Marta Robles: “La vida, sobrevivir,
es un puro acto de vampirismo”
—Las dos protagonistas comparten el mismo nombre, la misma reivindicación de la vida y una se refleja en la otra, pero la novela aborda sobre todo la transformación.
—Así es. Luisa Casati es una mujer que siempre deseó ser una obra de arte viviente y lo consiguió, además de ser musa y mecenas de las vanguardias. Y Luisa Aldazábal ha soñado con dedicarse a la pintura, pero la vida se lo ha impedido. La historia de transformación de Luisa se refleja en la de la Casati porque ambas optan, en tiempos diferentes, por cambiar su existencia acomodada, el papel que representan sin haberlo escogido. La primera debido a su educación y timidez, refugiada en un mundo imaginario alimentado por su fascinación por el arte y la magia. Luisa Aldazábal por un pasado y un matrimonio sin deseo ni complicidad para compartir los sueños de su marido y en el que se ha mantenido como si estuviese muerta. En un momento dado, las dos abordan la necesidad imperiosa de liberarse, y deciden arriesgarse a protagonizar la vida que realmente quieren tener.
—Una transformación que tiene el arte como motor y como pasión.
—El arte es una enfermedad que cuando se te mete en la sangre se distribuye por todas partes y hace que todo se viva de manera diferente y con más intensidad. Casati es una mujer que tiene ese don pero no lo desarrolla, aunque sí sabe quién posee talento, sensibilidad artística y generosamente lo apoya. Y Luisa Aldazábal lo ha tenido dormido durante un largo tiempo, pero como le dicen su padre y otro personaje de la novela: “si eres artista, lo eres siempre”. Ella solo tiene que despertarlo, darse una oportunidad, lanzarse a vivir grandes aventuras para poder ofrecer emociones a través de la pintura.
—En su novela, esa “enfermedad” termina absorbiendo por completo la vida del artista.
—El artista cuando está creando es poseído totalmente por su obra. Nos pasa a los escritores, cuando estamos con una novela no tenemos otra vida. Hay un momento en el que solo vemos las cosas que nos rodean y vivimos a través de las personas y de la historia que estamos escribiendo. Algunos artistas me han contado que cuando están inmersos en su trabajo es como si la propia obra les arrancase el cuerpo, llegan incluso a adelgazar.
—El arte, en casi todas sus manifestaciones, fue lo que definió la vida de la marquesa Casati. Un personaje poco conocido fuera del ámbito de la cultura.
—Luisa Casati fue una mujer espectáculo. Se la conoce por la inquietud, la fascinación, el deseo que provocó en Gabriele D’Annunzio y en otros muchos personajes de su tiempo, entre los que tuvo numerosos amantes, hombres y mujeres. Cuando paseaba por Venecia la gente la aplaudía desde los puentes o se agolpaba en la plaza de San Marcos a contemplar el baile de máscaras que llevó a cabo. Ella marcó tendencias como pasar la Navidad en Saint Moritz, y por supuesto en la moda porque aupó los estampados de Fortuny, se atrevió a llevar los modelos escandalosos de Leo Bakst y fue la primera en exhibir los diseños de Poiret. Luisa Casati consideraba que la belleza era arte, creatividad y diseño, que no existían barreras entre las artes plásticas, la moda o la joyería. Cartier se inspiró en la pantera de mentira que tenía en su palacio rosado para hacer su famosa pieza. También fue la madrina del manifiesto de la danza y todo lo que tuvo que ver con la vanguardia le interesó.
—Fue retratada por numerosos pintores. ¿Cree que buscó la inmortalidad a través de la pintura y que su vida real quedó atrapada en el reflejo que el arte daba de ella?
—Ella es la tercera mujer más representada del mundo. El magnetismo de su personalidad y su modernidad han trascendido a través de numerosos retratos y de las fotografías de Man Ray o Cecil Beaton, en los que posiblemente terminó quedando atrapada porque hubo un momento en el que no pudo soportar la realidad. De hecho, para sobrevivir en la última parte de su vida, como queda patente en la novela, tuvo que encerrarse en otras circunstancias vividas en el pasado y que fueron más felices, en esos reflejos que otros dejaron de su vida. Pero en el espejo mirar y ver son cosas muy distintas. Por eso los reflejos siempre son muy peligrosos.
—Tras la ruina económica, se enfrentó con dignidad a la derrota.
—Algunas personas que lean la novela o que hayan estudiado el personaje de la Casati probablemente pensarán que se mereció ese final de ruina y abandono. Y en cierto modo es así, porque ella fue una trituradora de fortunas, aunque también dio mucho a tantos artistas. Me gusta pensar que al final, cuando no tenía nada, no se arrastró y que nunca perdió la esencia de sí misma.
—Las dos Luisas, al igual que en Vértigo de Hitchcock, representan un juego de posesión, de vínculos a través de las historias de amor que viven.
—Ese juego de posesión, de atmósfera y de amores confundidos entre personajes, con el trasfondo del arte y la vida vivida con intensidad, es la parte que más me gusta de la novela, la que más trabajo me ha costado desarrollar. En esa posesión hay también un acercamiento al tema del original y la copia, y sobre todo al anhelo de trascendencia. Todos los seres humanos quieren dejar su huella imborrable en el mundo porque no se sabe qué hay detrás de la muerte, y de ese modo creen que no se van del todo. Una trascendencia que también tiene que ver con el amor o con su huella.
—Un amor que en ambas historias tiene mucho de complicidad intelectual.
—Cuando recorres la vida de Casati te das cuenta de las diferentes versiones que existen de la relación entre ella y D’Annunzio. Unos afirman que no fueron tan amantes como se decía, otros que solo eran amigos y algunos que lo único que les unía era la complicidad intelectual. Yo creo que fueron ambas cosas, cómplices intelectuales y grandes amantes, como deja claro la correspondencia que existió entre los dos y la intensa relación sexual que reflejo en la novela. Y eso sucede en las dos historias de amor, en las que se aprecia que lo que de verdad les importa también a Luisa Aldazábal y a Gabriel, lo que tiene sentido y hace que vean la vida de otra manera después de conocerse, sería imposible sin esa complicidad intelectual. Suelo decir que el amor es cabeza, corazón y sexo, y que sin atracción intelectual no existe el amor completo. Esa complicidad, que a veces puede darse también sola, fuera del amor, cuando conlleva una pasión por la piel hace que el sentimiento perdure mucho más, que sea inolvidable.
—El arte que absorbe la vida de los artistas y ellos todo lo que viven para plasmarlo. ¿La novela también es una historia de vampirismo?
—La vida, sobrevivir, es un puro acto de vampirismo. Es indudable que para que la vida tenga sentido vamos absorbiendo las cosas que de verdad nos impactan, las personas que nos emocionan, y de ese modo nos vamos volviendo vampiros. Donde hay algo o alguien de enorme intensidad siempre habrá quien trate de chupar hasta su última gota de sangre.