Señales de humo(r) en la literatura española
El humor en la literatura puede hacer pensar y crear conciencia o puede ridiculizar al poder y demostrar que hasta la idea más solemne es otra forma del disparate
Cada vez que alguna revista se propone dedicar unas páginas al humor en la literatura, es imprescindible invertir unas cuantas líneas en aclarar lo que no queremos decir, porque todavía hay que disculparse por hacer reír a los lectores, pudiendo indignarlos, deprimirlos, escocerlos o desasosegarlos. Lo diremos una vez más: el humor en la literatura puede hacer pensar y crear conciencia o puede ridiculizar al poder y demostrar que hasta la idea más solemne es otra forma del disparate.Por lo tanto, apurado el trámite necesario para obtener la indulgencia de los severos, los modorros, los intensos, los campanudos y los comprometidos, me dispongo a levantar el inventario de mis hermanos de buena leche.
Los dinosaurios que ya estaban allí
Todavía en el siglo XX el humorismo literario era una sensibilidad muy respetable, hasta que Sartre, el realismo social y el Marxismo de Carlos —que no el de Groucho— provocaron la primera glaciación de la literatura española. Así, los dinosaurios que ya estaban allí son los mismos que desde la década de los ochenta se atrevieron a romper el hielo.
Aquilino Duque (1931): Su trilogía gaditana, formada por La operación Marabú (1966), Los consulados del Más Allá (1966) y Los agujeros negros (1978), conecta nuestra era más bien aburrida con la vanguardia más gamberra. Sus últimas contribuciones al humorismo son El piojo rojo (2004) y La loca de Chillán (2007).
Eduardo Mendoza (1943): Desde la aparición de El misterio de la cripta embrujada (1979) ha practicado la parodia del género negro y la caricatura de la actualidad en El laberinto de las aceitunas (1982) y La aventura del tocador de señoras (2001). Sin noticias de Gurb (1992) se ha convertido en un long-seller del género y su último título humorístico es El enredo de la bolsa y la vida (2012).
Cristina Fernández Cubas (1945) ha escrito libros extraordinarios donde el humor forma parte de lo inquietante y lo sobrenatural, como Los altillos de Brumal (1983) o El ángulo del horror (1990), por no hablar del risueño repaso de sus memorias. Su última novela es La puerta entreabierta (2013).
Eduardo Mendicutti (1948): Autor de algunas de las novelas contemporáneas más divertidas, como Una mala noche la tiene cualquiera (1982), Los novios búlgaros (1993), Yo no tengo la culpa de haber nacido tan sexy (1997) y Duelo en Marilyn City (2003), entre otras. Su libro más reciente es Otra vida para vivirla contigo (2013).
Quim Monzó (1952): El humor negro de Monzó es único y además todoterreno, pues lo pasea por el cuento, la novela y el artículo. No hay que perderse El porqué de las cosas (1994) y El mejor de los mundos (2002). Su título de ficción más reciente es Mil cretinos (2008) y ha recogido sus columnas humorísticas en Esplendor y gloria de la Internacional Papanatas (2010).
Felipe Benítez Reyes (1960): Benítez Reyes siempre apostó por el humor y así lo ha demostrado en libros de relatos como Un mundo peligroso (1994), novelas como El novio del mundo (1998), compilaciones de artículos como El ocaso y el oriente (2000), poemarios como Vidas improbables (1995), ensayos como Palco de sombra (1997) y la edición de las entradas de su blog en Las respuestas retóricas (2011). Cada cual y lo extraño (2013) es su último libro.
Sergi Pàmies (1960): El humor de Pàmies nace muchas veces del absurdo y termina siempre en la melancolía. Me gustan especialmente Debería caérsete la cara de vergüenza (1986) y El último libro de Sergi Pàmies (2000). Acaba de publicar los relatos de Canciones de amor y de lluvia (2014).
Mercedes Abad (1961): Exploró el lado desenfadado y lúdico del erotismo para luego cambiar de registro en Sangre (2000) y El vecino de abajo (2007). Su libro más reciente son los cuentos de Media docena de robos y un par de mentiras (2009).
Hipólito G. Navarro (1961): Biólogo interruptus por culpa de sus veleidades literarias, toda la narrativa de Navarro está marcada por el humor. El cielo está López (1990) fue su primer libro de cuentos y El pez volador (2008) es la antología más reciente.
‘Homo ridens’
A partir de los noventa, el humor en la literatura se convirtió en parte del paisaje literario. Las suspicacias eran las mismas, pero la calidad del nuevo homo ridens dejó en evidencia a sus enemigos.
Juan Bonilla (1966): Debutó con 25 años de éxitos (1993), libro que venía precedido por sus desopilantes reseñas en el suplemento jerezano “Citas”. Autor de registros diversos, Bonilla es capaz de espolvorear su sentido del humor por ensayos, poemas, cuentos y novelas. Me encantan El que apaga la luz (1994), La noche del Skylab (2000) y Tanta gente sola (2009). Su última novela es Prohibido entrar sin pantalones (2013).
Antonio Orejudo (1963): No es autor que se prodigue demasiado, pero le debemos dos novelas divertidas y memorables: Fabulosas narraciones por historias (1996) y Un momento de descanso (2011). Extraordinarias.
A partir de los noventa, el humor en la literatura se convirtió en parte del paisaje literario. Las suspicacias eran las mismas, pero la calidad del nuevo ‘homo ridens’ dejó en evidencia a sus enemigosFernando Royuela (1963): Cuando el tremendismo parecía que ya había dado todo de sí, Royuela irrumpió con tres libros fastuosos: Callejero de Judas (1997), La mala muerte (2000) y El rombo de Michaelis (2007). Su última novela es Cuando Lázaro anduvo (2012).
Rafael Reig (1963): Reig no es capaz de prescindir del humor, ya se trate de novelas como Sangre a borbotones (2002) o de los ensayos reunidos en Manual de Literatura para caníbales (2006). Me gusta la irreverencia de Guapa de cara (2003) y conviene no perderse sus novelas más recientes: Todo está perdonado (2011) y Lo que no está escrito (2012).
Montero Glez (1965): Gamberro, canalla, irreverente y sobre todo políticamente incorrecto, Montero Glez se dio a conocer con Sed de champán (1999) y desde entonces nos ha regalado títulos impagables como Manteca colorá (2005) y Pólvora negra (2008). Polvo en los labios (2012) es su novela más reciente.
Iban Zaldua (1966): Nadie como Zaldua ha sido capaz de reírse de los nacionalismos, a través de títulos como La isla de los antropólogos y otros relatos (2002), Si Sabino viviría (2005) y Mentiras, mentiras, mentiras (2006). Su último libro [traducido] es La patria de todos los vascos (2009).
Román Piña Valls (1966): Apostó por el humor en Museo del divorcio (2002) y desde entonces se desató. He disfrutado con los cuentos de La bailarina rusa (2004), el disparate turístico de Viaje por las ramas (2004) y sobre todo con Gólgota (2006), la primera novela sobre la burbuja inmobiliaria, antes de que reventara. Sus últimas novelas son Stradivarius Rex (2009) y El general y la musa (2013).
Juan Bas (1959): Ha convertido en objetivo de sus sátiras al nacionalismo vasco —Alacranes en su tinta (2002) y Voracidad (2006)—, lo que no le ha impedido dirigir el estupendo Festival “La Risa de Bilbao”. Su novela más reciente es Ostras para Dimitri (2012).
Los que ríen últimos
Creo que el futuro del humor en la literatura española solo puede mejorar, porque se han unido a la causa cinco autores que vienen gozando fuerte. Primero Manuel Vilas (1962), que avisó con España (2008) y que acaba de poner una picha en Flandes con El luminoso regalo (2013). A continuación David Roas (1965), con los cuentos de Distorsiones (2010) y La estrategia del Koala (2013), novela tan descojonante como El asesino hipocondríaco (2012) de Juan Jacinto Muñoz Rengel (1974). Y junto a ellos Marta Sanz (1967), con su delirante Daniela Astor y la caja negra (2013), y Patricia Esteban Erlés (1972), maestra del humor negro con Manderley en venta (2008), Azul ruso (2010) y Casa de muñecas (2012).