La pasión por la lengua
Más que palabras
Pedro Álvarez de Miranda
Prólogo de Manuel Seco
Galaxia Gutenberg
272 páginas | 22,50 euros
Conjunción de sabiduría, pasión y sencillez: esto es lo que, desde mi punto de vista, nos ofrece Pedro Álvarez de Miranda en este libro en el que, como advierte en el prólogo Manuel Seco, nos presenta “cuarenta y cinco instantáneas sobre la vida privada de las palabras”. Tienen que ver, en efecto, estos trabajos, por su extensión, con el concepto de ‘instantánea’, en su acepción fotográfica, pero también hay aquí mucho de movimiento y evolución, porque se nos habla —y con qué precisión— de historia, de la evolución del significado de las palabras, campo en el que el autor es uno de los grandes especialistas de nuestra de lengua.
Formado en el magisterio de Rafael Lapesa y Manuel Seco, Álvarez de Miranda es catedrático de Lengua Española en la Autónoma de Madrid y miembro de la RAE, institución a la que está ligado desde hace tiempo por su pertenencia al desaparecido Seminario de Lexicografía, que se encargaba de la elaboración del Diccionario histórico de la lengua española, proyecto de Julio Casares dirigido sucesivamente por Lapesa y Seco, e interrumpido en 1996. En la actualidad, Álvarez de Miranda, que ha sido el académico encargado de dirigir la 23ª edición del Diccionario de la lengua española, dirige la Escuela de Lexicografía Hispánica.
Más que palabras consta de cuarenta y cinco capítulos: reunión de ensayos breves o artículos que se habían ido publicando en la revista Rinconete del Centro Virtual Cervantes, salvo dos que aparecieron en El País. La advertencia de Seco acerca del carácter que este libro tiene de tratar “sobre la vida privada de las palabras” está en total consonancia con la forma en que el autor procede en su trabajo: una metodología que aspira a no dejar zonas de sombra con respecto a lo estudiado: “Exploro diversos rincones de ella [la lengua española], de manera tal que, una vez elegido uno, me detengo en él lo suficiente como para proyectar sobre su ámbito la máxima luz”.
Esta metodología y el rigor en su cumplimiento es lo que justifica el primer sustantivo que mencioné al principio: sabiduría, porque el acopio de documentación para el rastreo de la vida de las palabras es extraordinario, de máximo rigor de especialización, pero la manera en que la información, fruto de esa seria indagación, llega al lector a través de la sencillez expositiva hace que nadie pueda sentirse excluido (y estoy en el tercer sustantivo que mencioné al principio: la claridad como cortesía del sabio). Baste señalar, por ejemplo, el debate entre Guillermo de Torre y Cansinos Assens por la autoría de ultraísmo, ultraísta; o, en fin, la historia de la “errata funesta” sobre Isabel la Católica y el buen gusto. Junto a los capítulos sobre historia de las palabras, los hay también sobre cuestiones gramaticales e incluso normativas aunque no estemos, ni mucho menos, ante un manual de uso (de cuya proliferación se habla, por cierto, en el capítulo “Absolución”), ni ante una orientación purista (“Nadie es purista” se titula un capítulo, y, por otra parte, el libro se abre con esta frase: “Tú sabes en qué solo sentido soy purista”). Cuestiones como normas académicas sobre las tildes, sobre algunos casos de conjugación verbal (“Ensimismarse”), o sobre “El género no marcado” están tratadas con una claridad meridiana.
El segundo sustantivo de la tríada inicial era pasión, y así lo declara el autor en el prefacio: “En el centro de todo ello está, en definitiva, la pasión por la lengua y por su historia, y desde luego el asombro ante sus maravillas”. Pues eso, un estupendo libro sobre este maravilloso instrumento que el ser humano ha ido —y sigue— elaborando a lo largo de milenios: la lengua. Por eso, creo, interesará a todos.