El peligro de la autoficción
Basada en hechos reales
Delphine de Vigan
Trad. Javier Albiñana
Anagrama
344 páginas | 19,90 euros
La llegada del nuevo libro de Delphine de Vigan a las librerías de nuestro país coincide en el tiempo con una densa discusión a propósito de los límites de la ficción, salpicada por diferentes asuntos no siempre estrictamente literarios que mueven los cimientos de la crítica. Todos ellos están atravesados por una misma cuestión: ¿vale todo en la ficción? ¿Existe algún límite legítimo entre realidad y ficción? ¿Puede el autor valerse de cualquier herramienta de la realidad para crear un mundo propio?
Con Basada en hechos reales, Delphine de Vigan —una de las autoras francesas más aclamadas de los últimos tiempos— ahonda en el asunto de la autoficción hasta convertirlo en la médula misma de su nueva… ¿novela? He ahí el juego constante que la autora despliega para atrapar al lector en un thriller angustiante sostenido por dos únicos personajes femeninos. Por un lado, Delphine, la narradora y protagonista de esta historia: una escritora con dos hijos que acaba de publicar un libro de enorme éxito en el que narra sin ambages la muerte de su madre. Por otro, la misteriosa L., —de la que únicamente se desvela la inicial—, una mujer sofisticada que trabaja como negra literaria escribiendo biografías de personajes famosos. El combate dialéctico y psicológico entre ambas mujeres es prodigioso y remite, en cierto modo, al film Persona de Ingmar Bergman pero también, por supuesto, a Misery de Stephen King, al que homenajea desde la cita introductoria.
Otros temas igualmente esenciales subyacen en esta novela cuyo título evoca a la verosimilitud que habitualmente se asocia a esta expresión. Desde la idea del doble o el miedo a un lector que avasalla y juzga al autor (“Nosotros queremos saber a qué atenernos. Es cierto o no es cierto, y sanseacabó. Es una autobiografía o es una pura ficción. En un contrato pactado entre usted y nosotros. Pero si estafa al lector, éste se lo echará en cara”), hasta la vacuidad absoluta que acompaña al autor de éxito, pasando por el pavor no solo ante la página en blanco —terror recurrente de los literatos— sino al mismo hecho de escribir cualquier cosa, como si la acción concreta desencadenara los males más atroces. La agonía que recorre la novela está acompasada con una escritura que inoportuna a un lector del que la narradora parece vengarse. Un lector fanático encarnado en L., invasivo, excesivo y caníbal, que ordena los designios literarios y vitales de su autora predilecta.
Si bien es cierto que el dilema de la “literatura transgénero” parece haber aterrizado con fuerza en nuestro país, no lo es menos que Francia —con autores como Emmanuel Càrrere, Jean Echenoz, Pierre Michon—, lleva tiempo indagando en estos límites. Basada en hechos reales puede leerse entonces como epílogo de toda esta tradición: “(…) podría ser un proyecto literario escribir un libro entero que se proclamara como una historia verídica, un libro supuestamente inspirado en hechos reales, pero en el que todo, o casi todo, estuviera inventado”, afirma la narradora de la nueva novela de De Vigan. El giro final del relato —sutil, inteligente y rotundo—, nos devuelve a una realidad inesperada y perturbadora en la que se constata que el primer cómplice —¿o víctima?— de la trama no es otro que el lector. La atmósfera quebradiza de esta historia ha conseguido conquistar al cineasta Roman Polanski que se encargará de llevar la novela de Delphine de Vigan a la gran pantalla. Y lo hará teniendo que filmar una de las verdades literarias más incontestables y peligrosas: somos lo que hemos leído.