Un pacto cuestionado
Durante años, el paso de la dictadura a la democracia fue visto, desde dentro y también desde fuera de España, como un proceso ejemplar, hasta el punto de que Umbral pudo definirlo, aludiendo con ironía a la idealización retrospectiva, como Santa Transición. De un tiempo a esta parte, sin embargo, los consensos del 78 están siendo cuestionados desde distintas perspectivas y a la vez se oyen llamadas que abogan por lo contrario, por recuperar el espíritu que hizo posible el acuerdo fundacional del orden vigente. Interesa analizar cómo ven los escritores este debate y de qué manera ha sido llevado a la literatura, cómo fueron vividos los hechos del periodo y en definitiva cómo han sido contados, pues hay no uno, sino varios relatos posibles.
Cronista parlamentaria durante la Transición y veterana periodista en activo, Nativel Preciado evoca el papel de la prensa en la época, que juzga esencial y fue ejercido en condiciones muy difíciles, frente a la amenaza constante de la involución —el 23F, señala la autora, fue el punto de no retorno— y la desconfianza o las dudas de los propios cronistas y del conjunto de los demócratas, decisivamente apoyados en sus demandas por los corresponsales de las publicaciones extranjeras. ¿Cómo era la literatura del periodo? José María Pozuelo Yvancos se centra en la narrativa no para abordar el modo en que esta ha reflejado el tiempo comprendido entre la muerte de Franco y la victoria del socialismo en las elecciones del 82, sino para hacer un recuento de las novelas publicadas en esos años, lógicamente muy distintas pero en las que se detectan dos direcciones “curiosamente contradictorias”: una que rescataba los géneros de intriga —sin desatender el fondo social o político— y otra, más ensimismada, que proponía innovaciones experimentales de carácter metaliterario.
Al margen de los momentos estelares, la reconstrucción de la Historia con mayúsculas no puede ignorar las pequeñas vicisitudes, relacionadas con los cambios en las costumbres o en los valores, de la vida cotidiana, que se proyecta asimismo en la literatura, en los relatos audiovisuales o en la publicidad. De ello trata Marta Sanz, que señala la carga ideológica —no siempre expresa, pero apreciable— de las ficciones y advierte de los peligros de una memoria sentimental convertida en negocio. Esa misma actitud, nada acomodaticia, caracteriza a otros autores que en los últimos tiempos, sobre todo a raíz de la crisis, se han propuesto revisar los postulados de la Transición rehuyendo la interpretación un tanto edulcorada que hasta ahora era predominante. Alejandro V. García menciona algunos nombres representativos y aborda el sustrato que ha alimentado su visión inconformista, heredera de la llamada escritura del compromiso y de un realismo crítico para el que se pueden encontrar claros antecedentes.
El pacto, dice Ignacio Martínez de Pisón citando al editor Miguel Aguilar, tiene menos prestigio que la violencia, pero puede ser a la postre una opción más valiente. A juicio del narrador, que sin ignorar el precio que hubo que pagar para liquidar el régimen franquista —ni los errores o chapuzas cometidos en el camino— reivindica la disposición a transigir frente a la tentación de la épica, de lo que se trataba entonces era de no recaer en el cainismo que había malogrado la breve experiencia republicana. Es fácil, sugiere, señalar las limitaciones, que existieron y han tenido consecuencias, pero pese a ellas la consolidación de la democracia tuvo algo de hazaña colectiva.