Bienaventuranzas
La voz en pie
Gracia Morales
Dauro
60 páginas | 10 euros
Al finalizar la lectura de este libro de la poeta y dramaturga Gracia Morales (1973), le queda a uno revoloteando en la cabeza ese verso magistral de Gil de Biedma: “Para nosotros el dolor es tierno”. Eduardo Chirinos, en el magnífico prólogo que hace al libro, define la poesía de nuestra autora como una “poética de la simplicidad”. Sin embargo, yo me atrevería a definirla más bien como una “poética de la sencillez”, que se parece mucho, pero no es exactamente lo mismo. Esta poética estaba ya presente en su primer libro, Manual de corte y confección (2001), o en los poemas familiares y sociales del segundo, De puertas para adentro (2004) que fue galardonado con el premio Javier Egea. Sin embargo, es en este último donde alcanza su madurez.
El libro está dividido en dos secciones: una primera titulada “Bienaventuranzas” y una segunda “La vida alrededor”, subdividida a su vez en dos partes, “Del lado de acá” y “Del lado de allá”, en un evidente guiño cortaciano. Aunque, en realidad, la impresión de lectura nos deja únicamente “un lado de acá y otro de allá”. La primera sección está constituida fundamentalmente por poesía celebratoria. No es tampoco un tema ni un tono extraño a la poesía anterior de la autora, pero nunca había alcanzado un grado de celebración tal como podemos ver en la “Bienaventuranza V” (“bienaventuradas las mañanas de salir del sueño/ y quedarse quieta/ sintiendo como es debido ese cuerpo ahí…”) o en la III (“…qué poco necesita un niño/ para vivir libre con todo el cuerpo, a salvo, por unas horas,/ del mundo que hemos creado para él/ los adultos.”)
No obstante, la “Bienaventuranza V” tiene su poema antagónico en la segunda sección, en el poema titulado “Individuo 2 (frío)”. La situación es aparentemente la misma, pero la atmósfera en la que se vive es completamente distinta. Si el primero es un poema que podríamos definir como “prenatal”, un poema en el que la protagonista se siente segura, completa e inmersa en la placenta del ámbito familiar, el segundo en cambio podría leerse como una metáfora insólita del nacimiento, del choque doloroso y desconcertante con la vida. El personaje poético despierta de un golpe, al borde de un grito, y acaba el poema llorando (“Despiertas de golpe,/ al comienzo de un grito que no ha llegado a sonar… // Te ha despertado el frío/ un frío extraño, punzante y sólido,/ clavado al fondo de tu cuerpo.// Apagas las luces y te acurrucas…/ Adviertes −con vergüenza,/ con alivio− /que has empezado a llorar.”)
La formación poética de Gracia Morales ha sido doble: de una parte su dedicación a la literatura hispanoamericana de la que ha extraído las enseñanzas de algunos maestros como Benedetti, Borges el poeta, Neruda, Cortázar y, sobre todo, César Vallejo; de otra parte, el caldo de cultivo de la poesía española última y granadina de las últimas décadas del siglo XX: Egea, García Montero, Ángeles Mora, etc. No obstante, hasta la segunda parte de este libro no se explicita Vallejo y, sin embargo, creo que es el libro más vallejiano de la autora. Desde el título, continuando con el primer poema “Y para que alguien pueda/ abrir ancha la boca y declarar/ este soy yo…”) hasta “La matemática del hombre”. Asimilación extraordinaria y que rehúye los problemas habituales de esta clase de influencias. Renuncia a la torsión sintáctica y a la invención lingüística y asimila la sencillez, la ternura, la sincera humanidad vallejiana impregnan este poemario que defiende los valores humanos frente al desorden de una violenta sociedad en crisis.