Espacios de encuentro
El recorrido por algunas librerías emblemáticas pone de manifiesto lo mucho que representan para la vida de los lectores y de los barrios o ciudades donde se ubican
Azotadas por todos los vientos, las librerías son refugios contra los pequeños y grandes males. Muchas son las que se quedaron en el camino, y las que no, han tenido que transformarse para seguir siendo librerías de cabecera, de esas en las que uno pone su confianza, su alma y su tiempo, sabiendo que lo que recomiendan a cada cliente está pensado con detenimiento. En Mi maravillosa librería de Petra Hartlieb (Periférica) descubrirán la historia de cómo una pequeña librería, tradicional y de barrio, se convierte en el núcleo indispensable de la vida de una ciudad europea del siglo XXI. Una maravillosa descripción de la vida diaria de muchas librerías.Las librerías son espacios de encuentro donde podemos habitar mundos paralelos de la mano de los libros. Ser librero es una profesión de riesgo porque existe una lucha desequilibrada con las grandes superficies. Hemos hecho un recorrido por algunas de las más emblemáticas en distintas ciudades de España para conseguir nuestra propia fotografía.
Empezaremos por La Buena Vida, ubicada en el histórico barrio madrileño de los Austrias, exactamente en el número 5 de la calle Vergara. Un local que evoca días pasados. Cuando hablo con Jesús, dice con humor y resignación que ellos nacieron en plena crisis y que por localización, ya nacieron adaptados. Intentan que la visita a la librería sea un rato placentero y que “por mucho que el visitante tenga claro qué viene a buscar, pueda descubrir cosas que le interesen o sorprendan” o asista a una actividad de las numerosas que se organizan. Atienden a cada cliente como lo harían con un amigo: “No hay pedido pequeño, no hay libro raro. La lectura parece un territorio poblado de caminos únicos, casi uno diferente para cada lector, e intentamos estar atentos, escuchar y aprender tanto como proponer”. El contacto es muy directo en estas librerías de barrio. Acaban de acoger un club de lectura sobre la escritora norteamericana Lucia Berlin y su libro Manual para mujeres de la limpieza (Alfaguara), una conferencia sobre Maruja Mallo o una sesión de club de cine. Organizan además clases de Teatro Universal del siglo XX y son muchos los que confiesan que otro de los motivos para acudir a esta librería, además del trato atento o de lo variado de su oferta, es su exquisito café, que da pie a degustar los libros con cierta calma.
Laie en la calle Pau Claris de Barcelona se mantiene fiel al espíritu fundador: ofrecer un buen servicio, tener mucho oficio y un gran amor a los libros, pero sin olvidar que los tiempos evolucionan y que la venta online es ya un hecho, ha llegado para quedarse y está creciendo a gran velocidad. Por eso, Laie da gran importancia a su presencia a través de la web y las redes sociales y está en permanente transformación con cambios tanto en el espacio físico como en internet. Nos cuenta la responsable de comunicación, Gemma Muñoz, que pretenden “mantener la especialización en humanidades con un criterio coherente y atendiendo fielmente a las opiniones de los clientes”. Hay que destacar su fondo y una selección de novedades que son fruto del diálogo durante años con los lectores, escritores, editores, críticos, traductores, profesores universitarios y cada cliente que entra por la puerta.
Para la librería Méndez, “la informatización de la librería fue fundamental, así como utilizar las herramientas que nos permiten dar más y mejor información a nuestros clientes. La diferencia está en el trato personalizado y en la selección de novedades”. Y añade Antonio Méndez una nota de optimismo: “Las que hemos sobrevivido a la crisis brutal de los últimos años, seguiremos en la brecha aunque no sin dificultades. La supervivencia del libro en papel es incuestionable”.
La librería Lagun, otro ejemplo de lucha y fortaleza ante la adversidad, reabrió en 2001, en una zona “más tranquila” de San Sebastián, para evitar los ataques radicales. El antiguo local, en la Parte Vieja de la ciudad, había sufrido innumerables agresiones y cerró tras el atentado contra Recalde, marido de una de las dueñas. La reapertura fue una victoria de enorme peso simbólico en la sociedad donostiarra.
Muchas son las que se quedaron en el camino, y las que no, han tenido que transformarse para seguir siendo librerías de cabecera, de esas en las que uno pone su confianza, su alma y su tiempoEn Cronopios, de Santiago de Compostela, nos dice Mercedes Corbillón que tratan los libros como si fueran tesoros. La locura cronopia va a cumplir ocho años que “han venido cargados de carreras, sustos y satisfacciones. No sabíamos nada, pero lo soñábamos todo. Ahora seguimos aprendiendo y soñando. Queremos fortalecer los hilos que nos unen con los lectores, un vínculo casi siempre ligado a lo emocional. Queremos ser centro de encuentro y debate y traer la universidad a nuestra casa, a la calle”.Regresamos a Madrid, pero saboreando un trocito de Francia. La Librairie es otra de las que han sabido transformarse para convertirse en una librería de referencia para los estudiantes del vecino Liceo o los residentes de la zona y no solo de la zona, porque la amabilidad y la experiencia de Lola Martínez y Catherine Daudre-Vignier hace que muchos visitemos su local para disfrutar de la variedad de libros en español y francés, de su club de lectura y de la galería que aprovecha un bajo perfectamente adaptado. En estos momentos tienen una exposición de las ilustraciones originales del libro de Maria Hesse, Frida Kahlo. Una biografía (Lumen).
No existe una fórmula mágica, dicen las libreras, sino trabajo: “Tenemos que estar atentas a los deseos y propuestas de los lectores, escogiendo con esmero nuestro fondo y apostando por los jóvenes o los más pequeños. Los clientes se fían a ciegas de nuestras recomendaciones y llevan a gala comprar en una librería independiente”, comenta Lola. “Se dan cuenta de nuestra pasión por los libros y las buenas historias y valoran mucho nuestro entusiasmo. Nuestra mayor satisfacción es conseguir despertar en un adolescente el deseo de leer y que ese deseo se convierta en costumbre”.
Es fundamental establecer relaciones de cordialidad y afecto entre los libreros y los clientes, como dicen también en La Fugitiva, una librería-café de grandes ventanales en la calle Santa Isabel, que organiza talleres de escritura, clubes de lectura y tertulias. Es un espacio de paso donde la gente permanece, una librería que intenta recoger en su fondo todo tipo de materias: narrativa española y extranjera, infantil, poesía, teatro… Desde los libros de los grandes grupos a las autoediciones, incluidas muchas de las nuevas revistas que han aparecido en los últimos tiempos. Además cuentan con la ventaja de que su propietario, Santiago Palacios, estuvo en el mundo de la distribución, por lo que disponen de algunas ediciones agotadas o de sellos ya desaparecidos.