Pere Gimferrer: “El amor nos hace perdurables más allá del tiempo”
Publicado por Vandalia, el nuevo poemario en castellano del autor catalán se presenta acompañado de un epílogo de Aurora Egido
En vísperas de la entrega del Premio Internacional de Poesía Federico García Lorca, el poeta da a conocer Las llamas. Garcilaso, Calderón, Lorca o Christina Rossetti conviven en los versos de Gimferrer con referencias veladas a obras cinematográficas, pictóricas y musicales que construyen un ensamblado poemario en torno al paso del tiempo, la pérdida de la juventud y la llegada de la muerte. El tiempo avanza, mientras que el amor y el recuerdo lo detienen en instantes que nos hacen imperecederos.—¿Podríamos establecer una línea de continuidad entre Interludio azul, Alma Venus, Rapsodia y su nuevo poemario, Las llamas?
—Al ser prosa, el caso de Interludio azul es un poco distinto, pero, dejando de lado mis textos en catalán y mi poemario en italiano, Amor en vilo y Tornado representan una primera etapa que desemboca en Rapsodia y Alma Venus.
—Al contrario que en No en mis días, su anterior poemario, en Las llamas no hay guiño alguno a la actualidad política.
—Cierto, porque se trata de un libro escrito en pocos meses que gira en torno a unos temas —el paso del tiempo, el amor, la muerte, la juventud— que no me permitían hablar de la actualidad. Además, por lo que se refiere a la actualidad política, los poemas de Las llamas fueron escritos anteriormente a todo lo que pasó hace algunos meses.
—Si lo hubiera escrito después, ¿cree que habría sido inevitable hacer mención a la actual coyuntura política?
—No, habría sido igualmente imposible, lo único que hubiera podido hacer es un libro como No en mis días. Las llamas tiene una unidad temática muy cerrada, y si quería escribir sobre el amor y la muerte no podía incorporar elementos de la actualidad.
—Tenía, por tanto, muy claro cómo debía ser el nuevo libro.
—Tan claro, ¡ojalá! Los poemas han ido surgiendo, yo no tenía ningún propósito previo. Cuando empiezo un poema, sé de dónde voy a partir, pero nunca adónde voy a ir a parar; evidentemente, a menos que se trate de un poema epigramático.
—El poemario se construye a partir de una estructura de opuestos, algo que queda muy claro en el poema “Bifurcación”: sueño/vigilia, juventud/vejez, amor/muerte.
—Sí, es cierto, en el poema “Bifurcación” se hace todavía más evidente porque está compuesto sobre estructuras bimembres de dos versos. Sin embargo, no se trata tanto de sueño/vigilia, cuanto de la oposición barroca luz/oscuridad, que viene de la poesía de Góngora. Y a partir de esta oposición, aparecen otras, como la leopardiana muerte/vida o juventud/vejez o, mejor dicho, juventud/muerte, porque en este poemario, si no me equivoco, la única vez que se menciona la palabra vejez es a través de la cita de Shakespeare y no de mis versos. Hay poetas que han sabido utilizar muy bien el término vejez y no me refiero solo a Shakespeare, sino también a Ungaretti. En mi caso, sin embargo, es una palabra a la que yo no le saco partido; para hablar del paso del tiempo, recurro más a la contraposición entre juventud y muerte o entre juventud y destrucción.
—En su poemario, el paso del tiempo no se agota, pero ¿es el recuerdo lo que hace posible su inagotabilidad?
—En efecto, es un paso del tiempo que no se agota porque vive en el poema. El poema está fuera del tiempo porque crea su propio tiempo. Decía Rilke, cuyas palabras comparto, pero no enteramente, que la poesía es una emoción revivida en el recuerdo. La relación de la poesía con el tiempo es muy profunda y, seguramente, el tema esencial de la poesía es el instante o el tiempo que pasa. Esta relación entre la escritura y el tiempo también la anotaba Unamuno, aunque él no se refería a la poesía, sino a Proust, que, según Unamuno, buscaba fijar y analizar el instante, cuando el instante ya ha pasado.
—Junto al recuerdo, ¿el amor es aquello que nos hace perdurables, aquello que nos hace vencer el transcurrir del tiempo?
—El amor, como bien dices, es lo que nos hace perdurables más allá del tiempo. Es el tema del poema y sobre todo del libro, que gira en torno al amor, al paso del tiempo y a la muerte. En este sentido, la oposición amor/muerte está muy presente, es una oposición que, si bien tiene sus orígenes en la cultura clásica —Eros y Tánatos—, viene principalmente de Leopardi, de su poema Amore e morte, donde el poeta italiano subraya que el amor y la muerte son hermanos.
—A lo largo del poemario, son constantes las alusiones al teatro y, sobre todo, a la vida en tanto que representación teatral.
“Decía Rilke, cuyas palabras comparto, pero no enteramente, que la poesía es una emoción revivida en el recuerdo. La relación de la poesía con el tiempo es muy profunda y, seguramente, el tema esencial es el instante o el tiempo que pasa”—Cierto. En estos últimos tiempos, he leído mucho teatro y, sobre todo, he releído muchas obras que ya conocía, especialmente a Shakespeare y a los clásicos griegos. Y la idea de vida como teatro, que está presente en mis poemas, ya estaba en Calderón y, si se quiere, también en Pirandello. En este sentido, el teatro es como gran parte del cine: los dos plantean la vida como una puesta en escena, como una escenificación.—¿Podemos decir, incluso, que la propia estructura del poemario, con sus últimos dos poemas “Coda” y “Telón”, alude a una obra de teatro?
—Sí, la idea era que el poemario fuese como una representación teatral, mostrando, sin embargo, también aquello que queda detrás del telón después de la representación. De ahí el poema final de solo dos versos, “Telón”. En este planteamiento hay una influencia subterránea y nada explícita de la película de Chaplin, Candilejas, donde se retrata el ambiente de los camerinos y se afronta también el tema del paso del tiempo y la juventud. Sin embargo, esta estructura no ha sido algo previsto desde el inicio, sino que ha ido saliendo sola, mientras escribía.
—Sus versos introducen referencias literarias, pictóricas, cinematográficas, musicales —hay, incluso, un poema titulado Like a prayer…
—El caso más llamativo es el del poema Towards The Flame, que es el título en inglés de una obra pianística de Scriabin, el cual, sin embargo, tituló la pieza en francés, Vers la flamme, y no sé si también en ruso. Por otro lado, Towards the Flame es el título inglés de un libro sobre la revolución rusa.
—¿Todo puede convertirse en material poético?
—Sí, pero esto no lo digo yo, es el principio del collage, donde todos los materiales se unen sin que se especifique de dónde viene cada uno. Yo he leído muchos libros, he visto muchas películas, mucha pintura… E, irremediablemente, todo esto termina por aparecer en mis poemas, pero, como decía antes, siempre de una manera enmascarada. El lector no debe entender las referencias; a mí lo que me interesa es que las referencias funcionen dentro del texto sin que se conozca su referente.
—¿Por qué no le interesa señalar las citas o los materiales que incorpora a sus poemas?
—Se podrían señalar, pero si lo hiciese caería en un peligro en el que cayó Ezra Pound: a fuerza de señalar sus citas, apenas quedó nada de lo que él había escrito. A mí, evidentemente, no me pasaría lo mismo. En mi caso, no explicito las citas porque sacadas de su contexto e insertadas en el poema adquieren otra función y, por tanto, no es necesario que el lector las entienda o las encuentre entre los versos.
—En otra ocasión me dijo usted que no hacía falta entender su poesía.
—Recuerdo que en Cahiers du cinéma se publicó una crítica de El ángel exterminador, donde se decía: “contrariamente a su reputación, no es difícil entender El ángel exterminador, lo difícil es que te guste”. Yo no me propongo que los lectores me entiendan, me propongo que los poemas gusten y que el lector los capte como sensorialidades y como imágenes yuxtapuestas que apunten a un fondo que, espero, sea perceptible siempre.