Hámster con traje de ‘hipster’
La gran ola
Daniel Ruiz García
Premio Tusquets 2016
Tusquets
256 páginas | 18 euros
El edificio central de la fábrica de detergentes Monsalves, observado desde un punto elevado, como hace todos los días Gertru, alias La Monja, la secretaria de dirección de marketing, parece una jaula para hámtsteres tapizada de porquería. Hámsteres con aspecto de hipsters. Desde su observatorio Gertru observa los restos de maíz y vainas de pipas que alfombran el suelo y se confunden “con la propia mierda de todos esos animales, que recorren pasillos y departamentos, dando vueltas a la rueda”.
Ha pasado lo peor de la crisis y las empresas han abrazado el nuevo modelo productivo y están adaptando sus departamentos. Los operarios, por su lado, se han resignado a las consecuencias de la apisonadora y aceptan sin rechistar el imperio de la precariedad y los nuevos métodos para incentivar la producción que dicta, si eludir cierta propensión lírica de inspiración new age, el poderoso departamento de coaching. Giran y giran por las norias y se deslizan por los toboganes que los nuevos directivos han instalado para aumentar su autoestima de pequeños roedores. “Ya no te clavan el cuchillo”, celebra uno de los personajes, “ahora te ofrecen sesiones de coaching para que tú mismo aprendas a introducirlo en el vientre, así duele menos, así no se grita tanto”.
Daniel Ruiz García (Sevilla, 1976) ha escrito una novela coral (breve y sarcástica) para celebrar, dicho sea con el mismo sarcasmo, la sustitución del riesgo de sucumbir en la miseria que hemos padecido durante los años centrales de la crisis por una nueva estabilidad fundamentada en la inconsistencia absoluta. La gran ola, que ha obtenido el duodécimo premio Tusquets, es una novela mordaz, ácida, que retrata el funcionamiento de una empresa modélica que, tras sortear la quiebra, ha iniciado un nuevo periodo bajo los dogmas productivos que ha impuesto la reforma laboral y la liquidación de los antiguos medios de réplica, como los sindicatos, ahora transformados en herramientas para uso exclusivo de los funcionarios del Estado. La novela sigue un ritmo de fascinación creciente que el autor podía haber prolongado de habérselo propuesto. De hecho el lector se queda con ganas de continuar, de no perder de vista a ciertos personajes, de seguir su senda, e incluso cuando llega al final tiene la impresión de que aún falta un tramo.
Daniel Ruiz García, que ya en 2015 pasó revista con el mismo rastrillo a la corrupción política en la novela Todo está bien, editada como esta por Tusquets, se sirve de una poderosa red de personajes que se entrecruzan y tratan de sobrevivir en el nuevo estadio productivo compatibilizando sus miserias íntimas con la degradación de las condiciones laborales, cargos medios sin escrúpulos, criminales disfrazados de ejecutivos limpios y metódicos, tipos que no dudan en acuchillar al prójimo con tal de tomar ventaja y sobrevivir en el nuevo circo de las fieras.
Ruiz García es un estupendo pintor de caracteres, como ya demostró en su novela anterior, la séptima de las que hasta ese momento había escrito, un pintor al aguafuerte que aprieta el buril sin concesiones hasta sacar sangre o basura. En esta nueva entrega, sin desmerecer ninguno, ha dejado un reguero de personajes extraordinarios, como Lorenzo Estabile, el poderoso coach, autor de libros de autoayuda cuyos títulos son una declaración no de intenciones sino de amenazas: Quién ha matado a mi gato o Cómo triunfar en los negocios y poder seguir mirándote en el espejo. Riberita, el insumergible vendedor de aire; Macipe, el comercial borracho e incontinente; Martita Pineda, la cínica y protegida directora de marketing, o La Monja, es decir Gertru, su enteca secretaria, la depositaria de la única semilla de moralidad que se ha salvado de la acometida la gran ola.