Una invitación al optimismo europeo
La crisis existencial de Europa
César Molinas Sans y Fernando Ramírez Mazarredo
Deusto
300 páginas | 18,90 euros
Asomarse a la ventana y no ver el precipicio exige poner a prueba el optimismo de cada uno porque evidentemente “algo va mal”, por decirlo con Tony Judt. No obstante, si se mira al pasado, presente y futuro de la tan discutida Unión Europea quizá haya algo más que la voluntad de ser optimistas. En La crisis existencial de Europa, se alega que otra mirada es posible. Y desde el inicio se pone sobre la mesa estos datos: El Viejo Continente acoge al 7 por ciento de la población mundial, su actividad alcanza el 25 por ciento del Producto Interior Bruto mundial y gestiona el 50 por ciento del gasto social del planeta. Con estos números, los europeos no deberíamos estar tan mal. Pero la crisis ha dejado a muchas personas en la cuneta, sin que todavía hayan podido reincorporarse al camino si alguna vez lo hacen, y costará olvidar lo que ha pasado si persiste la precarización del trabajo y las condiciones de vida a la baja, que ya son señas de identidad del nuevo capitalismo financiero e hipertecnológico. Los autores de este libro llaman a no quedarse en este punto porque insistir solo en lo malo alimenta las pseudo soluciones de los populistas, que buscan un repliegue nacionalista en los límites de un Estado nación que ya tiene poca sustancia.
Echar la culpa a la inmigración y pensar que impidiéndola se solucionará todo, como han planteado desde partidarios del Brexit y de Trump hasta los movimientos de extrema derecha, es de una ingenuidad interesada. De eso trata el populismo, de azuzar las bajas pasiones políticas ofreciendo recetas sencillas e inviables para problemas complejos cuya solución requiere mucho trabajo y mano izquierda.
El antieuropeísmo funciona como fuente de eslóganes, pero no como realidad ni como proyecto. La Unión Europea necesita mejoras, un Tesoro común con capacidad de endeudamiento para financiar proyectos dirigidos a la convergencia económica de sus países; partidos políticos que al presentarse a las elecciones del Parlamento de Estrasburgo propongan programas para todos los europeos y no solo para sus nacionales; precisa cambiar su política con Rusia, una política de inmigración común para que los estados no se vayan pasando la patata caliente y una policía que haga frente a delitos que rebasan el ámbito nacional, como los que se cometen en el ciberespacio.
De fácil lectura, con obvias intenciones divulgativas, el libro de Molinas y Ramírez Mazarredo elabora estos argumentos, los encuadra dentro de líneas históricas como el origen, evolución y crisis del estado del bienestar, como los desarrollos tecnológicos, políticos y filosóficos desde la industrialización y sus descontentos hasta ahora. Analizan también las trampas que pudiera haber en los usos de ciertos conceptos, como el de desigualdad. ¿Desigualdad o equidad?, se preguntan. La antigua Alemania Oriental fue más igualitaria que la Occidental, pero menos justa. El concepto de equidad incorpora la característica del mérito: no se trata de remunerar a todos por igual, sino a cada uno según su mérito una vez garantizado el bienestar para todos. El problema es que en un sistema con graves vicios nepotistas y tendencia a la precariedad cuesta reconocer los méritos, por ejemplo de los jóvenes, lo que genera frustración y, sí, pesimismo. El optimismo —pensemos en el entusiasmo de Kant ante los posibles efectos expansivos de la Revolución Francesa— es un sentimiento político europeo. Europa es la ciencia, la tolerancia nacida de una mortífera guerra de religiones en el siglo XVI, poder democrático y contrapoderes, defensa de un bienestar para todos. Eso es lo que une a la Unión Europea. Despreciarla supone un error y un abrir la puerta a un camino seguro hacia el regreso.