Un hombre de barro
Lo que a nadie le importa
Sergio del Molino
Mondadori
256 páginas | 16,90 euros
Tiene el narrador, que se llama Sergio, tan pegado al lector a estas fabulosas memorias familiares, que parece que lo son, que de vez en cuando cae en la tentación el narrador, que se llama Sergio, de parar, mirar fijamente al lector y decirle, ojo, que estas memorias familiares que estoy escribiendo es lo más fabuloso y ficticio que he escrito nunca. Y el lector, convencido, deslumbrado, lo cree. ¿De qué realidad podía haber sacado el narrador, que se llama Sergio, un personaje de ficción tan extraordinariamente bien armado como José Molina? Su abuelo materno, un personaje hecho de silencios de presencias, no de ausencias. Un hombre de una arcilla especial con la que el narrador, que se llama Sergio, ha escrito una sólida novela de familia, una historia sin mayúsculas, pero llena de historias, de fabulosas cotidianidades. Un material de lo más seguro con el que da forma a las cosas que a nadie le importa.
Frente a su hermosísima y conmovedora novela anterior, La hora violeta, ese cuaderno de bitácora sobre un un dolorosísimo viacrucis hospitalario, sin concesiones ni un sentimentalismo inoportuno que lo echara a perder, que dejaba sin aire al lector como un fuerte puñetazo en el estómago al contar el proceso de la muerte de su hijo de dos años, víctima de una leucemia especialmente cruel, Sergio del Molino ha escrito ahora una espléndida historia familiar. La suya,o no, tanto da, y ha compuesto, a través de las huellas de los silencios de su abuelo materno, el suyo, o no, tanto da, un brillante mosaico en el que hay guerra civil −el frente de Teruel−, dura posguerra madrileña y un salir adelante, silencioso pero sin dejar de dar un paso adelante, tesela a tesela, para que el mosaico al final resulte ser el paisaje que el narrador ha pretendido que fuese. Sergio de Molino, habla de la guerra civil, sí, y de la posguerra atroz, y de una familia sin historia o con tanta historia como la de los demás, a través de ese callar, continuado −para una frase que dice al final de su vida le revuelve tanto al narrador, su nieto, que éste ha escrito esta novela para darle cuerpo a la frase: está al principio y al final, búsquenla−, ese callar de un honrado empleado desde el principio de El Corte Inglés.
El autor demuestra que se puede seguir escribiendo sobre el pasado de la guerra y sus consecuencias, si se tiene una particular manera de mirar −y Molino la tiene: me gusta especialmente cómo madrileñea ese tiempo de reconstrucción forzosa a orillas del Manzanares y qué partido literario le saca a la Sierra, esa memoria colectiva tan madrileña− y sobre todo si se consigue sacar de la nada o de una caja llena de viejas fotos o de tu propia memoria si dejas que esta vuele libre a un personaje tan estupendo como ese abuelo aragonés, que pertenecía −dice el narrador− “a la pandilla de los tipos duros que no bailan ni lloran”.