Lealtades y traiciones
El enigma del convento
Jorge Eduardo Benavides
Premio Torrente Ballester 2014
Alfaguara
488 páginas | 18,50 euros
Basta comparar dos obras recientes de Jorge Eduardo Benavides (Arequipa, Perú, 1964) para darse cuenta de que se trata de un autor de registros variados. Si en La paz de los vencidos contaba, al modo de un veloz diario, la historia de un emigrante peruano que vive y trabaja en un en un salón recreativo de Tenerife, a finales de los años noventa del pasado siglo, aquí nos encontramos con una clásica historia de época ambientada a comienzos del siglo XIX. Dos son los ejes de esta densa narración: España y Perú. En concreto, el Madrid del reinado de Fernando VII con su traición antiliberal y anticonstitucional, y, del otro lado y en esos mismos años, un convento de monjas en Arequipa en medio de las revueltas independentistas contra la Corona española.
Benavides alterna ambos polos para dinamizar el texto, dando al conjunto un aire de melodrama y sainete que casa bien con las idas y venidas de su héroe, el teniente general Goyeneche, o de esa arrebatadora actriz de teatro, amante del valiente capitán andaluz Lasarte, llamada Charo Carvajal. Todo empieza en el convento arequipeño de Santa Catalina, donde una tal Anita Moscoso −hija de un hombre adinerado− arrastra inconsolable sus penas de amor desde hace un mes hasta que la madre superiora decide consolarla contándole una historia ejemplar y aventurera (la propia novela) acerca de otra muchacha (María Micaela) que ingresó años atrás en el monasterio, en su misma situación, en duros tiempos de las guerras de independencia contra el yugo español. Ahí es central la figura del militar protagonista, el peruano José Manuel Goyeneche, que regresa a la corte madrileña del rey deseado tras cinco años en América, como ministro plenipotenciario y cuya misión era la de combatir allí las revueltas por encargo del monarca. Su decepción y la de Lasarte son las mismas de todos los progresistas españoles que por fin se habían dotado de una Constitución democrática en las Cortes de Cádiz. Ese trasfondo trágico da pie a una maraña de conspiraciones y espionaje de uno y otro bando (incluido un complot para secuestrar a Fernando VII). Los malvados quedan perfectamente representados en la figura del Duque de Montenegro y sus esbirros. Destaca la buena caracterización del Madrid de aquella época, de los usos y costumbres de esa “España que se caía a pedazos, mal manejada por una turba de pillos y tunantes, por un rey fatuo y fondón, malencarado y ordinario”. Construye también Benavides un misterioso “infame”, un “otro” innombrable cuya identidad se dosifica y oculta por el bien del tejido de la trama en la que se dilatan bien los secretos, y que incluye, de paso, todo un relato detallado de las bondades y maldades de las propias religiosas del convento, con sus motivos voluntarios o forzosos para ingresar y mil luchas de poder, sublevaciones e incluso el odio (personal y político), que se remontan atrás en el tiempo, entre oscuridades, incendios o envenenamientos.
Con una rigurosa documentación histórica y una equilibra trama, entre el thriller, la crónica de viajes y la novela de suspense, Benavides se adentra en las sombras del período de independencia de América y las fracturas sociales y políticas que conllevan estos movimientos. Y no faltan las peripecias de los personajes que buscan desvelar el enigma con el recurso habitual al silogismo, a los símbolos masónicos, a los movimientos de ajedrez, a las baldosas que se mueven, o a tenebrosos pasadizos tras fondos de armario falsos, en sus intentos de alcanzar la verdad y la justicia.