El espejo que nos mira
Lo que está y no se usa nos fulminará
Patricio Pron
Random House
176 páginas | 17,90 euros
No que está y no se usa nos fulminará tiene el buen gusto de definirse a sí misma como obra literaria ya desde la cita que sirve de umbral: “Narrar es tomar decisiones”. Patricio Pron toma siempre las mejores decisiones. Y lo hace a partir de historias que aparentan ser mínimas pero adquieren resonancias máximas en la imaginación del lector. Es fantástico el poder de la realidad cuando se muestra de forma tan certera y perspicaz, al acecho de vidas que nos atañen por ser tan cercanas y abiertas a una identificación instantánea. Sus relatos sobrevuelan las rivalidades creativas emponzoñadas por la mirada ajena, recorren caminos sentimentales próximos al desdén, reflexionan sin acritud sobre la vida desde zanjas abiertas en el desaliento, cruza los dados del destino para que no olvidemos que los amores tienen las cartas marcadas, revuelve en las entrañas del fingimiento y la impostura, atraviesa fronteras de la memoria arrancando a los personajes su nombre: pongamos el nuestro en su lugar.
Este libro de relatos cortos de largo recorrido se dirige sin contemplaciones al lector para situarlo en sucesivos espejos donde reflejar todo aquello que nos une como seres humanos fomentando la separación entre identidades: los puntos débiles, el asombro, las zonas erróneas y erógenas, las experiencias que supuran sabiduría a costa del dolor. Somos tan ligeros e intrascendentes que resulta imposible no cogernos cariño. Lo que está y no se usa nos fulminará tiene dentro de sus pliegues armoniosos semblanzas nada estridentes de gente corriente y doliente, náufragos del diario que viven desorientados y confusos, lo cual siempre es una ventaja porque la confusión (así lo recuerda otra cita incrustada en una narración) es lo que nos orienta. Embrujados por las malas artes de eso que llamamos destino, nuestros planes venidos a menos o directamente desvanecidos son la mejor forma de recordar que el mejor fracaso siempre está por venir y que nos encanta tropezar con la misma piedra.
Cargado de preguntas inquietantes, el libro recoge un tratado de paz maltrecha que las personas firman con sus propios enemigos interiores, lo que da como resultado un desarmante viaje a las profundidades de la rendición humana en compañía de las ansias de supervivencia y las tentaciones de la autocompasión. Narraciones extraordinarias que, al hilo de las puntadas sobrecogedoras de un Poe, arrancan de lo cotidiano imágenes inolvidables, tan candentes que es obligado recrearse en el vértigo de una prosa que no pierde el tiempo con merodeos y va directa al grano sin olvidarse, cuando es necesario, de proponer al lector sutiles juegos de artificio con los que llevarle al placer del desconcierto: cómo renunciar al lector vulnerable cuando la ficción se nutre de tantas flaquezas y perplejidades. Manda mucho el azar.
No podía faltar Pron a su cita con los experimentos, las probaturas, los desafíos. Párrafos dominantes, paréntesis hambrientos, notas a pie de página inextinguibles, puntos en fuga, estructuras que tiemblan. Narrar sin olvidarse de romper amarras con lo previsible. Por eso arranca al lector de su zona de confort con frecuencia llevando escenas cotidianas al terreno de la épica doméstica, tejiendo finales contundentes como un portazo y dejándose arrastrar por la corriente de una memoria literaria que fluye e influye sin pudor: he aquí un libro que se declara libre a la hora de seguir modelos y capturar referencias. Al lector le toca descubrir huellas y adjudicarles un apellido, y debería hacerlo, porque el autor lo reclama, escuchando la banda sonora sugerida. Bienvenidos al espejo. Que nos observa.