Vaticinio posapocalítico
Los huérfanos
Jorge Carrión
Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores
257 páginas | 19, 50 euros
Los huérfanos se anuncia como la segunda entrega de una trilogía, por el momento sin título, que se inició en 2010 con Los muertos y se completará el próximo año con Los turistas. Estos dos primeros libros revelan el propósito de Jorge Carrión de desarrollar una visión unitaria del mundo. Existen relaciones internas entre ambos (por ejemplo, un elemento fundamental del primero, Maypain.com, figura ahora como superviviente a una generalizada destrucción de sitios webs), pero las historias son independientes. Los huérfanos supone una indagación visionaria en la inquietante realidad del punto peligroso al que ha llegado nuestra civilización, sujeta en esta trama a la sustitución de la memoria del pasado por una manipulable nostalgia ficcional y la vieja amenaza de una guerra nuclear.
La acción de Los huérfanos se sitúa en 2048. El narrador, Marcelo, y un puñado de personas de diferentes naciones llevan trece años encerrados en un búnker de Pekín en el que lograron azarosamente refugiarse tras el estallido de la Tercera Guerra Mundial. Nada saben del mundo exterior, suponen que todavía bajo los efectos de la arrasadora radiactividad, salvo por el contacto que Marcelo mantiene a través de Internet con otro sobreviviente, Mario, desamparado en una isla. En la pequeña comunidad del hermético zulo se despiertan todas las malas pasiones humanas. La interrupción del diálogo con Mario añade un dramatismo a la situación actual que se proyecta en pura desesperanza hacia el futuro. A la vez, el narrador reconstruye su historia, la de los refugiados y la de Mario antes de la masacre y la llena de signos premonitorios de una profecía cumplida.
Tiene Carrión facultades suficientes para diseñar el anecdotario inventivo que requiere una fábula apocalíptica de esta clase. Por supuesto, se apoya en la parafernalia de inventos habitual en el género con particular incidencia en los relacionados con las últimas tecnologías de la comunicación. Además, añade alguna creativa ocurrencia como imaginar un homenaje al holocausto judío reduciendo la puerta de Brandemburgo a un montón de piedras que será el más elocuente testimonio de la barbarie. También sabe conseguir el efecto primordial requerido por semejante historia: logra plasmar una atmósfera donde la soledad, la angustia o el terror no se declaran sino que se hacen verdad. Pero esto ocurre solo por momentos porque el autor evita los efectos proyectivos y antepone una visión analítica a la identificación del lector con esa materia acongojante.
A la fuerte intención moral que inspira la novela responde, por otra parte, un desarrollo culto y bastante especulativo. Por eso la ficción, sin perder de vista el componente dramático (y aun melodramático) de las circunstancias, tiende a lo discursivo. Con frecuencia el ensayo sustituye a la invención. Esta mezcla de géneros hoy común plantea el reto de su buen funcionamiento dentro de un artilugio narrativo, algo que Carrión no consigue del todo. La creencia en el valor fundacional de la palabra en sentido bíblico se encarna en la dedicación exclusiva de Marcelo al estudio del Diccionario. Pero tal trabajo, interesante como idea, resulta de una artificiosidad injustificada y bastante pesado.
Tiene el mérito Jorge Carrión de huir de la novela comercial. El problemático presente lo aborda con exigencia intelectual en este alarmante vaticinio posapocalíptico. Sin embargo, no son suficientes esas loables intenciones. A Los huérfanos le siguen faltando, como a Los muertos, eficacia comunicativa, un punto de amenidad y un poco de distanciamiento que evite el tono envarado de la historia.