Antonio Fraguas, Forges: “Fui un pintarrajeador justiciero de mis libros de texto”
Lo más de la Historia de Aquí 1
Desde Atapuerca a Fefe Botesha, pasando por los árabes
Forges
Espasa
312 páginas | 22,90 euros
Hace ya 35 años, cuando en España se comenzaban a respirar libertades nunca antes conocidas, un humorista gráfico, que nunca se tuvo por buen dibujante, con la rapidez mental de un relámpago y la sorna de un Quevedo, que hasta no hacía mucho se ganaba la vida como montador de imágenes en Televisión Española, decidió ir contando a base de viñetas la Historia entera del país que le había visto nacer. Lo hizo entonces —¿cuántos españolitos no llenaríamos nuestra biblioteca de enciclopedias fetén de aquella manera?— usando la técnica de fascículo semanal. La primera Historia de Aquí que publicó Forges acudió religiosamente a los kioscos entre 1980 y 1981 para completar un total de tres tomos. Con los años Antonio Fraguas de Pablo, Forges (Madrid, 1942) para la historia del humor gráfico, fue añadiendo períodos históricos de la historia cañí,que ya había adelantado en 1977 con su visión del franquismo, Los Forrenta años. Y siempre desde el humor inteligente e informado, que vacuna contra los nacionalismos y “contra muchas cosas, como la intransigencia, la intolerancia y la verdad absoluta”, asegura. Así, este sujeto que parece encarnar como nadie la irónica canción del dúo Astrud “Hay un hombre en España que lo hace todo”, ha publicado libros ilustrados de humor sobre cómo manejar un ordenador, qué narices es eso de internet, los mundiales de fútbol del 80 o la mismísima Constitución española. Pero, sobre todo, mucha Historia. Nuestra Historia, esa de la que, asegura “desconocemos el 90% de lo que hicieron nuestros abuelos y el 10% restante, nos lo han contado interesadamente, es decir: mal”.
Hablamos con Forges porque en estos días vuelve a las librerías una nueva versión de aquella Historia de España a la que ha añadido secuencias y capítulos al final, cuando aún no se había desplomado ni el Estado del Bienestar que entonces se construía, ni Iniesta nos había hecho campeones del Mundo. “En realidad lo único que he hecho es actualizar la obra original desde sus orígenes a nuestros días”, dice el humorista quien, como siempre ha contado con la impagable labor de documentación de su esposa, que no se llama Concha, sino Pilar Garrido. Esta nueva edición se lanzará en tres tomos durante este año. El primero de ellos arranca precisamente con el Hombre de Atapuerca y culmina con José Bonaparte, Fefe Botesha en el decir forgiano, caracterizando con su chelismo setentero la proverbial querencia al moscatel del hermano de Napoleón.
La Historia de Forges es una historia que entra por los ojos y se lee con la corbata desatada para bien reír. No es aventurado afirmar que más de un estudiante se habrá apoyado en esta forgespedia llena de viñetas a todo color para solventar con gallardía un control sorpresa. Uno se imagina al Forges niño, quien siempre se confesó mal estudiante, en la Era del Pupitre y siendo el segundo de nueve hermanos en tiempos de escasez y no sabe bien si fue uno de esos niños que forraban sus libros de texto o de esos otros que añadían dibujos y comentarios desternillantes al retrato de Felipe II. “Sí, yo fui más bien pintarrajeador justiciero. En realidad soy un humilde escolar que sufrió mucho sospechando que la Historia que nos contaban en el cole era un cúmulo de falsedades interesadas”, confiesa, como no podía ser de otra forma, el dibujante español más conocido junto a Francisco Ibáñez, con quien guarda no pocas avenencias. Sus Marianos tienen algo de Mortadelos, el cachondeo hacia lo carpetovetónico es similar, ambos son miopes y gastan frente despejada, curran como japoneses y comparten cierto sentido del humor brugueril: “Cuando yo era un niño, Ibáñez era uno de mis ídolos. Para mí era como un Dios superior e inmarcesible: le admiraba absolutamente… bien; pues ahora que soy mayor, mi admiración es mucho mayor… y sí, es cierto, confieso: intento dibujar con su maestría, pero nada: no le llego ni a la suela del zapato. La verdad, en lo único que le supero es en matita pelo, pero tampoco mucho” admite con guasa, para luego desvelar el porqué de la miopía global de sus personajes. ¿Acaso venganza secreta de las chanzas de otros escolares hacia el gafitas cuatrojos que fuera de niño? “No, no; es que como no sé dibujar muy fluidamente, me es más cómodo pintar unas gafas que dos ojos”, admite este hombre que jura besándose los dedos en cruz que jamás ha repetido un chiste, y cuya jornada laboral está perfectamente organizada: “Cuatro horas de tablero y 12 de conexión con los medios”.
Hace ya 35 años, un humorista gráfico, con la rapidez mental de un relámpago y la sorna de un Quevedo, decidió ir contando a base de viñetas la Historia entera del país que le había visto nacerForges, que reconoce que siempre habrá límites en el humor “a la hora de publicar el pensamiento humano, pero no a la hora de pensarlo interiormente”, aclara que en toda su vida profesional jamás ha sido “aconsejado por ningún director sobre lo que se puede decir o no en algún medio”. Y comparte su receta para que después de tantos años su humor no envejezca: “Mandar tu dibujo al medio donde publiques como si fuera el primero que te van a publicar… y pensando que tiene que ser tan bueno que el director del medio te pida, por lo menos, el siguiente”. ¿Y quiénes son los Chummy Chúmez, Rábago, Máximo y Forges de hoy, quiénes le hacen reír? “Hay gente buenísima: como ejemplo pondría a Moderna de Pueblo y a Malagón”, escribe este hombre que ha luchado para que en España pueda estudiarse el humor desde una vertiente académica: el Instituto Quevedo del Humor, “un centro de investigación sobre el humor con cobertura universitaria de Alcalá de Henares, que es reconocido oficialmente y que hasta imparte maestrías, cursos y seminarios de grado”.Entre Abderramanes, Trajanos, Rodrigos, Austrias y Tempranillos, Forges tiene difícil elegir sus momentos y personajes favoritos de su Historia de aquí, pero se lanza: “Mira, mis momentos favoritos son todos aquellos en que brilla la solidaridad de los pueblos ancestrales en la vieja Iberia. Y de los malos momentos, no borraría ninguno porque la Historia está, también, para recordar a los humanos que los pueblos que se olvidan de su historia, están obligados a repetirla y, en muchas ocasiones, son obligados a repetirla. Y personajes… muchos… sobre todo los anónimos…, pensemos por ejemplo en seis españoles en la procelosa selva venezolana, hace 500 años, discutiendo entre ellos qué camino seguir para llegar a Eldorado… o en Fidalgo, que fue el primer europeo en llegar a Alaska, fundando las ciudades de Cordova y Valdez, en homenaje a su tierra y al apellido del virrey que le había comisionado”.
—Y para acabar, Forges, ¿qué hechos ha tenido que añadir a esta nueva edición que le hacen sentirse mejor y cuáles le hacen sentir mayor vergüenza?
—Lo peor, la sangrienta cerrazón de ETA y la avaricia arruinadora de tantas vidas del sistema financiero. Y lo mejor, los cuarenta años de libertad, que es eso que mucha gente no sabe lo que es, precisamente porque la tiene y no la echa en falta.