Agua austral
La lluvia
Antonio Rivero Taravillo
Renacimiento
84 páginas | 12 euros
Hay poemarios en los que se alcanza el misterio a través de la tensión de lo real, en los que el mundo se nos revela mediante su música más íntima. Hay libros como La lluvia, de Antonio Rivero Taravillo donde hay una inserción en lo hondo de lo más cotidiano, una permanente manifestación medular de la existencia desde la trasminación de lo concreto dividido en cuatro partes: “Acuarelas”, “Lluvia de Oriente, “Aguafuertes” y “Sed”. En las dos primeras la lluvia es la protagonista como fuerza genesíaca que nos instala en el principio, y como catalizadora en su pulso más íntimo de vivencias y sentimientos. El poeta presta cuerpo y respiración a la lluvia, la hace capaz de encarnar las huellas del paso del tiempo y los movimientos sísmicos que se producen en el comportamiento amoroso, lo que se logra en plenitud mediante referencias concretas como pueden ser una película de Tarzán que nos traslada a la infancia o unas gabardinas de amantes que en su roce son filamentos encendidos de su pasión. Todo ello engendrado por la lluvia, como un ser que piensa y se oculta, que al tocar los objetos desvela lo oculto y, a veces, tiene la plasticidad de lo oriental o se torna escritura. Hay en la poesía de Antonio Rivero Taravillo una aspiración a lo esencial mediante una reflexión sobre la existencia, el paso del tiempo, el amor, la ausencia y la muerte, a través de una interiorización de la realidad que rebasa la naturaleza de lo nombrado y que se expresa en las dos últimas partes, mediante una llave que condensa todo lo que va a abrir; la separación entre la alcoba y el cuarto de baño es termómetro de una relación amorosa y el ruido-queja de un frigorífico que es la revelación de nuestra libertad.