Aria del inversionista
Memorial del engaño
J. Volpi
Alfaguara
480 páginas | 18,50 euros
No se desvelará nada nuevo si se alude aquí al uso de la ironía y del afilado sentido del humor en las narraciones de Jorge Volpi (Ciudad de México, 1968). También se vale de ellas, y al modo de un estilete, para afrontar este largo texto esclarecedor de los oscuros tiempos que corren y de su génesis: la profunda crisis económica y el desplome de un sistema financiero que parecía autorregularse y producir beneficios sin cuento y sin fecha de caducidad. “Cayó Roma, cayó Constantinopla, cayó el Muro de Berlín, cayeron las Torres Gemelas, ¿cómo no habría de derrumbarse una entelequia más endeble, más etérea, como el capitalismo global?”, afirma Volpi en las últimas páginas de su Memorial del engaño. Y para desentrañar lo ocurrido, elige la voz de un gran estafador (15 mil millones de dólares), a imagen de Madoff, solo que huido de la justicia, un prófugo inversionista sin escrúpulos, llamado, precisamente, J. Volpi, que se confiesa ante el lector −más para entender y hacer entender que para arrepentirse o justificarse−. Opta Volpi por darle a su novela la estructura de una ópera tan seria como bufa, con obertura, tres actos y veinticinco escenas de título disparatado. Es la historia de una gran y prolongada estafa, que se remonta atrás en el tiempo, hacia los años de la Segunda Guerra Mundial y de la Guerra fría, para contarnos el auge y caída de una saga familiar de origen judío polaco, pero sobre todo para relatar el tsunami de un sistema capitalista manejado por una banda de despreciables truhanes que se enriquecieron vendiendo humo.
Investigar y entender la historia del padre, Noah Volpi (que trabajó en el Departamento del Tesoro hasta caer en desgracia en tiempos de la caza de brujas y las sospechas de actividades comunistas antiamericanas) es ir desvelando un gran secreto a lo largo del libro. En ello se afana el protagonista para sacar su propio retrato autobiográfico, que no solo es la crónica de un macro-fraude a lo Ponzi, sino también la explicación de su origen, la relación con sus progenitores, sus matrimonios, divorcios, la odiosa paternidad, sus años de formación, amistades, aventuras homosexuales… Pero su voz (a menudo odiosa y teñida de un cinismo esteta) es una más en esta ópera coral donde también los poderosos entonan sus arias/alegatos. Acompaña la narración con algunas fotografías “de familia” y de personajes de época en un juego volpiano, indiscernible entre la realidad y lo inventado, entre la sólida documentación de época y la buena ficción. Resulta de verdad interesante la caracterización de la horterada de nuevos ricos en la que buena parte de la cúpula del mundo financiero y sus superejecutivos se movían en estos últimos años, y aterra pensar que estuviésemos en manos de personajes de ese calibre, que supieron, al tiempo, buscar “la ingenuidad y la avaricia” del ciudadano y “dividir el riesgo con la anciana del 4”. Volpi nos mete de lleno en tiempos de paranoia del FBI, de espías y de información pasada a los soviéticos; nos habla de venganzas, delaciones, amistades traicionadas, hipocresía y doble moral, pero también de la permisividad y connivencia de las sucesivas administraciones norteamericanas ante los riesgos obvios de la ingeniería financiera y sus derivados tóxicos. “Siempre hemos ganado cuando otros han perdido”, afirma un inversionista, mientras el escritor Volpi hace ver que solo unos pocos chivos expiatorios pagaron por el fraude. Y, sobre todo, la gran masa anónima de ciudadanos.