El escritor total
Continuando la ambiciosa tradición de su compatriota el maestro Carlos Fuentes, Fernando del Paso propone una novela que sea capaz de contener no solamente la realidad y la historia mexicanas
Cuando en 1977 la editorial Alfaguara publica la segunda novela de un autor mexicano semidesconocido en España, Palinuro de México de Fernando del Paso, los lectores aficionados a la literatura hispanoamericana suspiran aliviados: el boom no ha muerto. Efectivamente Fernando del Paso, como tantos otros jóvenes que publican su primera obra a finales de los años sesenta o comienzos de los setenta, forma parte de lo que el crítico Donald L. Shaw definió como el “boom junior” y otros estudiosos como la “segunda generación del boom”. Tanto en esta novela como en la anterior, José Trigo (1966), Fernando del Paso continúa la ambiciosa tradición del maestro Carlos Fuentes y su intento por construir una novela total, una novela que sea capaz de contener no solamente la realidad y la historia de una sociedad tan compleja como la mexicana, sino incluso, en un intento desesperado de alcanzar el más allá, de abarcar las principales preocupaciones, los conflictos y los intereses del mundo occidental.Palinuro de México, que conseguiría en 1982 el premio Rómulo Gallegos, lo consagraría internacionalmente. La novela, que carece de un argumento propiamente dicho, relata las andanzas de un estudiante de medicina en el México D.F. de los finales sesenta. El personaje es bastante autobiográfico; según Del Paso, Palinuro es “el personaje que fui y quise ser y el que los demás creían que era y también el que nunca pude ser aunque quise serlo”. En esta novela, de carácter rabelesiano, los recursos que ya había ensayado en José Trigo son llevados hasta un límite delirante. Cientos de personajes imaginarios, pertenecientes a la cultura de los media y a la tradición narrativa mexicana, deambulan por sus páginas y, una vez más deudor de Fuentes, Del Paso intenta que el carácter totalizador de la novela lo sea también del “lenguaje” que la constituye. El tono general es lúdico, lleno de juegos de palabras, aliteraciones, retruécanos, léxico especializado, sobre todo el de la medicina, imágenes surrealistas, alusiones culturalistas de todo tipo, desde la literatura a la historia, el cine, los cómics, etc.
Desemboca así el texto en una de las características fundamentales de la narrativa de Del Paso: el humor, la fabulosa comicidad de sus novelas. La crítica ha señalado que cuando la nueva novela, en general, profundiza en la visión de la realidad social y la condición humana, surge un paradójico humorismo. Ya en los maestros mayores del boom encontramos este ingrediente, pero en los nuevos constituirá el núcleo central de la mayoría de sus narraciones, como en Bryce Echenique, en Manuel Puig o en el mismo Del Paso. En este caso es un humor “negro” que nos hace inolvidables algunos episodios como el del robo del cadáver de una mujer en el capítulo XVI o el priapismo del capítulo XX. Algunos críticos señalaron la falta de adecuación entre la ambición totalizadora de Del Paso y una estructura en que a duras penas se logran engarzar las anécdotas, las referencias culturales, los episodios críticos, eróticos o humorísticos, dejando a un lado muchas veces tanto al personaje principal como a su historia. No obstante, la dualidad como dialéctica avanza por las páginas de Palinuro hasta centrarse directamente en una denuncia que constituye el verdadero núcleo central del libro: la denuncia de la masacre de Tlatelolco, ocurrida la noche del 2 de octubre de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas, en México D.F. Este acontecimiento tuvo un doble carácter simbólico para la cultura mexicana: de una parte señaló el fracaso o el agotamiento de un determinado sistema político y, de otra, una inflexión profunda en los relatos que hasta ese momento habían dominado el mundo literario y cultural en general, incluso fuera de México. La revolución estudiantil del 68, simbolizada en la masacre de Tlatelolco, señalará un corte profundo en la historia cultural latinoamericana del siglo XX.
Una de las características fundamentales de la narrativa de Del Paso es el humor, la fabulosa comicidad de sus novelas, un rasgo compartido por otros autores de la segunda generación del ‘boom’ como Bryce Echenique o Manuel PuigLa tercera novela publicada por Del Paso, Noticias del Imperio (1987), es la otra gran obra de nuestro autor, seguramente la que le proporcionó más éxito y reconocimiento internacional. Basada en uno de los episodios más originales y significativos de la historia de México, el breve Segundo Imperio Mexicano (1864-1867), encabezado por el archiduque Maximiliano de Habsburgo, el texto se extiende, a lo largo de 668 páginas, en la descripción y análisis del mundo occidental hasta 1927. La narración se centra fundamentalmente en la pareja formada por el propio Maximiliano y su mujer la princesa Carlota de Bélgica. Este extraño episodio histórico estuvo motivado por la intervención francesa en México, cuando el emperador Napoleón III envió un ejército de ocupación con el pretexto de la suspensión de pagos de la deuda externa mexicana en 1861 bajo el mandato de Benito Juárez. Intervención que en cierto modo fue sintomática de la lucha interna entre liberales y conservadores, bajo la constante influencia de la Iglesia católica.La novela se estructura en veintitrés capítulos, alternando dos discursos diferentes que se sitúan en los capítulos pares e impares. Los pares reconstruyen el episodio citado desde 1864 a 1867, para retomar el último espacio de tiempo en los impares, es decir, desde el año 1872 a 1927. Esta última narración está puesta en la voz de la princesa Carlota, en un monólogo delirante con su esposo muerto. Carlota enloqueció en 1866 y sobrevivió hasta 1927; el acierto del escritor está en suponer que, a pesar de su locura, Carlota conoció todos los acontecimientos decisivos acaecidos en ese período e incluso intuyó algunos posteriores. Del Paso, por tanto, alterna la reconstrucción de un episodio fundamental de la historia de su país con la acumulación heterogénea de acontecimientos, hechos, anécdotas, en un decurso temporal no lineal, sino simultáneo, circular, paralelo o detenido, según conviene a la narración. En definitiva, lo que la novela pretende es mostrar los límites entre lo histórico y lo ficcional, lo verdadero y lo imaginado, lo racional y lo irracional, demostrando a la vez lo convencional de esos límites y cómo la imaginación, “la loca de la casa”, es más fiable en muchas ocasiones que la pretendida verdad.
Todavía en 1995, el autor publica una novela, Linda 67: historia de un crimen, con la que se adscribe a los cultivadores de géneros populares, otra de las consecuencias temáticas del llamado “postboom”. Del Paso ataca las convenciones del género, presentándonos a un asesino al que conocemos desde el primer momento y cuya peripecia no nos interesa tanto descubrir como conocer y analizar.
Fernando del Paso ha cultivado a lo largo de su vida prácticamente todos los géneros literarios, incluida la poesía, a la que ha colocado en un lugar preferencial: es la expresión con la que se siente “más libre, más complacido, más profundo”. De cualquier manera, su producción poética ha sido más bien breve, constituida por distintos poemarios que él mismo ha llamado de lo “diario”, lo que nos habla muy a las claras del carácter de su poesía. A pesar del gusto por el empleo de formas clásicas, como el soneto, su poesía puede enmarcarse dentro de esa corriente de reacción a Paz y al esencialismo poético, que capitanean algunos contemporáneos suyos como Sabines o Pacheco. Una poesía conversacional, directa, coloquial, comunicativa, una poesía de “diario” para todos los días del hombre común: “La rosa es una rosa es una rosa. / Tu boca es una rosa es una boca. / La rosa, roja y rosa, me provoca: / se me antoja una boca temblorosa…”.