Una caja de herramientas
Fuegos de palabras. El aforismo poético español de los siglos XX y XXI (1900-2014)
Carmen Camacho (ed.)
Fundación José Manuel Lara
484 páginas | 22 euros
Los aforismos corren mucho, pero su anhelo es detenerse. Se apresuran, en ocasiones despeinados y nerviosos, para llegar antes que sus compañeros a la cabeza de quienes los leen agavillados en libros o agrupados en colecciones. Forma parte de su poética, de hecho, este organizarse para una carrera, algo que no necesitan los libros de filosofía, que usan las frases como los ladrillos un edificio, o los de poesía, que dibujan con sus versos llaves para convertir cada página en una puerta. Por eso es tan difícil, aunque sus creadores sean genios de la talla de Lichtenberg, Joubert, Cioran o Canetti, leerlos de seguido: porque, al cabo de poco, uno se enfunda el chándal y se suma a la maratón, con lo que cansa eso, o el uniforme de barrendero para retirar los desechados, una experiencia descorazonadora y triste.
Esta larga digresión tiene que ver con el extraordinario trabajo que ha realizado Carmen Camacho para esta antología. En ella hay casi cincuenta autores, desde Antonio Machado a Erika Martínez, y cientos de aforismos tan bien escogidos, unos y otros, que en ningún momento se tiene la sensación de que se disputan la meta, es decir, la atención y la memoria de quien los lee. Los hay de numerosos tipos: ocurrentes, divertidos, profundos, chispeantes, descarados, morales, íntimos, políticos, sentenciosos, religiosos, retóricos, retorcidos, ensayísticos, metaliterarios, callados o gritones. Pero la mayoría de ellos, haciendo honor al título que los ha juntado, contribuyen a alimentar un mismo fuego, que es el de las palabras inteligentes y sensibles puestas al servicio de la vida. Aforismos para llevarse a una isla desierta porque en ellos hay de todo: desde ese fuego mencionado hasta una caja de herramientas conceptuales para entender de qué va esto de la existencia; y desde intuiciones para salir de un atolladero emocional hasta imágenes gracias a las cuales iluminar las estancias más oscuras de nuestro ser.
Es una historia y una antología con muchas milagros dentro: los esperables de Juan Ramón Jiménez, Gómez de la Serna, Bergamín, Max Aub, Cristóbal Serra, Carlos Edmundo de Ory, Pérez Estrada, Pedro Casariego o Arrabal, entre otros; algunos inesperados, por no relacionárseles de primera con este género, como Ramón J. Sender, El Roto, Gloria Fuertes, Jordi Doce, Dionisia García o Chantal Maillard; o los sorprendentes y menos conocidos Antidio Cabal o Antonio Fernández Molina. A eso hay que añadirle un prólogo muy documentado y también muy sentido, ya que Carmen Camacho, por ser ella misma una gran sembradora de aforismos, cuando habla de definiciones, de etapas, de variantes, de clases o de escritores (“islas de sentido”, “frases de racimo”, “huevos, peladillas y ovas de mar”, “¡estos mis papelitos, madre!”) parece que está repasando las notas para una autobiografía indirecta, los hitos o epígrafes para contarse con palabras ajenas. Por eso funciona esta antología: porque es una obra crítica y, sin dejar de serlo, una obra de autora, con autora, desde una autora.
Así que Carmen Camacho ha conseguido susurrarle al oído a cada uno de los aforismos de este libro para que no corran, para que se calmen, para que dejen de dar coces a sus vecinos. Se les ve tranquilos, en paz, ocupando sus respectivos huecos. Algo les habrá dicho. Algo les habrá prometido. Algo les habrá contado. Pero qué. Me temo que tendré que volver a comenzar desde el principio para averiguarlo. Es lo que tienen, por otra parte, los libros infinitos.