Refugiada en las palabras
Habitarás la luz que te cobija
Beatriz Hernanz
Ars Poética
76 páginas | 12 euros
Beatriz Hernanz, poeta, ensayista, crítica literaria y desde el pasado verano directora del Instituto Cervantes en Palermo, es autora de seis libros de poemas en los que con fidelidad a una voz esencial, entrañada en la escritura, ha ido alumbrando un universo donde lo íntimo y lo cósmico se funden y la luz es constitutiva. Desde La lealtad del espejo (Premio Barcarola, en 1993) hasta Habitarás la luz que te cobija, libro objeto de esta reseña, pasando por La vigilia del tiempo (accésit del Adonais, en 1995), La epopeya del laberinto, La piel de las palabras y Los volcanes sin sueño, la poesía de Beatriz Hernanz se ha caracterizado, en expresión de Jesús Ruiz Mantilla, “por ser una indagación en el misterio de vivir, que está condicionado por el espacio y el tiempo, así como en la memoria a través de la cual podemos identificarnos a nosotros mismos y reconocer a los otros”. Una indagación —añadimos— en la que la Naturaleza, con su potencia simbólica y su desnudez, actúa como catalizadora de pensamientos y sentimientos, Todo ello generado “por un singular instinto para la imagen lírica”, en opinión de Francisco Umbral, una poderosa imaginación y “una penetración metafórica en la realidad creada”, según señala Caballero Bonald. Síntesis lo que decimos de una obra unitaria que alcanza su máxima intensidad y depuración en Habitarás la luz que te cobija que, con prólogo de Jorge Edwards, publica la editorial de poesía Ars Poética dirigida por Ilia Galán.
Un poemario en el que respondiendo a su título la luz es cobijo, pues en ella toda existencia germina en estado de revelación, fuera de la cual solo respira la muerte; luz engendradora de un silencio donde las palabras son concebidas con la fuerza de crear lo que nombran; palabras empañadas de memoria, de dolor, de tiempo, donde trasparece siempre la vida. “(…) Aprendo la gramática /de mi pena en soledad./ El duelo se fue deshaciendo/ con cada palabra mía: /escribiendo la vida”. Así comienza el poema dedicado a su madre, cuya ausencia tiene rostro a través del diálogo que mantiene con ella. Los ausentes en general siguen actuando dentro de la poeta, porque no cabe el olvido. “(…) No tengas miedo de entrar/ en la noche de los que se han marchado”. La memoria y su carácter resucitador es también núcleo vivificante de esta poesía, facultad psíquica tan carnal que deviene compañía. Y el tiempo nunca es abstracto, sino que posee una dimensión celular. Luz, silencio, memoria, tiempo, son términos que van configurando el permanente viaje interior de Beatriz Hernanz en Habitarás la luz que te cobija, viaje como abandono de los orígenes en búsqueda de un mundo nuevo —“(…) espejismo interior/ en la delgada costumbre/ de ser en otra parte”—. Planteamiento existencial en el que el mar, mediterráneo por sus semillas, es otro elemento estimulador, desde su infinitud y esencialidad, de lo eterno y una forma de renacer libre de cualquier atadura. Y encontramos asimismo en uno de los poemas, “Cementerio marino de San Juan (Puerto Rico)”, el deseo latente, muy aleixandrino, de fundirse con el mar tras la muerte. La Naturaleza, su desnudez como dijimos al principio y su pulso primigenio que manifiestan, por ejemplo, la soledad radical de la amada sin la presencia del amado, son basales en este libro en el que el lector siente el lenguaje como una epifanía, y donde las heridas y pérdidas causadas por la vida son cicatrizadas por el arte y la belleza. Habitarás la luz que te cobija tiene la temperatura de vigilia y umbral de la verdadera poesía.