Luces y sombras de la copia
en la edición digital
El libro digital reduce los costes, multiplica la oferta y aumenta la difusión, pero el cambio de modelo no está exento de incertidumbres. Sin embargo, hay razones para el optimismo
Los libros en formato digital se benefician de dos características diferentes de las que poseen cuando son editados en papel: el coste de la copia es casi cero y el de distribuirla es igualmente próximo a cero. Es posible crear infinitas copias de un título sin necesidad de talar árboles, procesarlos y convertirlos en un sustrato sobre el que va impresa la tinta. Esto hace que en el mundo digital el coste necesario para la generación y transmisión de contenidos sea tan pequeño que las posibilidades de difusión se multipliquen. El nulo coste de distribución complementa al anterior y proporciona la capacidad de que cualquier texto pueda ser llevado a cualquier lugar del mundo y permita al usuario un acceso instantáneo a vastas cantidades de cultura literaria.
La contrapartida a esta gran oferta es que se hacen necesarias herramientas que permitan encontrar el libro adecuado entre la multitud, ampliando el papel que jugaban los viejos libreros, las listas de best-seller o incluso la limitación de las librerías tradicionales. Además, es cierto que se pierde el componente casi fetiche del papel y, en definitiva, esas características que hacían del libro un objeto que había de ser cuidado y preservado. Con él, se pierde esa sensación del valor de su contenido y del recuerdo implícito del esfuerzo que el autor ha puesto en su redacción.
Hasta ahora lo habitual era que la producción estuviera retribuida a partir de la venta de los ejemplares. Con la digitalización, el primer modelo que se ha intentado explotar es la copia del modelo tradicional, algo lógico pues permite aprovechar y mantener las estructuras existentes y las relaciones entre los agentes. Este modelo funcionará siempre que no se utilicen de forma fraudulenta las dos características de los contenidos digitales antes citadas. Si no hay aparejada compensación económica alguna, el sistema se derrumba. Que este efecto se va a producir en alguna medida, es probablemente inevitable. La pregunta que nos hacemos es si supondrá que se desmorone el sistema de producción del libro. Si así fuera, se haría imprescindible la utilización de sistemas de compensación diferentes de los tradicionales y habría que recurrir a mecanismos como el mecenazgo, tanto público como privado, la financiación cruzada entre servicios o la simple compensación por actividades paralelas.
Ante este hipotético escenario, la digitalización amplía las posibles soluciones. La más plausible es la financiación publicitaria, de manera semejante a como funcionan numerosos servicios en internet. Se podría obtener ingresos por la prestación de servicios complementarios como el respaldo de seguridad, el acceso ubicuo, la posibilidad de comentar y compartir comentarios y un largo etcétera. De momento, lejos de derrumbarse el sistema, lo que se está produciendo es una democratización de la producción en la que se eliminan barreras a los autores para la llegada a los circuitos de distribución. Hay más autores que nunca y ya no es extraño que algunos de los libros más vendidos estén escritos por autores que han autoproducido sus obras. Es probable que el sector se tenga que reconvertir, pero no dudo de que los autores vayan a tener mecanismos cada vez más potentes para crear y el que tenga una buena historia que contar, dispondrá de los medios adecuados para ello.