Castellano de ida y vuelta
Las palabras primas
Fernando Iwasaki
IX Premio Málaga de Ensayo
Páginas de Espuma
253 páginas | 18 euros
Inicia Fernando Iwasaki Las palabras primas con una intencionada insistencia en el carácter libérrimo (“sin estudio ni artificio”, en cita de Montaigne) del ensayo. Incluso se permite un puyazo a sus cultivadores “solemnes y campanudos” (Lukács, Musil, Adorno, Barthes, Foucault y otros), quienes, sostiene, habrían expulsado del canon al humanista francés que lo fundó. El autor defiende el ensayo como “territorio risueño” y celebra que desde hace un tiempo asistamos a su auge como conversación, viñeta literaria y antídoto intelectual “contra la solemnidad”. Aduce a su favor títulos de Piglia, Bolaño, Volpi o Benítez Reyes y la “filosofía mundana” de Gomá. Tampoco olvida que el género ha dinamitado cualquier corsé y podría haber mencionado la feliz mezcla de reflexión y cuento en libros de Jorge Bustos. En fin, hoy el ensayo se abre a los horizontes inéditos que permiten asociar erudición, etnografía, filología, cultura oral, genética de poblaciones y autobiografismo que cultiva el sabio medievalista Ángel Gómez Moreno con visos de fundar escuela.
De esta flexibilidad genérica se parte para ahormar un conjunto de escritos de forma miscelánea que van del breve artículo de prensa al análisis e incluso la reflexión histórico erudita y pasan por la emisión radiofónica y la conferencia. La dispersión de moldes tiene, sin embargo, un objetivo unitario, el anunciado con hábil ambigüedad semántica por el título del libro: si existen números primos, por qué no hablar de palabras primas, primeras, palabras de nuestra memoria sentimental, que puedan adquirir diversas dimensiones (económicas, jerárquicas, emocionales…) y manifestar familiaridad de origen o parentesco.
Las palabras primas conjugan estos criterios en tres bloques de reflexiones que suponen variantes de una diana única, la lengua española. Divaga el autor sobre el lugar del español en la era de la lectoescritura, presta atención a notas diferenciadoras del castellano de Andalucía y América con el auxilio de su experiencia de nativo peruano residente en Sevilla y comenta con sustento de lingüista cuestiones concretas del español áureo. Iwasaki se inscribe en la línea de observadores de nuestro idioma a quienes ha guiado un propósito de divulgación pública: Criado del Val hace años en la televisión, Lázaro Carreter con gran éxito después y Álex Grijelmo ahora. Se interesa por la vida de las palabras y por su correcto sentido y anota los peligros que las acechan. Muestra, además, un auténtico pálpito de actualidad y sus comentarios dejan traslucir una inquietud y una queja por la deriva del mundo moderno acompañada de una alerta sobre ciertas actitudes. Así, la reciente aceptación por la RAE del imperativo “iros” le lleva a una sensata advertencia sobre las concesiones del diccionario académico.
No se ciñe solo al ámbito lingüístico. También se fija en el territorio más amplio de lo social y cultural: avisa con desparpajo de los tiempos poco propicios para las letras cuando la prensa “busca niños cocineros, futbolistas y cantantes” y posterga a miles de niños lectores, que tocan instrumentos o sacan notas excelentes. Y no se corta un pelo en denunciar modernos disparates analíticos que tienen la osadía de vincular el mérito de Cervantes con su condición de homosexual y de minusválido.
En la ya vieja polémica entre apocalípticos e integrados, Iwasaki se adscribe a estos últimos con un grado de reticencia. Su prosa, trufada de humor, bromas y sarcasmos, trasforma su devoción por nuestra lengua en una lectura oportuna, instructiva y divertida. Quizás demasiado ligera. No habría sobrado que fuera algo más “campanuda”.