La literatura del no
El cielo oblicuo
Belén García Abia
Errata Naturae
80 páginas | 10 euros
Toda literatura escrita por mujeres gira en torno a una dicotomía esencial que refleja este libro de Belén García. ¿Leerlas a ellas es leer nuestra voz y por tanto un deber con nosotras, con nuestro género? o por el contrario ¿los libros deben defenderse por sí mismos, sin necesidad de etiquetas? Es posible que alguna mujer lectora jamás se haya cuestionado algo así. Es posible incluso que la lectora de El cielo oblicuo llegue hasta él por azar o atraída quizás por esa perturbadora fotografía de la no menos turbulenta fotógrafa Francesca Woodman. En cualquiera de los dos casos, su salida del libro será la misma: se habrá convertido en un ser desarmado, desmontado, desencajado. ¿Existe acaso otra manera de estar ante el dolor?
Si El cielo oblicuo fuera una fotografía de Woodman, la cámara con la que se capturara el relato de García Abia se asentaría en un trípode compuesto por lo que siente, lee y sueña la autora. Tres acciones —las de sentir, leer y soñar— instaladas en tres planos diferentes de la existencia que se cosen a través de versos. Porque a pesar de que este libro no es un poemario, las herramientas que emplea sí son las mismas: “Ser sola es feroz. / Escribo para dejar salir mi locura. / ¿Hay madres defectuosas?”.
En este libro se escuchan incesantemente voces de mujeres. Las de la familia biológica de la autora y también las de su familia literaria. Una puede imaginar a Belén sosteniendo en su mano como una malabarista circense a Woolf, a Sexton, a Plath, a Martín Gaite o a la Yerma de Lorca; lanzándolas al aire más tarde y jugando con ellas hasta componer este artefacto certero que también sirve como diario de lecturas.
A través de una escritura-cuchilla, la autora mutila las frases y las secciona para convertirlas en breves cápsulas con sentido propio. García Abia inspecciona detenidamente la literatura de las no-madres. Y los noes que hay en nuestra vida. Todos tenemos un no distinto con el que caminamos y con el que nos vamos torciendo para poder entrar así en ese cielo oblicuo del que habla Lispector y que ahora ella recupera para el título de su libro. Un cielo para los que sufren. Es decir, para cualquier ser humano sensato que habite en este mundo. Y al hacerlo, descubrimos que esta literatura apenas existe y es ella la que está gestándola en ese preciso instante. Cinco capítulos anudan este torrente testimonial que colisiona frontalmente con un epílogo que se revela como una oda a lo mórbido y enfermo que también habita en nosotras. El lector reconoce así a una mujer que insospechadamente permanecía escondida. Solo por eso, la escritura de García Abia es necesaria, valiente y revolucionaria.