Naturaleza interior
Por si se va la luz
Lara Moreno
Lumen
328 páginas | 17, 90 euros
Por si se va a luz es una novela que no admite bisturí para su análisis. No se puede entender si la diseccionamos y contemplamos cada una de sus partes por separado. O sí, pero le restaría valor; el valor de ser una primera novela reveladora (y rebeladora, por rupturista, por experimental…), un texto identificativo, como el dedo índice de un niño delante de un escaparate, de una voz nueva, de talento desbocado pero estilo contenido; la obra que nos va a servir de pista para encontrar a una joven autora, personalísima, lírica, de bellísima melancolía, pausados tempos y ambición literaria. Una primera novela tan sólida que juzgarla por sus pequeños cómputos parciales sería empobrecer este trabajo que ya ha sido descubierto por los ojeadores más avezados de novedades literarias —los libreros— y ha sido ya galardonado por el gremio como el Nuevo Talento FNAC de Literatura 2013.
Ella es Lara Moreno (Sevilla, 1978), periodista de formación, editora y hasta la fecha, autora de un puñado de relatos y versos a los que uno, tras la lectura de Por si se va la luz está deseando acercarse, como si en ellos estuviera la clave, el origen desconocido, casi inexplicable, de esta irrupción en la literatura de largo aliento con la solvencia y la confianza de quién parece no haberse querido precipitar hacia la frívola tentación que es en muchas ocasiones la experiencia editorial. En cierta manera, este libro intimista, que posee mucho de viaje iniciático y de reflexión generacional, tiene concomitancias con otros autores de su misma hornada y coordenadas geográficas (Andalucía) —ya hay quien apunta su cercanía a otra de las novelas que también fue una sorpresa y un fenómeno el pasado año, Intemperie, de Jesús Carrasco—, y le une a sus compañeros de viaje esa indiscutible vocación de crear literatura, su lirismo desnudo y la solidez impropia de una primera obra.
En Por si se va la luz, Lara Moreno narra en dos partes, invierno y verano —como quien no admite vientos templados y sólo se acerca a climas y experiencias radicales— la historia de una pareja de urbanitas que huye al campo, a un pueblo extrañamente poco contaminado de civilización, para encontrar su verdadera naturaleza interior. Él es Martín, un investigador atormentado por la extinción de los recursos naturales, y ella Nadia, una artista frágil y melancólica. Ambos deciden romper con su forma de vida en un intento suicida por encontrarse como pareja en medio de la nada: apenas tres casas y dos riscos, cuatro aldeanos en las antípodas de sus vidas y una vieja máquina de escribir “por si se va la luz”.
Moreno ha escrito una novela con múltiples voces. Leemos a Nadia y Martín, pero nos hablan también otros personajes, incluso un narrador convencional, omnisciente, que no participa de la acción. Y todo, flotando en una corriente de ritmo lento, reflexivo, como una concatenación de pensamientos estancados que no pretenden llegar a ninguna conclusión, sino a que el pasar de los días, y de las cosas, transcurra más bien dentro de uno mismo sin influencia alguna de los estímulos externos. Lara Moreno roza lo ensayístico, con lo que bien podría ser un estudio sobre la condición humana en situaciones límites y nuevas, en una narración tan radical a veces y apegada a lo sensorial como el paisaje físico y humano por el que transitan los personajes.