valiéndose de una metáfora monetaria, Cassirer sostenía que la razón constituía, antes que nada, una forma de adquisición. Pero que no se trataba de una “tesorería del espíritu en la que se guarda la verdad como moneda acuñada”, sino de una fuerza que pronosticaba el acceso a la verdad, a su determinación y garantía. La función primordial de la razón consistía en su talento para señalar todo aquello que, desde la infancia de la humanidad, se había aceptado “por testimonios de revelación, tradición o autoridad”. Claro que a esta tarea de desenmascaramiento debía seguir una de reconstrucción. La razón, al fin y al cabo, no podía descansar sobre escombros y ruinas. Y por eso, al remozar las partes del Todo según una regla que la propia razón postulaba, a su usufructuario, el sujeto ilustrado, se le volvía diáfana la estructura resultante. Cassirer concluía que era este doble movimiento, de ruptura y de recreación, el que caracterizaba a la Ilustración como un triunfo del hacer, de la razón práctica.
Voltaire fue uno de los grandes campeones de este movimiento radical, que hizo suya la idea de que la señal constitutiva de toda filosofía que se precie consiste en su capacidad para la determinación de límites, el más importante de los cuales es liberarse de cualquier tentación irracional. Dentro de este empeño ilustrado, las obras de Voltaire son un claro ejemplo de que todo progreso remite a la patentización empírica de la razón. Lo que la historia humana muestra en su progresivo esclarecimiento es cómo la supuesta eternidad de la razón se manifiesta temporalmente, cómo circula en la corriente del tiempo y en ella va revelando, cada vez con mayor pureza y perfección, su forma primigenia. Voltaire redactaba así el programa teórico al que se adscribiría la futura historiografía ilustrada.
Tan grande es el poder de ese programa que aún hoy, doscientos cuarenta años después de la muerte del autor de Zadig, su obra nos continúa seduciendo. Tal es el caso de Nosotros y Voltaire, de Ricardo Moreno Castillo, libro en el que el filósofo y matemático madrileño bucea en la obra del pensador francés a través de treinta y un tópicos, desde la amistad hasta el viaje, con parada y fonda en lugares comunes como la censura, la educación, la felicidad, la libertad, la maldad, la muerte, la religión o la vejez. De todos estos asuntos Moreno Castillo interpela a la voluminosa obra volteriana, la cual espiga e interpreta, a menudo para iluminarla, a veces para rebatirla, siempre para mostrar su vigencia. Entre medias, a despecho del ruido que ahí fuera nos distrae e incomoda, es posible encontrar ejemplos como el que sigue. Escribe Voltaire: “La superstición es a la religión lo que la astrología a la astronomía: la hija muy loca de una madre muy sabia”. A lo que Moreno Castillo apostilla, con envidiable lucidez: “¿Y por qué será, Señor, que tantos y tantos, después de divorciarse de la madre se casan con la hija, con lo a gusto que se puede vivir sin ninguna de las dos?” Baste mostrar esta perla para hacerse idea del goce que supone lucir el collar completo.