«La educación humanista es clave para el futuro de la democracia»
Entrevista con Maite Pagazaurtundúa
Maite Pagazaurtundúa (Hernani, Guipúzcoa, 1965) es escritora y diputada del Parlamento Europeo. Socialdemócrata, defensora de la libertad, la justicia y la igualdad, es un referente en el activismo a favor de los derechos humanos y en contra del terrorismo. Algunos de sus libros son Los Pagaza. Historia de una familia vasca, El viudo sensible y otros secretos, y Aralda.—Después del sueño de unidad y de progreso, la sensación es que Europa vive una crisis existencial, un síndrome de Hamlet.
—El sueño de unidad y de progreso es para siempre, Europa se levantó en medio de la globalización, con una tormenta económica aterradora y con los ojos cegados por las legañas nacionalistas y populistas. No hay síndrome de Hamlet, pero sí es verdad que los nacionalistas quieren destruir Europa, igual que el escorpión que atacó a la rana, porque va en su naturaleza. Otra cosa es que a Europa, tras dormir durante tan largo tiempo en paz, con pan, sin preocuparse de la educación humanista, le costase ver la realidad, interpretarla y estructurar el pensamiento político. La Unión Europea estuvo a punto de reventar en los dos últimos años ante las elecciones austríacas, holandesas, francesas y con el Brexit, pero lo más serio es que el alma de Europa está a punto de perderse ante la crisis de los refugiados y migrantes. La educación humanista es clave para el futuro de la democracia. Un gran avance tecnológico y un bajo nivel humanístico abocan a la degradación de la política, de los media. Por eso resulta tan necesario que Europa y el resto del mundo occidental la recupere.
—Ha hecho referencia a la crisis de los refugiados y los migrantes. ¿Cómo se hace frente a esa presión?
—La migración es necesaria e inevitable en una Europa envejecida. Cuando el ascensor social se para, las clases trabajadoras y las clases medias creen competir o compiten con los que llegaron los últimos. Es el elemento visible de problemas más profundos de época.
—Sí, pero ¿qué medidas se puedan adoptar para que haya convivencia y se evite el choque y el racismo?
—La población necesita la certeza de que va a ser bien gobernada y de que compartir espacio con los inmigrantes no le va a causar perjuicios, de que la convivencia puede resultar enriquecedora. La integración depende de que los inmigrantes estén motivados para mutar y la comunidad motivada para el mestizaje, ayudados por discursos públicos positivos y realistas con la articulación de estrategias de pedagogía social.
—¿Cree usted que hay una eurofobia cada vez mayor, cuyo símbolo ha sido el Brexit?
—En los momentos más duros de la tormenta económica y financiera, los más irresponsables del partido tory alimentaron la vieja fantasía de que Reino Unido sería más fuerte solo que con el resto de los europeos. Y además sentían miedo de un patán, Nigel Farage, ridículo personaje antieuropeo y de los tabloides. La fantasía de que serían más fuertes era una estupidez, claro.
—¿Esa fantasía está sustentada por la debilidad del euro y su rechazo durante la crisis?
“La integración depende de que los inmigrantes estén motivados para mutar y la comunidad motivada para el mestizaje, ayudados por discursos públicos positivos y realistas con la articulación de estrategias de pedagogía”—Mi percepción es que la moneda única se estableció sin instrumentos protectores para los tiempos de crisis.—¿Cómo deberían ser esos instrumentos?
—Instrumentos que implanten mayor coherencia económica en la zona euro, pero con mayor solidaridad entre territorios para conseguir una mayor coherencia social.
—La crisis ha supuesto también el fracaso y casi la desaparición de la socialdemocracia.
—La crisis se llevó por delante a la socialdemocracia porque no tenía líderes cuajados, resistentes, valientes, ni con capacidad de análisis, y al despertar del sueño del bienestar europeo o impostaban una cháchara inútil, o imitaban a los populistas de izquierdas peinándose distinto y utilizando el lenguaje de género feminista políticamente correcto.
—Hay voces que consideran que con su desaparición, la política ha sido sustituida por los mercados. ¿Qué opina usted?
—La tecnocracia económica no debe sustituir a la política, pero para eso los políticos deben ser más potentes intelectualmente que los tecnócratas. Sin socialdemocracia, liberalismo y democracia cristiana potentes quedan los tecnócratas económicos y la no política porque el ciudadano se convierte en estadística productiva. Por eso le decía que hacen falta las humanidades.
—¿Esa tecnocracia o su apariencia contribuyen a la desconfianza hacia los eurodiputados o considera que se debe más al desconocimiento ciudadano de su labor?
—La opinión pública ve la política europea como asunto externo, aunque sea política interna. Los gobiernos deciden ellos, en el Consejo, las cuestiones más relevantes para todos nosotros, echando la culpa a Bruselas que son ellos también. Lo hacen para eludir el debate y la asunción de responsabilidades. Los diputados europeos españoles solo interesamos si decimos cosas relacionadas con la más rabiosa actualidad española. Para ganar confianza necesitamos que los presidentes sean sinceros en su doble papel de líderes nacionales y bruselenses.
—Una manera de que los ciudadanos reintegren su confianza en Europa sería revitalizar los derechos sociales del maltrecho estado del bienestar y la protección de los más débiles.
“La moneda única se estableció sin instrumentos protectores para los tiempos de crisis, que implanten mayor coherencia económica en la zona euro, pero con mayor solidaridad entre territorios para conseguir una mayor coherencia social”—Sin duda. Podemos mejorar la gestión para ser más eficientes, pero la protección de los más vulnerables y la igualdad de oportunidades de los menores que son el futuro, no es una cuestión solo de solidaridad, que también, es la manera de garantizar el talento, el orden social y una sociedad bien gobernada.—¿Y cómo se consigue?
—Sumando consensos y voluntades durante mucho tiempo, con talento y paciencia. Con líderes como Clement Attlee, invirtiendo en cultura humanística, en educación no solo tecnológica. Con lo contrario de la política basura, de la política supeditada al show televisivo.
—También por la manera de afrontar los cambios tecnológicos que van a influir drásticamente en el empleo.
—Así es. Ha surgido un mundo paralelo —virtual— y necesita leyes para defender los derechos ciudadanos, pero además influye sustancialmente en la estructura del empleo y en un combate eficaz del desempleo juvenil y la distribución de la riqueza.
—Europa se enfrenta a muchos problemas y desafíos. ¿El más grave es el terrorismo?
—El terrorismo es la forma más visible del fanatismo totalitario que surge, de cuando en cuando, para intentar terminar con las sociedades democráticas. La parte negativa de la globalización o de las revoluciones tecnológicas es un desafío menos visible, pero muy serio también porque puede vaciar el control democrático de grandes espacios de nuestra vida.
—En relación a este tema parece una contradicción que Europa haya impulsado el laicismo mientras que por otra parte se está produciendo una islamización de Europa.
—Joseba Arregi suele decir que la democracia es el espacio de las verdades penúltimas. El espacio político y de debate debe ser respetuoso con la espiritualidad y el hecho religioso, pero no verse subordinado a las religiones. Por otra parte hay que analizar mejor que hasta ahora cómo proteger la democracia de las corrientes religiosas que consideran la democracia como un pecado porque quieren imponer una visión del mundo antiliberal.
—Otro peligro creciente es el auge del populismo.
“El populismo crece por la fácil divulgación de mentiras y el debilitamiento de los oficios intelectuales y artísticos, especialmente del periodismo. La crisis de los medios de comunicación es una profunda debilidad de los sistemas democráticos”—El populismo de extrema derecha y de extrema izquierda encuentra grandes posibilidades en la aparición de las redes sociales y en You Tube, por la fácil divulgación de mentiras y propaganda, y en el debilitamiento de los oficios intelectuales y artísticos, especialmente del periodismo. La crisis de los medios de comunicación es una profunda debilidad de los sistemas democráticos.—Lo mismo podría decirse de los nacionalismos y la amenaza de las secesiones que pueden provocar la balcanización de Europa.
—Sí, los populismos nacionalistas, o nacionalpopulistas, podrían llevar al garete la Europa que edificamos a partir de las cenizas de las dos guerras mundiales por culpa, especialmente, del nacionalismo.
—Un ejemplo es el jaque del independentismo catalán a la Constitución española.
—La UE ha dejado claro que un territorio desgajado ilegalmente de España quedaría a la deriva, sin moneda, sin comercio exterior, sin alianzas…, en el riesgo cierto de completa y total ruina.
—¿Entre los retos pendientes está la importancia de construir una auténtica ciudadanía europea, más allá de la libre circulación?
—La ciudadanía común es mi sueño, pero todavía no hemos llegado ni a la libre circulación de forma plena. Yo garantizaría el derecho a una educación de calidad, incluyendo las humanidades. Un currículo europeo, una alta inspección educativa europea evitaría en España, por ejemplo, cualquier forma de adoctrinamiento nacionalista o populista que tanto daño nos está causando y que ningún gobierno ha acertado a evitar.
—¿Podemos volver a enamorarnos de Europa?
—Yo estoy enamorada de Europa. Y no es solo amor, es nuestra oportunidad para que los tiempos y sus riesgos no se lleven por delante la democracia. Sin estar ciega, estoy ilusionada por la Europa que puede llegar, porque las naciones, solas, son pequeñas e insuficientes para regular eficazmente la limitación del poder de las grandes corporaciones, y para hacer frente a la evasión fiscal, a amenazas estratégicas de tiranos, a la cara negativa de la revolución digital y de la globalización. Hay competencias que ejercen mejor las autoridades locales, regionales o nacionales, pero otras, en este siglo, necesitan una gran comunidad europea.