“La crónica es ahora el más impetuoso de los géneros”
Antonio Lucas y Rubén Amón conversan sobre el oficio de cronista con una mezcla de entusiasmo y escepticismo. El desencanto los ha hecho feroces, pero no han perdido ni la curiosidad ni la capacidad de asombro
El encuentro iba a ser en el Café del Príncipe, para evocar a los Larra y Mesonero Romanos de la tertulia del Parnasillo. Un lugar simbólico para entroncar con la tradición del gran periodismo, pero el siglo XIX ha sido aniquilado. Las agendas de vértigo y una huelga de trenes que obliga a ajustar horarios llevan a que la conversación tenga lugar en un café de la estación de Atocha. Antonio Lucas y Rubén Amón son dos brillantes ejemplos del periodismo de la última generación. A pesar de su juventud son dos maestros de la crónica. Hacen de la vida una crónica en marcha, un ejercicio que es algo más que oficio, es biografía.No hay espejos de café en los que se reflejen los espectros del pasado, pero en la charla se cuelan Pla y Chaves Nogales, Svetlana Aleksievich y Vargas Llosa, Franco y hasta Chanquete. “El trauma de nuestra generación fue la muerte de Chanquete”, apunta sarcástico Rubén Amón. “Es una generación que lo ha tenido muy fácil. No hemos pasado una guerra civil, ni ninguna de las guerras mundiales. No hemos vivido ni el comunismo, porque el muro cayó en 1989. Y no sé si a Antonio le pasa, pero cuanto más extrema es la información mejor doy de mí. Esto te convierte en un depredador. Necesitas que la materia informativa sea corpulenta o sangrienta o extrema. Y puede ser una faena de José Tomás que te enloquezca o la erupción de un volcán. Necesitas que la actualidad te ayude. Yo sería incapaz de hacer una crónica de lo que está sucediendo ahora mismo en este café”. En ese momento una paloma salvaje de las que sobrevuelan las mesas en busca de migajas rompe una copa con un estrépito de cristales rotos, de escena violenta en medio de la apacible charla. Quizás un ruido que a Rubén Amón le suena a eco lejano de la guerra de los Balcanes que cubrió con excepcionales crónicas. Tal vez lo extremo se cuela a veces simulado en la amable vida cotidiana.
Antonio Lucas: “No es necesario que el periodista se ponga en el centro de la noticia pero sí que tome postura a la vez que da una información. Una especie de plusvalía, añadiendo ironías, retales de lecturas, metáforas e ingenio”Antonio Lucas aplaude la entrada en escena de la paloma salvaje que, si se mira bien, puede ser la introducción de un elemento simbólico, místico o primitivo. Antonio Lucas, poeta periodista o periodista poeta —ganador del Premio Loewe—, sabe que en lo cotidiano también hay fuerza narrativa. “Dice Rubén que hoy las grandes crónicas se hacen desde Siria. Sin duda se hacen grandes crónicas desde allí, pero la crónica tampoco es una ONG sentimental, de lugares que nos hacen daño. Se puede hacer una crónica cojonuda sobre la felicidad”.Las fotografías del encuentro las hace Ricardo Martín, un histórico de la fotografía que está recopilando su archivo de instantáneas de la Transición, y que ya se han convertido en imágenes de época, como ocurre con las grandes crónicas que trascienden su tiempo. Con su presencia aparece en la conversación la sombra alargada de la Transición. Antonio Lucas es determinante: “Aquella generación con los Umbral, Raúl del Pozo o la Rigalt, sí tuvo la opción de vivir un motivo de entusiasmo que fue la Transición”. Y Amón añade: “Nosotros no hemos vivido ni a Franco”. Ambos ríen y Rubén Amón continúa. “Era más excitante contraprogramar a Franco que la realidad que tenemos ahora. Puestos a estimular un ingenio, vivir contra Franco era mejor, como decía Vázquez Montalbán. Él sí que es una referencia de lo que es la versatilidad, la visión cosmopolita, saber trabajar dentro de una dictadura aprovechando todos los resquicios para escribir con mucha personalidad. Nuestro contexto está desprovisto de grandes alicientes. Dime cuál es el aliciente de un periodista en España para sentirse implicado en una gran crónica. ¿Qué gran historia haría yo ahora en España?”.
Rubén Amón: “Ante la masiva afluencia de información la crónica es una salvación. Creo que se puede volver al origen mismo del periodismo. Contar lo que estás viendo, ni agencias ni jefes que te digan lo que tienes que contar. Llegar casi a la pureza”Y para estos grandes cronistas ¿qué es la crónica? Lucas apunta que la crónica junto al articulismo y el reportaje de investigación son los tres grandes pilares del periodismo. “La noticia, aquello que generaba la atención de los periódicos, no tiene sentido con las redes sociales. La noticia ya es de anteayer, pero sí tiene sentido la apoyatura en la interpretación de la noticia que son esos tres géneros. La crónica ahora puede ser probablemente el más impetuoso o el más interesante de esos tres géneros. La crónica mezcla parte de opinión. No es necesario que el periodista se ponga en el centro de la noticia pero sí que tome postura a la vez que da una información. Una especie de plusvalía, añadiendo ironías, retales de lecturas, metáforas e ingenio”.Rubén Amón señala que, en medio de la confusión en la que se encuentra el periodismo, quizás haya una buena oportunidad apostando por la crónica como ejemplo del periodismo de autor: “Ante la masiva afluencia de información la crónica es una salvación. Es bueno tener una personalidad en el momento de escribir. Creo que se puede volver al origen mismo del periodismo. Simplemente contar lo que estás viendo, ni agencias ni jefes que te digan lo que tienes que contar. Llegar casi a la pureza”.
Y aparece por fin el gran tema, el híbrido sobre el que cabalga la crónica: el periodismo y la literatura. ¿Es un mestizaje enfermizo? ¿Una impostura o el modelo necesario? Y se sugiere un buen ejemplo: los textos de la última Premio Nobel Svetlana Aleksievich. Interviene Amón: “La crónica sobre Chernobil está sacralizada como fórmula definitiva. La reunión de periodismo y literatura viene de lejos, pero forma parte de nuestro porvenir afinar mucho la forma. También el fondo. Estamos obligados a la versatilidad y a sobrepasar la querencia que tenemos todos al lenguaje escrito”.
Lucas subraya que “lo que queda en la memoria es la página bien escrita. Coges una crónica de Chaves Nogales, de Pla o de Camba y tienes el recuerdo de una buena literatura hecha al servicio del periodismo. Y que sobrepasa la actualidad y queda fijada en el imaginario colectivo”. Amón añade: “De hecho, el libro de Chernobil es lo suficientemente remoto como para que el éxito esté en la corpulencia literaria. Lo estamos viendo ahora con el libro de Sender y la matanza de Casas Viejas. Ha reaparecido un libro de ultratumba desvinculado de la noticia, del trauma que supuso en los tiempos de Azaña, pero que es un texto vigente. Y eso es crónica. Y su acierto está en lo que dice Antonio, en su credibilidad literaria, sobrepasando el hecho periodístico”.
Luego el secreto de la crónica parece estar en lo que decía Eugenio d’Ors, el periodismo que trasciende y desvela el pálpito de una época. Lucas matiza: “Acertar en el tono, en el calambre de la historia real que había por debajo, más allá del impacto. La crónica fija lo que el papel caducifolio no puede sostener. La crónica es aquello que queda sedimentado en la memoria de un lector y que puede ser recurrente para otras generaciones, como sucede ahora con el caso de Casas Viejas y Sender. Lo interesante es la interpretación que tiempo después se hace sobre aquellos hechos”.
Y ahora un ejercicio de autoestima nacional. El mundo anglosajón proyectó el nuevo periodismo de los Capote, Talese y Wolfe de los años sesenta, pero ¿y las crónicas de los Chaves Nogales, Pla o Camba de nuestros años treinta? ¿No hizo Magda Donato internándose como paciente en un manicomio lo que luego se llamó el periodismo gonzo de Thompson en Miedo y asco en Las Vegas? Lucas interviene: “España tiene sus pequeñas taras, pero tampoco tenemos que ser los líderes de la aventura del periodismo que nos arrebataron otros. Ellos no nos leen y nosotros a ellos sí. Tiene más que ver con la capacidad del marketing, con hacerse una historia que no tienen. Y nosotros venimos cansados de Historia. Lees las crónicas de Indias donde hay relatos extraordinarios de cómo se llega allá. Tenemos una tradición que tampoco es exportable. El periodismo de opinión aquí es más ágil, más elástico, más personalista, más caprichoso. En cualquier país anglosajón no ves a un Gómez de la Serna, a un Ruano o a un Umbral. Sin embargo, sí lo puedes ver en la crónica latinoamericana con Guillermo Prieto, Poniatowska, Roberto Arlt, García Márquez, Vargas Llosa. Tienes a Martín Caparrós ahora mismo”.
¿Está el futuro de la crónica en el periodismo latinoamericano que parece más libre, más de melena suelta? “La crónica latinoamericana está un poco sobreactuada”, piensa Lucas. “Sí, eso es una generalización”, añade Amón. “Ellos se descojonan de nosotros”, continúa Lucas. “¿Que la crónica latinoamericana ha renovado el género? No, sencillamente ha coincidido un grupo de gente haciendo crónicas, que es una especie de seudoexotismo para nosotros. Pero no están haciendo nada que aquí no se haya hecho y que no haga mucha gente como Nacho Carretero, por ejemplo”.
Luego, ¿cuál es el estado de la crónica en España? Amón es determinante: “Yo la veo agonizante por un motivo: los medios no creen en ella”. Pero Lucas no coincide: “No estoy tan de acuerdo. Puede que la crónica no esté en su mejor momento, pero se encuentran pequeñas fisuras por las que se están colando crónicas extraordinarias. Cada vez vemos más noticias que tienen un pulso de crónica debajo, algo valorativo que estaba penalizado hace años”.
Al final de la charla aparece un iluminador retrato de época. El desencanto los ha hecho feroces. Vivir sin certidumbres hace crecer el músculo del que nada a contracorriente, a pesar de que la Historia ha sido amable. El sarcasmo y el escepticismo los marca, pero la buena noticia es que no han perdido ni la curiosidad ni la capacidad de asombro. Y eso, como ocurre en la poesía, es la clave para no morir nunca, no repetirse, no envejecer.