Un hombre sabio
Desaprendizajes
José Manuel Caballero Bonald
Seix Barral
126 páginas | 17 euros
La poesía envuelve (como la placenta al feto, como la manta al aterido de frío) toda la obra de José Manuel Caballero Bonald, desde la narrativa o ensayística hasta la estrictamente poética. Poesía que se ocupa de que a las palabras no les falte de nada en su arduo camino hacia el significado: capacidad amatoria, conciencia cívica, memoria, el bastón de la filosofía, buenos materiales para avanzar o para construir mundos, la linterna de la historia. Poesía, también, como celebración de la existencia, como el homenaje mutuo que se hacen el lenguaje y la vida (y el lenguaje y la muerte), como ojos serenamente abiertos al misterio. Sesenta años de poesía exigente y moral que han situado a José Manuel Caballero Bonald, Premio Cervantes 2012, en el centro del panorama literario hispánico.
Desaprendizajes es un libro de madurez poderosamente joven. El libro de alguien que, contra las sombras y las zancadillas de la edad (su autor nació en 1926), encuentra fuerzas para seguir siendo el disidente que siempre fue y, más allá de eso, para señalar con contundencia su feroz desavenencia con la realidad. Porque la realidad nos obliga, por un lado, a asumir como inevitables las trampas de la identidad (ser alguien, tener un yo, limitarse a ser solo uno) y, por otro, a ser reo de la “turbamulta de los desalmados” que gobiernan el mundo. La realidad es dogmática, maximalista, sectaria, canónica, lo consabido, injusta, una “errata en la historia”, lo carente de sorpresa y de imaginación, lo timorato, lo demediado, parcial, plana. La realidad socava la capacidad del ser humano para ser feliz, para atisbar los paisajes del otro lado de las cosas, para enfrentarse a las grandes preguntas de la existencia sin miedo a las respuestas subsiguientes. Frente a ella, la poesía, que es un elogio implícito de lo irreal, que convoca a la duda y al desconocimiento para mejor conducirse por la vida, que limpia los signos de connotaciones espurias, que solo confía en los náufragos, que desmantela los silogismos cerrados.
Caballero Bonald invita al desaprendizaje, en este libro hercúleo que se echa sobre los hombros, sin aparente, esfuerzo toneladas de verdades desechadas para ponerlas a salvo, porque los que desaprenden aún están a tiempo de reconstruir su casa antes de que ésta acabe aplastándole sin remedio. Una invitación a la que acuden Quevedo o Maimónides, Rimbaud o Góngora, los gnósticos o los cabalistas, Platón o Juan de la Cruz, a todos los cuales Caballero Bonald reconoce preeminencia en el camino del relámpago y de la fugacidad, es decir, en el camino de la experiencia de lo que no se puede tener experiencia y del lenguaje de lo que está más allá o más acá del lenguaje. Paradojas a cuya asunción vital también ayuda el mar, tan presente en toda la obra de Caballero Bonald, que lleva con tanta naturalidad las dialécticas superficie-profundidad y serenidad-agitación.
Caballero Bonald desaprende para seguir aprendiendo porque el tiempo es mentira y porque la eternidad es sin más, sin atributos. No es este el libro de un creyente sino el de un alumbrado, el de alguien que ha tocado con sus manos invisibles el tuétano de las cosas (también el tuétano de las no-cosas) y ha salido indemne y regocijado de esa experiencia originaria. Desaprendizajes es el libro de un sabio en plena posesión de sus facultades. Uno de los libros más necesarios y hondos publicados en nuestro país en los últimos años.