Los monstruos que llevan tu nombre
Un tiburón en la piscina
Javier Ors
Huerga & Fierro
124 páginas | 14 euros
Debuta Javier Ors en el relato con un libro de veintiocho piezas contundentes, efectivas, con regusto amargo. Igual que un dry martini, agitado no removido y con una aceituna cruzada en copa corta. Así son las extensiones breves e intensas de sus cuentos, el lenguaje con el que adentra en la historia al lector y le deja un golpe seco en el paladar ensimismado.
Nos cuenta con soltura, como quien lleva prisa con paso lento, de arquitectos que no estrenan su piscina por miedo a los tiburones que imaginan nadando en la noche; del hijo de Supermán que aprende el vértigo de volar dentro de casa; de una partida de cartas en la que se van descartando ganadores; de las consecuencias de una boda estrábica; del galerista que odia su oficio y considera que Gauguin, Saurat y Monet son un sordo de la vista, un tipo puntilloso y un pintor con cataratas; y de una caja de lápices para conjurar el miedo a un monstruo. Porque monstruos son las sombras que pueblan o transitan la atmósfera quebradiza de sus tramas y el universo psicológico de los personajes que se enfrentan al miedo a la locura, al compromiso de una promesa, al de los desastres afectivos y al propio miedo que les incita a cruzar sus límites. Hay también ternura, desasosiego, ironía, la misteriosa y fascinante fragilidad de la burbuja de lo cotidiano que estalla creando otra realidad posible, abriendo un pasadizo hacia un yo desconocido o un secreto que se desliza como una sombra. Y casi siempre un sorpresivo y poético final, ginebra más que vermut, que brilla especialmente en piezas como “A medianoche”, “La fotografía”, “Urbanización Bellavista” o “Cuando todo era perfecto”, ejemplos del buen conjunto de cuentos que recuerdan al maestro Rafael Pérez Estrada por su equilibrio entre el aforismo, el relato, la crónica histórica y el dibujo al trazo del carboncillo de Poe. Un toque clásico y la clave de la perfección para un perfecto cóctel.