Política ensangrentada
Los corruptores
Jorge Zepeda Patterson
Planeta
416 páginas | 18 euros
Quienes conocen el paño aseguran que cada país posee su propia forma de criminalidad, que inspira a su vez genuinos estilos de novela negra. Basta pensar en los países escandinavos, en China o en el Mediterráneo para entender que la idea no va descaminada. En el caso de México, que ha dado a la imprenta títulos memorables que van de El complot mongol de Rafael Bernal —recientemente rescatado por Libros del Asteroide— a las espléndidas narconovelas de Élmer Mendoza, cabría hablar de una tendencia a las tramas enrevesadas, fundadas sobre la profunda raigambre de la corrupción institucional, y combinadas con una brutalidad estremecedora, síntoma de la progresiva caída del valor de la vida humana. En esta tradición se inscribe el debut como novelista de Jorge Zepeda Patterson, bien conocido en su país como periodista y analista político, quien no disimula ninguna de estas dos facetas a la hora de abordar una ficción de largo aliento. De hecho, Los corruptores podría leerse como una exploración de la selva política mexicana de las últimas décadas: bastaría para ello retirar el andamiaje argumental, traduciendo algunos diálogos al lenguaje ensayístico, aunque la obra perdería gran parte de su atractivo.
La historia de Los corruptores es la de un grupo de amigos de los años juveniles, autodenominados Los Azules, cada uno de los cuales ha tomado en la vida un camino diferente. El hallazgo del cadáver de una exuberante actriz, Paloma Dosantos, con inequívocos signos de violencia, hace que uno de ellos, Tomás, periodista de profesión, redacte una crónica que puede poner en apuros a uno de los tipos más poderosos del nuevo gobierno, Salazar. La crisis que se desata a partir de dicha publicación provoca que los caminos divergentes de Los Azules vuelvan a cruzarse, y permitirá que evaluemos lo que el tiempo hizo con cada uno de ellos, qué sueños cumplieron y qué promesas traicionaron.
Sorprende la sencillez del planteamiento de la novela, estructurada en capítulos cortos y narrada en tercera persona, en contraste con la endiablada complejidad que van adquiriendo los entresijos políticos del caso. También resulta llamativo el relieve del habla mexicana que Zepeda Patterson lleva al papel haciendo gala de un notable oído, pero sin llegar nunca a ser un obstáculo para la comprensión.
Los peligros más evidentes de la historia, sobre todo el de caer en el melodrama merced a ciertos sentimentalismos y tórridas escenas de amor carnal, son suficientemente sorteados por el autor que aviva la ficción sobre la realidad de un país en vilo con una subtrama cibernética muy bien armada, que logra llevar al lector, con creciente curiosidad, hasta el desenlace.