Una refugiada húngara
La analfabeta: Relato autobiográfico
Agota Kristof
Prólogo de J. M. Nadal Suau
Trad. Juli Peradejordi
Alpha Decay
64 páginas | 9, 90 euros
Ser refugiado es como atravesar un desierto”, dice Agota Kristof. La dramaturga y poeta que llegó a Suiza con su marido y su niña de cuatro meses tras el aplastamiento de la revolución húngara en 1956, y es de esa experiencia del exilio de donde nace la novelista. Un recorrido vital que recoge La analfabeta a lo largo de once relatos inicialmente publicados por separado en una revista de Zurich y reunidos por primera vez en 2004 en una edición francesa.
“Fe y necesidad, en esto consiste ser escritor”, dice en su implacable afán de ir a lo esencial. Lo cierto es que todo en su vida parece al servicio de la literatura, desde “Indicios”, como se titula el primer capítulo, donde escribe: “Leo. Es como una enfermedad… Tengo cuatro años. La guerra acaba de empezar”. Kristof escribe sobre la palabra vinculada a la mentira. La mentira como parte del juego literario, la mentira moral también, acepciones que tan a menudo se entrecruzan y confunden en sus novelas. Es un concepto que aparece muy pronto como otro de los elementos constitutivos de su obra en esos juegos infantiles en los que se inventa historias, algunas de ellas para hacer llorar a su hermano pequeño, diciéndole que es un niño recogido.
Cuando a los 14 años la envían a un internado, el dolor de esa primera separación “se hace insoportable” y escribir se convierte en su único refugio. “Lloro la pérdida de mis hermanos, de mis padres, de la casa de la familia… Lloro sobre todo mi libertad perdida”. Llora y escribe. Dolor, pero también “Payasadas”, título de otro de los capítulos donde habla de “la felicidad de hacer reír” con esas primeras representaciones escolares de obras que improvisa para costearse el remiendo de unos zapatos. Es casi como si no hubiera nada en la vida aparentemente mínima de esta refugiada del Este que no haya sido aprovechado para la literatura. Como Faulkner, que decía no necesitar más que dar la vuelta a su carreta para ponerse a escribir sobre ella, a Kristof le basta el ritmo monótono de las máquinas de la fábrica de relojes donde trabaja para componer versos.
En un trabajo rutinario donde no puede hablar con nadie, por el ruido de las máquinas y por su desconocimiento del francés, se encuentra como si estuviera devuelta a la condición de muda y analfabeta en un nueva lengua que tiene que aprender. Una lucha con la lengua y el exilio interior que sólo 30 años más tarde dará lugar a su primera novela en francés, El gran cuaderno. El primer libro de la trilogía Claus y Lucas, hoy traducido a más de 40 idiomas, se convierte rápidamente en un éxito que da un giro material a su vida.
De La analfabeta Agota Kristoff dijo que eran notas sin más valor que el de una redacción escolar. Pero lo cierto es que podría leerse como otro de sus grandes relatos en torno a los mismos temas de la trilogía sobre los gemelos Claus y Lucas, en la que cada libro modifica o contradice la historia del anterior. También de Ayer, la última novela de la autora húngara que La analfabeta parece prefigurar. Tal vez por ello lleva por subtítulo Relato autobiográfico y no simplemente notas autobiográficas, y puede leerse como otra vuelta de tuerca en su narrativa. Allí donde encontramos el origen de escenas interpretadas por esa especie de personajes suplentes de la propia Kristoff que viven en sus novelas, así como la clave de ese orden misterioso por el que se rige su mundo literario. Lo que te hace sentir, al terminar de leer esta breve biografía que es La analfabeta, que nunca con tan poco se había dicho tanto.