La piel del tiempo
Blitz
David Trueba
Anagrama
168 páginas | 16, 90 euros
Un relámpago es un latigazo fugaz que quiebra el cielo. Y también una luz que ilumina un nuevo paisaje. Las dos imágenes atraviesan en eje la última novela de David Trueba en la que se suceden la descarga eléctrica que produce un calambrazo en el corazón de un joven arquitecto, que cree perderlo todo cuando un mensaje de móvil le presagia la infidelidad de su novia, y la chispa de la vida que encuentra en una mujer madura. La ruptura y la reconstrucción. La desdicha y la felicidad. Cara y cruz en la arena de un reloj al que darle la vuelta, y de paso a la vida en tres minutos. Una manera de descubrir el valor de encontrarnos a nosotros mismos, nuestra casa, nuestra calle, el tiempo en un jardín donde soñar que se habita un cuento y en el que besarse es posible.
Esta es la hermosa utopía con la que el arquitecto Berto Sanz concurre a un Congreso en Múnich, donde ha desembarcado por aire a punto de naufragar. Intuye que su proyecto sentimental y su proyecto profesional están abocados al fracaso a causa de su actitud y de la rivalidad. En su relación siente la amenaza de la permanente sombra de una ex pareja. En su mundo laboral la de otro arquitecto que siempre le gana en talento. ¿Qué son realmente tres minutos? se pregunta antes de que Marta lo abandone, de que Alex Ripollés lo deje en ridículo y de que una madura traductora llamada Helga le ofrezca una salida digna a su no lugar: un hotel que no puede pagar, un congreso del que es expulsado, una relación que le provoca una orfandad emocional. Tres minutos: el tiempo del duelo, el de la cicatrización y el de la resurrección. Un relámpago en un solo plano secuencia. Tres historias en una. Se nota que es buen director Trueba cuando escribe.
Aunque hay momentos en los que lo parece, Blitz no es una novela sentimental. El dibujo, el carbón, la aguda, el óleo de las emociones y el color que traza Trueba, más que en los sentimientos, indagan en las diferentes maneras de buscar, de sentir y de esperar del otro en función de la edad, del sentido de la vida que uno persigue o con el que se está en paz. Son los matices que le interesa explorar: las sombras, las contradicciones, la necesidad frente a la precariedad de sentirse solos y desconcertados entre la desolación y la esperanza. No retrata únicamente esos rostros humanos, también utiliza Trueba la quiebra de la pareja y la recuperación de la autoestima para reflexionar acerca de la quiebra de la seguridad, de los ideales, de las expectativas de la vida, sobre la generosa madurez del amor. De ahí que Helga, la traductora que dobla la edad a Berto, sea la auténtica protagonista moral de la novela. El retrato expresionista de una mujer de Otto Dix, cuya exposición visitan ambos a modo de espejo en el que reflejar su actitud frente al desafío entre el tiempo y el deseo, entre el cuerpo y la belleza, entre lo que se ve y lo que se oculta. ¿Cuál es la edad del erotismo? La sexualidad no se jubila. Tampoco la belleza es un ajuar exclusivo de la juventud. La arena de la piel tiene la textura del deseo que la acaricia. Es limpio y descarnado Trueba al mostrar la fascinación y el temor, la vergüenza ante lo vivido y el descubrimiento posterior de su significado. Tienen credibilidad y ternura los primeros planos de las escenas desnudas entre Helga y Berto, recuerdan los cuadros de Lucien Freud. La verdad iluminada como es. Igual que hay otras verdades dolorosas sobre el Alzheimer, acerca de una sociedad mediocre sin expectativas, enferma de viejos tabúes y convenciones.
Una novela que abre un tiempo interior en el que tal vez suceda un relámpago.