Contra las versiones oficiales
La forma de las ruinas
Juan Gabriel Vásquez
Alfaguara
554 páginas | 18,90 euros
Casi al hilo y al riesgo de la autobiografía ha tenido que discurrir Juan Gabriel Vásquez (Bogotá, 1973) para desarrollar esta ambiciosa y apasionante trama de poder, violencia y conspiraciones donde la historia reciente de Colombia se vive como herencia dolorosa, y que viene a ser la afirmación de este autor como uno de los escritores hispanoamericanos más interesantes de nuestros días.
El diálogo con la Historia se suma a a la implicación propia de los autores que dejan parte de sí mismos en el empeño de su obra. No es extraño que asistamos al arriesgado nacimiento de sus hijas en una clínica bogotana, a sus años de vida barcelonesa, o a la gestación seriada de sus propios libros en lo que estos tenían ya de investigación y análisis. Hay que explicar al lector español que, del mismo modo que aquí hablamos de un 23-F y de un 11-M), para un colombiano, el 9 de abril de 1948 es el día del asesinato del abogado y prometedor político liberal Jorge Eliécer Gaitán (teóricamente tiroteado por un tal Juan Roa Sierra), un hecho que cambió la posibilidad de que la historia de Colombia hubiese sido bien distinta, con él como presidente. El desconfiado y obsesionado personaje de Carlos Carballo, articula esta trama que cobra el gran aire de una reconstrucción de los hechos, y de tantas mentiras en nuestra historia reciente. Pasar la niñez y la juventud en un país en guerra entre los narcos y el Estado es algo que marcó a varias generaciones, y la del propio autor, pues “las explosiones marcaban el calendario”. El catálogo de las matanzas de los cárteles parecería una ficción macabra si el lector no recordase lo próximos que quedan aquellos años sangrientos en los que caían a diario jueces, policías, políticos y civiles. Otra excelente figura es la del cirujano Benavides, amigo del narrador, y obsesionado también por los detalles del asesinato de Gaitán. El extraño asesinato de Kennedy (certeza de varios tiradores) o las dudas sobre la verdad de las Torres Gemelas, dan pie a que Carballo —y con él Vásquez— formule que más que nunca es necesario y vital despertar la conciencia: poner en tela de juicio las supuestas verdades oficiales, “romper su camisa de fuerza”. Vásquez cita cómo el propio García Márquez alertó ya en sus memorias (Vivir para contarla) de lo sospechoso que fue aquel asesinato de Gaitán: con aquel fantasmal y escurridizo “hombre elegante” en el que nadie reparó, clave para el linchamiento popular del supuesto asesino. A la prosa elegante, precisa y limpia del autor, se le suma la buena dosificación del misterio, su facilidad para insuflar el aire de una gran pesquisa en la que sumergirse con gusto. A ello contribuye la “humanización” de un narrador que se vuelve cercano diciéndose reservado y frío, que señala la necesidad de una escritura comprometida y no sólo estética. El escritor es hoy también, y como nunca, hombre de su tiempo.