Ideología y feminismo
Admirables por su claridad y cercanía, las definiciones de María Moliner introdujeron importantes matices relacionados con la política o el papel de la mujer en la sociedad
En casa siempre se habló de María Moliner como doña María, con respeto y admiración, porque Valentín García Yebra, nuestro padre, era uno de los cuatro socios fundadores de Gredos, la editorial filológica que publicó el Diccionario de uso del español, el famoso Moliner. Pero, al margen del aprecio de editores, mis padres valoraban especialmente su diccionario. No era raro que, en mitad de una comida, uno de los dos se levantase para ir a buscarlo al despacho y, con su autoridad, resolver alguna duda. Y me consta que mi padre tenía la costumbre de hacer lo mismo en la Real Academia…Con el tiempo también me tocaron a mí las tareas de buscadora de palabras en el Moliner y, después, las de editora. Y además, el placer de utilizar el diccionario como lingüista. Sé que resiste muy airosamente el paso del tiempo, porque reúne unas virtudes lexicográficas nada fáciles.
El DRAE, como se llamaba entonces al diccionario académico, en su edición de 1956, era un diccionario rígido y normativo, caracterizado por ser acumulativo y conservador. En cambio, María Moliner concibió su Diccionario de uso del español (primera edición 1966-1967) como un diccionario de palabras vivas, palabras con uso real sobre todo en el español europeo. Un diccionario hecho ex novo, de autoría unipersonal, con una planta propia y unos objetivos claros. Y con definiciones ajustadas, descriptivas y directas.
Uno de los grandes méritos fue decidir con acierto cuáles eran las palabras que de verdad se usaban y que debía incorporar. Por eso incluyó en él algunas como fetén o guripa, que la Academia no recogió hasta 1984, veinte años después. Su definición de fetén decía: «(Palabra no incluida en el DRAE, de uso chulo o informal, incierto entre adjetivo y nombre femenino, pues se dice “eso es fetén” y “eso es la fetén”). Verdad, verdadero o evidente». Fetén era una de las palabras del caló, el lenguaje de los gitanos españoles, que, lo mismo que guripa, se habían puesto de moda en la primera mitad del siglo XX.
Varias definiciones permiten apreciar su sensibilidad respecto a la división de los sexos. Mucho antes de que nos alcanzase la corrección lingüística, Moliner evitaba, como lexicógrafa, alusiones innecesarias a lo que es y no es propio de la mujerOtra virtud del DUE es la cercanía de sus definiciones, que consiguen una caracterización casi etnográfica del contexto. Por ejemplo, el DRAE de 1956 decía de trapero: «trapero, ra. 1. m. y f. Persona que tiene por oficio recoger trapos de desecho para traficar con ellos. 2. m. y f. El que compra y vende trapos y otros objetos usados». María Moliner definía trapero, trapera como «Persona que se dedica al comercio de trapos. Particularmente, la que va por la calle, generalmente con un gran saco, comprando, en las casas de donde le llaman, trapos, papel y cosas viejas». Al leerla, es como si estuviéramos viendo a aquellos traperos de los años cincuenta y sesenta. Poco después, en el Suplemento de 1970, la Real Academia incorporó «Persona particular que retira a domicilio basuras y desechos», adición que mantiene como «Persona que, por su cuenta, retira a domicilio basuras y desechos».La sensibilidad de doña María para el matiz regional, sobre todo si era aragonés como ella, se deja ver en palabras como perinola, que el DRAE definía como «Peonza pequeña que baila cuando se hace girar rápidamente con dos dedos un manguillo que tiene en la parte superior». María Moliner advertía que, «al menos en Aragón», aunque no lo recogiera la Real Academia, se usan también pirindola y pirindolo.
En una entrada como la del verbo apañar, a los sentidos generales de ‘arreglar, componer, reparar, asear algo’, les suma el uso expresivo en la frase ¡Ya te apañaré..!, con este comentario: «Expresión de amenaza dirigida particularmente a los chicos».
Esa atención del DUE al léxico relacionado con la infancia se deja ver en una voz como pispajo, que María Moliner marca como «informal» y de la que destaca su matiz afectivo: «persona pequeña y vivaracha, se aplica particularmente a los niños», lo que se ajusta al uso cariñoso que suele hacerse de pispajo. En el Suplemento de 1970 el DRAE incluye pispajo: «En sentido despectivo, se aplica a personas desmedradas o pequeñas, especialmente niños». Mantuvo esa marca de despectivo hasta la edición de 1992.
UNA REPUBLICANA REPRESALIADA
Conociendo la vida de María Moliner, republicana represaliada, merece la pena destacar el valor de definiciones como las de izquierdo, izquierdista y rojo, rojillo. En una de las últimas acepciones de izquierdo dice: «Sector político de ideas más progresivas», y s.v. De izquierda[s], «De ideas políticas izquierdistas, o perteneciente a un partido que lo es». En rojo, -a, define: «Se aplica a las personas de ideas muy izquierdistas o revolucionarias; particularmente a los comunistas de dentro y fuera de España./ En la última guerra civil española, llamaban así los nacionales a los partidarios de la república; y así siguen llamando a los adversarios del actual régimen», definición que completa rojillo, -a, con marca de humor, «Se aplica al sospechoso de ser adversario del actual régimen de España». El DRAE de 1956 decía de izquierda: «Hablando de colectividades políticas, la más exaltada y radical de ellas, y que guarda menos respeto a las tradiciones del país». En 1970 suprimió «la más exaltada y radical de ellas»; y en 1984 la cambió por otra más aséptica: «2. En las asambleas parlamentarias, los representantes de los partidos no conservadores.// 3. Por ext., conjunto de personas que profesan ideas reformistas, no conservadoras».
En cuanto a rojo, -a, el DRAE de 1956 decía «6. En política, radical, revolucionario», y así siguió hasta la última edición académica, que parece inspirada en el DUE: «5. Izquierdista, especialmente comunista. 6. En la guerra civil española de 1936-1939, republicano».
El PAPEL SOCIAL DE LA MUJER
Varias definiciones del Moliner permiten apreciar la sensibilidad de su autora en cuanto al papel social de la mujer. Desde 1936 hasta 1992 la Academia definió hazaña como voz coloquial: «Faena casera habitual y propia de la mujer». En su diccionario, María Moliner la definía como «Faena. Trabajo casero», sin más. Mucho antes de que nos alcanzase la corrección lingüística, evitaba, como lexicógrafa, alusiones innecesarias a lo que es y no es propio de la mujer.
Un femenino de profesión que existe desde antiguo es médica. La Academia reconoce médica desde 1899 para la mujer legalmente autorizada para ejercer la medicina, pero no lo incorpora como femenino a la definición de médico hasta la edición de 1984, mientras que María Moliner, mucho antes, definía médico, -a como «Persona que tiene título oficial para curar las enfermedades».
Marisabidilla, ingeniosa palabra hecha a medida para criticar a la mujer, hasta la última edición del diccionario de la Academia se definía como voz coloquial para la «Mujer que presume de sabia». En el DRAE de 1956 era «Mujer presumida de sabia», definición que en 1970 cambió a «Mujer presumida y sabia», y así hasta 1989. Pues bien, María Moliner ya introdujo un matiz interesante al definirla. Para ella, marisabidilla no era cualquier mujer que presumiese de sabia, sino una: «Mujer de poca cultura, pedante o redicha, que habla con presunción». No en vano sus definiciones traslucen personalidad y competencia lexicográfica, por eso son tan difíciles de imitar.