Prejuicios y sensibilidad
Alias Grace
Margaret Atwood
Trad. M. A. Menini Pagès
Salamandra
528 páginas | 23 euros
Este libro no aborda de un modo convencional la relación entre la realidad y sus ficciones. En Alias Grace, a través de la ficcionalización de los asesinatos cometidos en 1843 en la casa Kinnear, se duda de si el relato puede pensarse más allá de la moral y si el lenguaje puede analizarse como sustancia aséptica. Ya Elizabeth Jenkins en Harriet o La historia del doctor Gully se había servido de la crónica criminal victoriana para desvelar las represiones de una época que se cebó contra el cuerpo de las mujeres. Margaret Atwood reflexiona sobre los relatos y la sexualidad femeninos como instrumentos de seducción complacientes en culturas hetero-patriarcales. Las mujeres son Sherezades que buscan su salvación y el sexo se concibe como modo de sobrevivir: se persigue el goce del hombre, se disfraza de sonambulismo el deseo y las mujeres se hacen valer en la resistencia y exhibición del dolor al que parece reducirse su placer. En sintonía con la estrategia erótica, las mujeres narran con conciencia pragmática y adaptan su discurso a las características de un auditorio al que ni se aburre ni se contraría. Solo hay que mantenerlo tenso —“tieso” dice a menudo Grace— levantando ligeramente la enagua de la palabra, no descubriendo el desnudo ni la verdad integrales, seduciendo con la violencia pasiva del misterio… En un mundo de hombres que dictan las normas, el sexo y la narración femeninos funcionan como argucias que se confunden turbia y hermosamente. Como si el hecho de expresarse con el lenguaje del opresor, del que habla Adrienne Rich, hubiese dado lugar a extravagancias lingüísticas, camuflajes y ejercicios de combinatoria tan magnéticos como intelectualmente sutiles. Grace borda las simbólicas figuras de los quilts y a la vez teje su biografía para el doctor Jordan, seducido ante el desconcierto que le produce Grace Marks: la asesina despiadada o la víctima inocente, la puta salvaje o la muchacha que se ofende con los exabruptos. Esa pulsión femenina y feminista se concreta en un arte de contar nada afectado, en un equilibrio entre lo profundo, lo entretenido, lo urgente, lo imaginativo y lo documental: las mujeres posan cuando hablan — se muestran fotogénicas— y los hombres escuchan igual que los mirones se relamen a través de la cerradura; se superponen puntos de vista que diluyen la imagen de Grace; se incluyen declaraciones, fragmentos de libros de la época, poemas; las epístolas construyen personajes divertidísimos como la señora Jordan; toques de un agudo y malintencionado sentido del humor meten en el mismo saco de estupidez el sufragio universal y el mesmerismo, dando cuenta del cambio de valores a lo largo de la Historia.
Lo mejor de esta excelente novela es que, bajo el cuestionamiento del relato y de su alcance para permeabilizar o dar cuenta de la vida y la muerte; detrás de sus juegos o de su ilusionismo ventrílocuo, de su capacidad mágica o falsaria para revivir a los muertos —Jeremiah sumerge a Grace en un trance neurohipnótico similar al que Atwood utiliza para sugestionar a sus lectores—; por debajo de esos asuntos implícitos en una novela contada de manera que nosotros pensemos en ellos por cómo se manipula la materia textual; por debajo, desde una perspectiva de género unida a la de clase, queda la constatación de circunstancias verdaderas que justifican la denuncia, nunca incompatible con el texto literario, de la explotación sexual y laboral de las criadas, del clasismo, de la violencia homicida como reacción ante la civilizada violencia de la jerarquía social, de la horca alrededor del cuello del pobre, de la locura como estigma de la creatividad e inteligencia femeninas, emigración, crueldad carcelaria, superchería y ese encarnizamiento sistémico contra mujeres que han de avergonzarse de su deseo y de los hijos que abortan porque serían frutos del pecado y causa de abandono por parte de hombres respetables y ricos que las tratan peor que a sus yeguas. De aquellas lluvias, estos lodos. Atwood Nobel ya.