El barrio y la familia
Una familia imperfecta
Pepa Roma
Espasa
400 páginas | 19,90 euros
En los círculos concéntricos de la vida, el barrio y la familia se sitúan en ese difícil punto de equilibrio del disco chino que es la inestable arquitectura emocional del ser humano. Entre el barrio y la familia se divide la infancia, y se resume, si me apuran, toda existencia. Pues hasta ahí, en ese viaje al centro de la identidad personal de cada uno, ha ido a parar Pepa Roma en Una familia imperfecta.
El barrio es Sant Gervasi, Barcelona por extensión; y la familia, es la madre. Porque todos somos hijos. Lo demás vendrá después y nunca es tan determinante, ni para siempre, ni se da en todos los casos: podemos ser hermanos o no; padres o no, pareja de y así hasta completar las múltiples combinaciones de ascendientes y descendientes, pero en las definiciones de familia donde todos nos sentimos reconocidos es en el niño. La niña en este caso que, cumplido ya el medio siglo de vida, sigue sintiéndose en pañales ante una madre egoísta y despótica.
Pepa Roma realiza un viaje relatado en toda su crudeza, sin amortiguar malos sentimientos, ni querer dejarse en buen lugar —un viaje valiente— hacia la médula de uno mismo. Narrado con una prosa precisa y a veces descarnada, Una familia imperfecta reúne las reflexiones, en primera persona, de la hija mayor en el momento en el que la madre nonagenaria es ingresada en una residencia y el hermano menor —siempre pequeño para ella, siempre vulnerable— es diagnosticado de un cáncer. A partir de ahí, Pepa Roma no escatima en detalles de la dramática y asfixiante relación que mantiene con su madre. La periodista y escritora pone en boca de su personaje —una veterana periodista televisiva—, todo tipo de desprecios y severísimos juicios sobre su progenitora, para llegar a la conclusión, a su vuelta a Barcelona para ingresar a la madre y al hermano, de que la vida que decidió emprender en Madrid casi treinta años antes no ha servido para romper el espinoso lazo de una madre con su hija.
También se afana Roma en encajar a sus personajes en un contexto histórico y social, en explicarnos que somos el producto del devenir histórico y de cómo este afecta aún más a la intimidad de las mujeres. Mujeres —su madre y su tía paterna, enemigas íntimas— que vieron reprimidos sus sueños de libertad con la irrupción de la Guerra Civil y la posterior dictadura. Mujeres a las que el acceso a la educación y la cultura no les sirvió para cumplir sus expectativas, y frustradas en efecto dominó, siendo nuestra protagonista la última ficha en caer.
Y como marco de estas reflexiones, Sant Gervasi, metáfora urbanística de esta familia acomodada venida a menos. El antiguo enclave de la burguesía catalana es revisado como un personaje literario más, siguiendo la estela de otros escritores catalanes que sobrevuelan como sombra inspiradora en esta novela: Marsé, Vázquez Montalbán, Mendoza, coincidentes en tomarle el pulso a la ciudad real, sin restarle taras ni inventarle atributos. Tan descarnadamente real como el retrato familiar de Pepa Roma.