Volver a las raíces
Rendición
Ray Loriga
Premio Alfaguara de Novela
Alfaguara
216 páginas | 18,90 euros
Curiosa coincidencia: en las últimas semanas he leído dos novelas cuyo argumento gira en torno a fugitivos de una guerra y a los graves trastornos que padecen en el lugar donde se refugian. En ninguna de ellas —Europa, de Cristina Cerrada, y Kanada, de Juan Gómez Bárcena— se concreta ni de qué guerra se trata ni se mencionan los lugares en que ocurren los dramáticos sucesos. Tampoco le ponen nombre propio a los protagonistas. En idéntica órbita sitúa Ray Loriga Rendición. La publicación simultánea de los tres libros descarta nexos de dependencia e indica un gusto actual por el relato alegórico, marco de otra preocupación todavía más frecuente y fuerte, una tendencia a la distopía, a alertar sobre una sociedad futura atemorizante.
No extraña que Ray Loriga haya venido a parar en una narración abstracta. En su trayectoria zigzagueante ya hay precedentes de enfoques simbólicos de la realidad, que ahora lleva al extremo mediante una sencilla anécdota. La dicha guerra provoca una situación asfixiante en la patria o tierra donde viven los dos personajes principales de Rendición, el innominado narrador y su mujer, “ella”. El extraño enemigo sojuzga a los ciudadanos y termina por imponerles un desplazamiento o exilio a una ciudad de cristal en la que nunca oscurece. En esta especie de perfecta sociedad comunista, regida con deshumanizadora eficacia, se ha arrasado todo vestigio de individualismo. Al protagonista le reprimen el menor aliento de rebeldía, incluso el simple deseo de conocer algo acerca de aquella kafkiana realidad tiránica, pero consigue marcharse y regresar a su “comarca” natal.
El minimalismo del argumento, ampliado con parcos datos ambientales, descriptivos y anecdóticos, solo los necesarios para que la historia posea sustancia corpórea, resulta engañoso porque camufla un fondo denso. Aquí, en la “comarca”, el narrador compensa su situación en extremo precaria volviendo a sentir los valores de lo primitivo, de las cosas elementales, de los sabores y olores de la tierra. Lleva a cabo así un retorno a las raíces. Procede al enraizamiento en un mundo auténtico, humano, con pesadumbres y esperanzas. Vuelve al mundo, podríamos decir que a la naturaleza, tanto física (subrayada por una auténtica comunión con el paisaje) como antropológica. Al igual que ocurre en no pocas novelas recientes, la naturaleza se convierte en un espacio de salvación, en alternativa a la sociedad capitalista actual y a sus devastadoras consecuencias. En cierto modo, estas obras de recuperación de la vida natural constituyen, frente a la complaciente tradición decimonónica de un Pereda, una forma de literatura de denuncia. El título del libro implica, sin embargo, una paradoja, pues no se cuenta en él una “rendición” sino, por el contrario, un auténtico triunfo de valores esenciales de nuestra especie (sorprendentemente Loriga lo presentó al premio Alfaguara con el rótulo antitético, “Victoria”).
A un tipo de relato como el de Rendición le acecha el grave peligro del intelectualismo. Loriga lo sortea con una baraja de recursos. El arranque tiene andadura de novela de aventuras y le sigue una peripecia de suspense con notas policiales. En la ciudad de cristal se despliegan generosas dosis de inventiva que bordean la parafernalia habitual en esta fantaficción futurista en la que el drama se entreteje con hilos de ironía y humor, y un estilo antirretórico proporciona agilidad a la narración. De todo ello resulta una novela con fuerza comunicativa y amena; una cálida parábola que encierra una propuesta humanista del mundo.