La cazadora de historias
Zona de obras
Leila Guerriero
Círculo de Tiza
244 páginas / 19 euros
Para qué se escribe, por qué se escribe y cómo se escribe? Leila Guerriero se lo pregunta cada vez que se enfrenta al silencio de la página en blanco. A una realidad en la que sabe ver −en la que todos miran− algo que no todos ven. Lo hace desde el día en el que un tipo con voz grave le encargó diez páginas sobre el caos del tránsito en Buenos Aires. Aquella joven argentina, lectora voraz, convencida del poder absoluto de la inspiración, forjada en la práctica del relato e intoxicada por el opio de las frases nunca pensó que la prensa, las revistas, los congresos, los talleres de periodismo se convertirían en los hogares de su visión del mundo. De su trabajo con vidas humanas, sabiendo hacerse invisible y escribir sobre gente común en circunstancias extraordinarias, y acerca de gente extraordinaria en circunstancias comunes. Todo empezó con un cuento enviado al suplemento cultural de Página/12 que su director, Jorge Lanata, decidió publicar en la contraportada del periódico. Seis meses más tarde le ofreció un puesto de redactora.
En el camino, Leila Guerriero se ha ido haciendo una buena escritora de esos frutos extraños que son los libros de periodismo narrativo. Una firma en importantes revistas y diarios que empiezan a leerse en columna por la página de atrás o en la impar que alberga su fotografía. Indomable el cabello, introspectivo el gesto y escrutadora la mirada que sigue rastreando historias, buscando en el tiempo interior del lenguaje el adjetivo exacto, una palabra que haga pensar al lector. Pero Leila Guerriero no ha dejado de preguntarse para qué se escribe, por qué se escribe y cómo se escribe. Estos tres interrogantes son los ejes con los que ha compuesto un magnífico vademécum sobre los géneros periodísticos narrativos, la edición de la realidad y la buena escritura. También es un libro acerca de la pasión de contar historias. La transmite, la derrama y la contagia a lo largo de los artículos en SoHo, en Rollings Stone, El Malpensante, El País y en las conferencias por España, Colombia y Argentina. En todos ha ido compartiendo su formación autodidacta, la metodología de su trabajo, sus lecturas, cómo encontrar el latido humano dentro de aquello que sucede, la conveniencia de estar en el lugar de la historia tanto tiempo como sea posible para conocer mejor la realidad que se va a narrar. Igual que hizo Susan Orlean en los pantanos de Florida para escribir El ladrón de orquídeas. Cada pieza es un magnifico relato, una clase didáctica. Incluso una crítica comprometida y blanca contra los periodistas que se convierten en funcionarios de la prosa, que no leen literatura ni mucho menos poesía. Ignoran que la noticia está en lo que sucede en el poema, como decía Ezra Pound. Leer sólo prensa y libros de investigación no es suficiente para quién desea hacer un periodismo que extraiga de la novela la capacidad de narrar desde el mundo; del reportaje, los datos inmodificables; del cuento el sentido dramático en el espacio corto; de las entrevistas, los diálogos; y del teatro moderno la forma de contarlo.
Zona de obras también es un libro de viajes por el cine, por la música, por el arte, por las historias de Kerouac, de Kapuściński, de Rodolfo Walsh, de Fogwill, de Jon Lee Anderson, de Tomás Eloy Martínez, de su maestro Martín Caparros, cazando espacios, pequeñas tragedias, perfiles, paisajes, obituarios, aforismos. Y algún que otro editor que pida imposibles y sepa reconocer la escritura de calidad. A todos los transforma en personajes de este libro que deja claro que el periodismo no es una camisa que uno se pone encima a la hora de ir al trabajo, sino algo que respira y duerme con quiénes, al igual que Leila Guerriero, aman el oficio y lo convierten en una lúcida y comprometida literatura de la realidad.