Ignacio Martínez de Pisón: “La familia es el gran ámbito de la tragedia”
−La buena reputación es una novela sobre cómo una herencia determina la vida.
−El testamento es el último gran acto de libertad que hace una persona. Y en esta historia es la manera con la que el personaje de Mercedes aspira a gobernar el destino de sus descendientes. Ella otorga a sus nietos un proyecto con la idea de cambiar sus vidas para hacerlos mejores, sin tener en cuenta que también está generando nuevos conflictos entre sus hijas. Una decisión que conlleva la pregunta de la herencia, no solo material, que recibimos y la de por qué tratamos mejor a los hijos más conflictivos y peor a quienes están sometidos a nuestra voluntad. Por qué a veces premiamos a quienes menos se lo merecen.
−La familia protagonista es judeocristiana y hay un eco bíblico en los nombres de los personajes y sus relaciones. ¿La religión como argumento para cuestionar el sentido de pertenencia a una comunidad?
−La Biblia es una especie de Shakespeare. Es un catálogo de historias míticas que podemos ver reflejadas en nuestra realidad y en la propia condición humana. El enfrentamiento entre marido y mujer, hijas y hermanos, refleja cómo la condición religiosa de cada uno explica sus vidas y produce un choque entre modernidad y tradición. El conflicto que marca el matrimonio de Samuel y Mercedes. Un judío que apuesta por el individuo al margen de la comunidad, y que en los momentos de incertidumbre se vuelve hacia el grupo al que pertenece buscando protección. Y Mercedes que se vuelve más católica como réplica a la crisis conyugal con Samuel. Los dos terminan buscando un sentimiento identitario, que abre un abismo entre ambos, como si en sus raíces fuesen a regenerarse. La pertenencia es una necesidad atávica que generalmente provoca que nos enfrentemos los unos con los otros. Una de las peores consecuencias de esta crisis es la vuelta a la tribu. Que los derechos que la democracia nos otorga como individuos recaigan en la comunidad que se los adjudica a las naciones, a las etnias.
−Dentro de la trama narra una operación de los Servicios Secretos israelíes relacionada con el final del éxodo judío y el regreso al recién creado Estado de Israel.
−Se ha escrito muy poco de este episodio que fue muy interesante porque el Mosad organizó en la España franquista, que no reconocía al Estado de Israel, un rescate de los judíos que vivían en Marruecos y que huían rumbo a Israel o hacia otros destinos. Aunque primero hubo otro éxodo de Marruecos a Melilla que dio lugar al barrio de El Polígono, porque allí se les permitía la libertad de culto que se les negaba en la Península. La historia de los judíos está marcada por diferentes éxodos que les impidieron arraigar en un sitio. También en esos años se produce el éxodo de los españoles del norte de África que, al desaparecer el Protectorado, tienen que ir a vivir a la Península que es su país aunque no tienen ninguna experiencia afectiva que los vincule a ella.
−¿Melilla es la última frontera?
−Melilla es la historia fascinante y comprimida del siglo XX. Una ciudad que pasó de la opulencia que conllevó la guerra de África a ser un importante enclave por el que la Guerra Civil cruzó hacia la Península y a tener una época de prosperidad con el Protectorado hasta convertirse hoy en la última frontera entre la riqueza de Europa y la pobreza de África, con un terrorífico coste humano. En un siglo la historia de Melilla es la historia del mundo.
−La familia vuelve a ser la protagonista de su novela. ¿El lugar donde se cocina la naturaleza humana?
−La familia es el gran ámbito de la tragedia. En su territorio se desarrolla lo mejor y lo peor del ser humano. Por mucho que hayan cambiado las maneras de conformar una familia, en su estructura sigue existiendo el mismo vínculo de pertenencia y la misma tendencia al amor eterno, a la rivalidad, a la deslealtad, a la traición. Lo que estamos haciendo cuando contamos novelas familiares es revivir las historias que ya contaron los clásicos griegos.
−Uno de los conflictos entre los personajes son los secretos que conllevan el peso de la culpa.
«Una de las peores consecuencias de esta crisis es la vuelta a la tribu. Que los derechos que la democracia nos otorga como ciudadanos recaigan en la comunidad que se los adjudica a las naciones, a las etnias»−Me gusta contar una parte de la historia a través del punto de vista de un personaje y otra parte desde la mirada de un personaje distinto. Cada parte de la historia que conoce cada personaje es el negativo de los secretos de los otros. La misma relación de intimidad que tenemos con nuestra familia es una relación salpicada de secretos. Igual que les sucede a las dos hermanas cuyos secretos generan otros nuevos que provocan un conflicto que se va enquistando hasta convertirse en indisoluble. Me gusta que el lector, al tener toda la información, sea como un pequeño dios que conoce los secretos de cada personaje. En una historia protagonizada por una familia judeocatólica tenía que estar presente esa pugna constante entre la culpa y la redención que se da en todos los personajes. Cada uno es consciente de aquello que ha hecho mal y aspira a su redención. El sentimiento de culpa es lo que nos hace mejores.−La evolución de esta familia también es un viaje de ida y vuelta entre Melilla y Zaragoza.
−Al contar esta historia tan cerrada quería que cada uno de los personajes viviese ese conflicto entre sus propias raíces y el lugar al que la vida le ha llevado. De ese modo hay dos conflictos que se cruzan. Por un lado el de Mercedes que nace en Zaragoza, funda su familia en Melilla y vuelve a Zaragoza, y por otro lado el de su hija Miriam que ha nacido en Melilla, funda su familia en Zaragoza y necesita volver a sus orígenes. Cada una enfrentada a un viaje de ida y vuelta que también permite construir una novela circular.
−El peso de la historia recae en un complejo caleidoscopio de signo femenino. ¿La representación del cambio social de España a finales de los años cincuenta?
−La hegemonía masculina termina cuando Samuel acaba de gobernar los destinos de su familia y a partir de ese momento son las mujeres las que se organizan y toman el peso de la trama. Incluso los nietos renuncian a tener un protagonismo en los negocios familiares porque hay mujeres de una personalidad mucho más fuerte. El rumor de fondo de la novela es ese rumor de cambio de la sociedad española que, entre finales de los años cincuenta y los ochenta, también propició que las mujeres se aproximasen a una equiparación con el hombre. Lo único que tardó más en llegar fue el divorcio que durante la II República fue algo inmediato y en España hubo que esperar seis años desde el inicio de la Transición. Me gustaba que una de las hijas de Mercedes fuese de las primeras mujeres en acogerse a ese cambio.
−En sus novelas la clase media siempre es la protagonista. ¿Una herencia de la narrativa norteamericana?
−Los personajes tienen una preocupación por la faceta de su vida que ofrecen públicamente y que es muy diferente de la que reconocen en el seno familiar. Esa es una de las claves para analizar cómo es la clase media. Y no podríamos entenderla si no hurgásemos en ese permanente conflicto que sus miembros tienen entre la imagen pública y la realidad privada. Mis novelas, igual que las de tantos escritores norteamericanos, hablan de personajes que se reconocen en esa clase media y su relación con el trabajo, con el dinero, con el ascenso y descenso en el escalafón social. Soy un defensor de la clase media porque su crecimiento social fue lo que nos trajo lo mejor de la democracia, de la cultura, de la convivencia en las grandes ciudades. Muchos de los conceptos de los derechos humanos y de las personas que ahora nos parecen indiscutibles solo se explican por ese ascenso de las clases medias. Me sorprende que los escritores no presten atención a esta clase que es protagonista de nuestra historia.