El desarraigo insondable de Clarice
Por qué este mundo. Una biografía de Clarice Lispector
Benjamin Moser
Trad. C. Sánchez-Andrade Siruela
496 páginas | 34 euros
Clarice Lispector (1920-1977) vivió una existencia convulsa. Su madre, violada por soldados rusos, fue contagiada de sífilis; ella y su marido decidieron tener un hijo, el tercero, porque pensaban que a lo mejor así se curaba. De ese modo, tan arriesgado, nació Chaya, que significa “vida” en hebreo. La familia huyó y se instaló en Brasil, en Maceió y más tarde en Recife. Chaya, que se transformaría en Clarice, tenía algo más de un año y no los dos meses que tantas veces ella dijo. Benjamin Moser (Houston, Texas, 1976) publica en Siruela una completa biografía basada en textos inéditos y cartas, en los libros y entrevistas de Clarice, y en los recuerdos y memorias de su hermana Elisa Lispector (1911-1989). No se puede decir que aporte muchas más novedades que las que aportó Nádia Battella Gotlib en Clarice. Una vida que se cuenta (Adriana Hidalgo, 2007), pero quizá sea más audaz en sus conclusiones.
Moser piensa que Clarice, que decía “no pertenezco a nada ni a nadie”, es una mujer de luz y tiniebla, de amor, de sexo y de muerte, que posee una rara espiritualidad que él vincula con el misticismo judío, esencial en su interpretación. Narra con minuciosidad la compleja historia familiar, la violencia indiscriminada de la Rusia posterior a la revolución bolchevique y el asesinato del abuelo, y acude una y otra vez a la voz de la autora. Clarice ejerció siempre una intensa fascinación: poseía magnetismo, hechizo, una salvaje belleza adolescente. Cursó Derecho y se dedicó al periodismo. Era un auténtico hervor de contradicciones: por una parte era la extranjera a la que le costaría casi toda la vida ser aceptada y a la vez era la fugitiva, la solitaria de las letras brasileñas. Benjamin Moser resume esta contradicción: “Clarice lucharía durante toda su vida entre la necesidad de pertenecer y la terca insistencia de mantenerse aparte”.
El libro cuenta su relación con el diplomático Maury Gurgel, con quien se casó en 1943, poco después de publicar Cerca del corazón salvaje, y del que se separó en 1959. A partir de ese instante iría transformándose en una criatura lacónica y enigmática, pública y a la vez invisible, una auténtica esfinge a la que golpeaban las dificultades: uno de sus hijos sufría esquizofrenia, sufrió apuros económicos, se quemó en un incendio provocado por un cigarrillo, tras quedarse dormida, y se sentía una extranjera en la tierra y en sí misma, víctima de un desarraigo existencial. Publicaba sin parar: La ciudad sitiada, La manzana en la oscuridad, La hora de la estrella, La pasión según GH, los cuentos de Lazos de familia y Felicidad clandestina. Con todo, Clarice Lispector dijo: “Fracasé, porque la literatura no me dio la paz”. También dijo: “La literatura no es literatura; es vida, es vivir”. He aquí un libro fascinante que lo explica, bellamente traducido por Cristina Sánchez-Andrade, casi tan inagotable como la escritora: cuanto más sabemos de ella, más se aleja. Se escurre en su personaje y en sus ficciones insondables.