Mil viñetas para resucitar a un ruiseñor
Las aventuras de Joselito
José Pablo García
Reino de Cordelia
160 páginas | 25,95 euros
Hubo una vez en la España picaresca más reciente —la del franquismo, la ignorancia, las hambres caninas, la caspa yugular y el tiempo de silencio— un niño que cuando todos le admiraban, ya no era tan niño pero que parecía sacado de un cromo de primera comunión y cantaba como un ángel. Ese niño nació José Jiménez Fernández en un pueblo de Jaén en el año 1943, más pobre que una rata, y acabó pasando a la historia como Joselito. De él, en nuestra España tan aficionada a ver cómo arden los mitos en la hoguera, casi todos sabemos lo mismo: que fue un niño prodigio, estrella de la canción y del cine, que se hizo mayor, fue perdiendo la voz y que ya adulto lo metieron en el trullo varias veces por algo relacionado con la cocaína. Cáspita, otro juguete roto. Sí, luego salió por la tele, ¿no? E hizo un reallity de ésos en una isla con famosos.
El niño del Ay Campanera, ¿no? ¿Y sigue vivo? Y, de repente, un ilustrador y dibujante de cómics malagueño de nombre José Pablo García, que nació cuando de Joselito solo se acordaban las abuelas y al que seguramente lo conoció más por el cantecito de Kiko Veneno, decide ser generoso con un personaje de nuestra cultura popular. Así, tras empaparse de su asombrosa biografía, asume el reto de transformarlo en un personaje de cómic —de tebeo, para ser más exactos— y hacerle así la justicia que le negamos como buen pueblo ignorante y cainita. Y a fe que lo consigue. Y lo hace con un ejercicio estilístico de una tremenda dificultad: contar su historia en capítulos, cada uno de los cuales se transformará visualmente en una historieta de estilo completamente diferente. Así veremos a un Joselito que ahora luce como Olegario, ahora como Carpanta, allí como Roberto Alcázar o personaje dibujado por el gran Max para El Víbora; acá como personaje de manga, allí como un Little Nemo en París, o como miembro de la familia Ulises, o como superhéroe de Jack Kirby, o antihéroe de Daniel Clowes; como personaje de un romance de ciego, de un protocómic de Rodolfo Töpffer o protagonista de unas Hazañas bélicas en África; personaje de línea clara de Joost Swarte o galán de las historietas que Purita Campos popularizó con Esther y su mundo.
Esta biografía ilustrada de Joselito no es solo entretenida y meritoria porque las increíbles aventuras del personaje lo merezcan, sino porque en sí mismas se convierten en un homenaje a la narración secuencial, al gran arte menor del cómic, a las maneras de narrar en viñetas desde los inicios de la historieta a nuestros días. Para un personaje tan camaleón como Joselito, que siempre supo sobrevivir a su leyenda —que sigue viva, por ejemplo, en Francia— era menester un ejercicio de transformismo semejante. Joselito ha tenido una vida de película y una capacidad de adaptación y supervivencia en cada instante que solo con un género tan ligero y mutante como el cómic podía lograrse transmitir eso con fidelidad. Y para que nadie dude de la veracidad de lo que cuenta, García acompaña de datos y referencias documentales sus licencias artísticas durante el relato. Y sí, la empresa logra sus objetivos: la doble admiración hacia la persona que está detrás del personaje, paliando nuestra ignorancia maledicente al restituir la historia real de aquella voz de oro que se reinventó como mercenario en Angola y hacia el dibujante que, en su empresa de imitación de maestros, ha hecho un hermoso libro de amor al tebeo. Y con él, a unas formas de narración popular y a un arte único y de baja ralea que ha sido en nuestro país tan poco reconocido, como mínimo, como el arte del gran Joselito. Un canto grande a lo pequeño.