El obstinado naufragio
Historia de Irene
Erri De Luca
Trad. Carlos Gumpert
Seix Barral
144 páginas | 15,50 euros
El final del año fue generoso con Erri De Luca (Nápoles, 1950) y colocó en las librerías españolas dos libros consecutivos que apuntalan una obra única e inconfundible que, desde que arrancara en 1989 con Aquí no, ahora no, ha dejado un reguero de versos e historias caracterizadas por un compromiso político a favor de las víctimas de todos los éxodos y por un estilo que rebusca en la autobiografía como fuente matriz de inspiración y exalta la lealtad —geográfica, histórica y sentimental— a Nápoles y su entorno marítimo.
El primero de esos dos libros, ambos en Seix Barral, es Sólo ida, que recopila, en edición bilingüe y traducción de Fernando Valverde, toda la obra poética, incluido el suculento material inédito en español. El segundo, Historia de Irene, es otra demostración de la peculiar y resplandeciente prosa de Erri De Luca compuesta por tres nuevos relatos y un sintético y emotivo colofón que el editor ha destacado en el índice con entrada propia: apenas cuatro líneas que llevan por título “Mi deuda griega” pero que, atendiendo al año en que fueron escritos (2013) y las circunstancias que maltrataban entonces a los helenos, equivalen a un canto a la solidaridad. Una declaración que, de algún modo, sintetiza el asunto y el propósito de todo el volumen: la redención y la memoria común de los pueblos que bañan el Mare Nostrum.
El texto inicial, el que da nombre al libro, es una especie de parábola extremadamente lírica entre un delfín y una muchacha de origen incierto —tan incierto como el de los inmigrantes que tratan de cruzar a Europa a través de Lampedusa a bordo de frágiles barcazas apostando su vida y la de los suyos en el empeño— que habita en una isla griega y cuya escandalosa y consentida independencia confunde a los habitantes tradicionales, gente reservada y huraña que trata en vano de inventar un pasado que justifique su aparición e independencia.
Estas líneas son lo más claro que se me ocurre para resumir el relato aunque sé que es un esfuerzo inútil porque la trama, en verdad, no se puede explicar del mismo modo que no se puede delinear una explosión lírica que derrite los márgenes del relato y los vuelve a reconstruir con el mismo material sensible de los poemas y los sueños, un argumento sin moraleja que se desenvuelve con el capricho de las olas pero que deja un cabrilleo de fraternidad en el lector. Quizá para tener una idea más exacta de lo que subyace en Historia de Irene haya que recurrir al propio De Luca cuando, en una reciente entrevista, ha recordado que la sociedad actual es “contemporánea de los peores naufragios”. “Nunca —ha subrayado— habían naufragado tantas personas como ahora, cuerpos que nutren a los peces”.
También de peces que se alimentan de cadáveres de soldados y de barcazas frágiles que tratan a ciegas de cruzar la frontera que divide la humanidad de la barbarie habla el segundo de los relatos incluido en el libro y que lleva por título “El cielo en un establo”.
De Luca pone al lector ante un fragmento de la historia de su propio padre, Aldo De Luca, un estudiante de Económicas incorporado a la fuerza en 1938 al Ejército del Mussolini y que en 1943, con Badoglio desaparecido y el desembarco angloamericano en Italia en plena ejecución, se refugia en un establo con otros cuatro desertores y un anciano judío que huye de los alemanes con la esperanza de pasar a Capri. Como en un obcecado juego de espejos ahora son los propios italianos quienes tratan de abandonar su tierra contaminada por el caos del fascismo y, a bordo de un cascarón, surcan las aguas del mar que ha juntado y desunido a lo largo de los años (los del pasado y los del porvenir) a los habitantes del Mediterráneo: el mismo mar de todos los veranos.