El amanuense de la inquietud
El jardín
Ismael Grasa
Xordica
152 páginas | 14, 95 euros
Ismael Grasa (Huesca, 1968) ha decidido hace tiempo huir de toda espectacularidad o afectación. Lo hizo en una novela como Brindis, o en dos volúmenes de relatos: Nueva California, que incluye poemas, y Trescientos días de sol, el libro brillante y exacto, descorazonador como la hoja de un puñal, que mereció el Premio Ojo Crítico. Ismael Grasa es un escritor de lo cotidiano y de esas cosas que van de la rutina a la nada, de la rutina a temblores inadvertidos, de la nada a la inquietud y al frío. Es un narrador de estirpe chejoviana, próximo a Alice Munro, Flannery O’Connor o Cristina Grande, escritoras con una poética, como le ocurre a él, que ocultan una detonación, un latigazo de conciencia que te persigue horas y días después de la lectura.
El jardín es un volumen de cinco relatos. De cinco protagonistas en el fondo también (o quizá un par más, si pensamos en los cuentos de amor que son ‘Reflejo nocturno’ y ‘Huellas de jabalí’), de cinco vidas que parecen minúsculas, inadvertidas. Aunque luego vemos que esa baja intensidad solo es un espejismo. En ‘Instrucciones de verano’, se asoma a la esfera de una peligrosa marginalidad. ‘El vigilante’ es el retrato de un tipo especial y talentoso, y en ‘Huellas de jabalí’ habla de dos fugas y de dos personajes que se encuentran en el pueblo al que han huido.
Con El jardín Ismael Grasa evoca El nadador de John Cheever y se acerca al mundo de las sectas con precisión: así, como si nada, narra una parsimoniosa turbiedad, que quizá sea algo común a todo el conjunto. La inquietud silenciosa de la vida.