El poeta que medía los volcanes
La invención de la naturaleza. El nuevo mundo de Alexander von Humboldt
Andrea Wulf
Trad. María Luisa Rodríguez Tapia
Taurus
584 páginas | 23,90 euros
La naturaleza debe experimentarse a través del sentimiento; ninguna medición ni taxonomía puede acercarnos a su comprensión”. Son palabras que escribió con 40 años Alexander Humboldt en una carta a su amigo veinte años mayor y desde hacía mucho monarca de las artes y el pensamiento alemán, Goethe. Se cartearon toda la vida. Humboldt escribió más de 10.000 cartas. Goethe, a quien la pasión, la rapidez mental, la vasta erudición e inagotable curiosidad por cualquier aspecto relacionado con la naturaleza y las expediciones de su joven amigo le dejaron impresionado desde que lo conoció, llegó a inspirar su personaje de Fausto en aquel personaje que se dejó su fortuna familiar en pasear el mundo todo y medirlo con sus sextantes, teodolitos y cianómetros. Y vivir para contarlo y publicarlo luego como nadie hasta entonces.
La energía descomunal de Alexander (1769-1859), sabio aventurero, voraz y múltiple, que bebió tanto de la Ilustración como del primer y subjetivo Romanticismo, le hizo primero estudiar y aprender todo lo que en el ámbito de los estudios relacionados con las ciencias físicas y naturales se podía aprender: geografía, minería, física, botánica, zoología, astronomía, química, cartografía… Luego, una vez que su madre murió, lanzarse al mundo y gastarse su fortuna en verlo, sentirlo, medirlo y (d) escribirlo. Y, por fin, escribirlo con precisión y emoción poética y divulgativa. Conoció a algunas de las mentes y personajes más señeros de su época merced a su sociablidad y enciclopédico saber influyéndoles profundamente: Schiller, Simón Bolívar, Thomas Jefferson, Charles Darwin, Henry David Thoureau, Ralph Waldo Emerson, su propio hermano y filósofo Wilhem y muchos personajes de las monarquías y élites europeas y americanas. Humboldt escaló volcanes, descubrió vías en los ríos más grandes del mundo, se adentró en las minas más profundas, creó los mapas más precisos de su época, recorrió los fríos polares de Siberia con sesenta años, inventó lámparas, aprendió a medir hasta el azul del cielo, y lo fue escribiendo todo en diarios y libros ilustrados que se convirtieron en best-sellers. Fue uno de los hombres más famosos de su tiempo. No hay rincón del cosmos que no le recuerde: su nombre pervive en centenares de especies botánicas, minerales o animales, accidentes geográficos, corrientes marinas. Si miramos a la Luna uno de sus mares lleva su nombre.
Por eso la escritora Andrea Wulf ha dedicado más de seis años a documentar su vida y obras con precisión de entomólogo, a volver a ver lo que él vio y a ofrecer la peripecia vital y la influencia contemporánea y futura que tuvieron la figura e ideas del genio alemán. Y lo que queda es un libro de aventuras que deja a Indiana Jones en un pálido boy scout. Pero, sobre todo, una posibilidad de entender nuestro mundo desde uno de sus padres fundadores. Este Alejandro que le dijo de niño un día al rey Federico de Prusia que “conquistaría el mundo, sí, pero con la cabeza”, fue el hombre que le dio impulso y generó ideas capitales que hoy construyen nuestra forma de ver el mundo: la ecología, la unión de artes, poesía y ciencias, la necesidad de divulgar lo conocido, que la naturaleza y el universo es un todo interrelacionado, que el hombre es libre y no es admisible la esclavitud, que ningún conocimiento le pertenece a su descubridor y es patrimonio de toda la humanidad… Wulf ha creado una obra a su altura, rigurosa y apasionada, que nos permite además entender el mundo de las ciencias, el pensamiento, las artes, la política y la tecnología de su tiempo de manera global como una red interrelacionada. Y trascenderla desde ahí al presente. Tras leer el Humboldt de Wulf no dan ganas de invadir Polonia, sino de lanzarse a la Naturaleza y pasearla una y otra vez rendidos a su maravilla.