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Una soledad relativa

Álvaro Pombo  |  Firma invitada · Mercurio 175 - Noviembre 2015
  • In Firma invitada · Mercurio 175
  • — 28 Oct, 2015
© Astromujoff

© ASTROMUJOFF

Para evitar indeseables generalizaciones, me ocuparé de un único caso: el de Juan Ramón Jiménez, tal y como aparece en una entrevista de Pablo Suero titulada “Entrevista con el más puro poeta elegíaco de España. España levanta el puño”. (Noticias gráficas, Buenos Aires, 1935, reproducido en Por obra del instante, edición de Soledad González Ródenas, Fundación José Manuel Lara, 2013). JRJ es un poeta puro, “nada más que poeta” —nos dice Pablo Suero—. Al llegar a su casa, recuerda el entrevistador una frase de JRJ: “Mi vida ha sido siempre dulce y aislada. Se puede decir que no he vivido nunca en las calles”.

He aquí el caso de un escritor muy puro, con una voluntad de soledad y torre de marfil características. ¿Qué clase de compromiso puede tener con la sociedad en que vive? ¿Cabría preguntarse lo mismo de un primer violín o de un físico cuántico? Cualquiera de estos profesionales, vistos de cerca, en el ejercicio de sus exigentes y restringidas especialidades, puede dar la impresión extraña de no tener más compromiso que el propio de su especialidad. Por supuesto, cada uno de ellos puede tener —como los tuvo JRJ— compromisos concretos con su sociedad, con su esposa o con sus amigos. JRJ, por ejemplo, se muestra en la entrevista de Suero feroz con la generación de jóvenes poetas. Fue sumamente injusto, como todo el mundo sabe. ¿Fue esa ferocidad una forma de compromiso? Cabría decir, atendiendo a la cita inicial, que JRJ es un impostor, porque nunca fue tan dulce y aislado. Por otra parte, siempre tuvo vecinos a quienes aborreció, porque hacían ruido. Y tuvo, en su piso de Diego de León, estrepitosos tranvías que lo perturbaban. Y tuvo que responder a preguntas acerca de si era comunista. Respondió, por cierto, con cierta incongruencia incómoda, que era un comunista individualista. Fue un exiliado célebre. Convivió con una mujer maravillosa, Zenobia Camprubí. Ganó el premio Nobel. Por suerte, diríase, la vida le comprometió de lleno. ¿Pero comprometió también la vida su poesía pura? En la primera línea de “Espacio” leemos: “Los dioses no tuvieron más sustancia de la que tengo yo”. En otro poema, célebre también, se dice: “Bien sé yo que cuando el hacha de la muerte me tale / se vendrá abajo el firmamento”. Lo bueno de estas dos afirmaciones es que son ambas verdaderas. El solipsismo del poeta en la segunda frase coincide con el nuestro: cuando el hacha de la muerte nos tale a cada cual, se vendrá abajo el firmamento. Y la primera describe el carácter ficticio de la sustancia de los dioses. Los dioses son ficciones, y la obra de JRJ también: por eso tiene su misma sustancia. Negar el compromiso, sin embargo, por muy puro que se pretenda ser, es una exageración, una bobada. Los poetas mienten mucho, dijo uno de los más grandes.

El concepto de compromiso estuvo de moda tras la Segunda Guerra Mundial, en los años cincuenta, con la poesía y novela sociales. El defecto de aquellas posiciones fue que se pretendía que un escritor se ocupase, en cuanto escritor, de asuntos político-sociales diversos. En nuestros días, un “escritor comprometido” tendría que escribir acerca de la emigración masiva del Oriente Medio o sobre el paro juvenil. Es concebible, sin embargo, un escritor que no escriba sobre ninguno de esos temas candentes y actuales y continúe siendo un escritor comprometido a fondo con su sociedad. Creo que, a su manera estrambótica, JRJ lo fue. Y creo que el concepto de compromiso del escritor sólo desfigura la esencia de la creación imaginativa. Debe hablarse, por consiguiente, de una relación indirecta de la obra literaria con su mundo. La luz que emite la obra de un escritor concernido con su mundo es indirecta y metafórica. No tiene que escribir acerca de la emigración, tiene que escribir perfectamente sobre los contados temas únicos que forman y constituyen su imaginario único.

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