El artista como seductor agazapado
La guitarra azul
John Banville
Trad. Nuria Barrios Alfaguara
287 páginas | 19,90 euros
John Banville (Wexford, Irlanda, 1945) es un escritor con un gran eco social y mediático. Su universo, plagado de pequeños matices como el de Vladimir Nabokov o el de Philip Roth, interesa mucho. Banville es un novelista preocupado por los grandes asuntos que despliega a través de lo pequeño, de la ironía y de un humor desgajado, del conocimiento de la condición humana y de una prosa que tiende a la poesía, a la precisión y al extravío calculado. En La guitarra azul, el narrador es consciente de su propio método, del torrente continuo, incluso de la sensación de vacío, y dice: “Maldita sea, otra digresión”. La digresión aquí es un hábito de la intuición, de la introspección permanente. A veces, da la sensación de que Banville rinde homenaje a Joyce pero también al procedimiento de la evocación expansiva de Marcel Proust.
La guitarra azul cuenta la vida incierta de un hombre, Oliver Orme, que deja de ser pintor para convertirse en un ladrón de guante blanco. O, más bien, en un ladronzuelo de mujeres ajenas. Casado con Gloria, sobrellevan ambos el dolor de haber perdido a una hija (“el duelo solo es real cuando lo experimentas”, se dice) y algunas otras sombras de las que sabemos más bien poco. A pesar de que Gloria es bella y joven, Oliver se prenda de Polly, casada con su amigo Marcus. Los cuatro son íntimos amigos, comparten comidas, viajes, e incluso Oliver conduce en ocasiones el coche del distraído Marcus. De golpe, atraído hacia un nuevo arte, “el de las manos ligeras”, Oliver inicia el asedio y obtiene respuesta inmediata. Quizá lo que sienta por Polly no sea exactamente amor, pero durante algunos días se citan en su estudio, se aman, conversan.
Oliver está en una de esas fases de desposesión y de huida de sí mismo. En las primeras páginas, el protagonista y narrador confiesa: “Sí, me apropié de Polly; de Polly me apoderé. La utilicé asimismo y de la peor manera: saqué de ella todo lo que podía ofrecer y entonces salí pitando y la abandoné”. La fuga, acuciada también por otras circunstancias, lo lleva a guarecerse en la casa familiar. Así reconstruye su niñez, la pasión de la pintura y las primeras pulsiones amorosas, la relación con su padre, el miedo a la oscuridad que aún persiste. Y refiere su evolución como artista: “tienes una visión muy introspectiva de las cosas”, le dice el inquietante Freddie.
John Banville ha escrito una novela sobre la identidad de un hombre a la deriva que se mueve entre la comedia, el patetismo y el desgarro. A veces se pregunta, “¿cómo me perdí a mí mismo?” o afirma: “soy un tonto sin remedio”. También confiesa: “Soy extremadamente sensible a los matices más delicados del tiempo y de la luz”. En realidad, Oliver Orme es un antihéroe contemporáneo desubicado y culpable, egoísta y agazapado, que intuye que “todo amor es un amor a uno mismo” y que constata que nada es lo que aparenta. No entiende a los otros ni muy bien a sí mismo. No existe el burlador (o seductor) perfecto sino el perfecto burlado. Quizá por ello descubra que “siempre hay un sufrimiento desconocido esperándote”.
La guitarra azul es John Banville en estado puro: maestro de la sutileza y de las elipsis, orfebre del lenguaje (la traducción de Nuria Barrios es esforzada y hermosa), novelista denso y hondo que parece liviano y que espolvorea ecos de libros anteriores y de varios poetas, y sabio absoluto de los vaivenes del corazón y sus paradojas. La madurez de un escritor debe ser esto: el apabullante dominio del misterio del arte de novelar.